duare: (boyd teatro)
[personal profile] duare
Título: Un Break My Heart #5
Autor: [livejournal.com profile] duare
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #005 Exteriores, por la forma de exteriorizar las emociones.
Rating: PG
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor: Dedicado a [livejournal.com profile] gaia_naturae, por su 22 cumpleaños. Beteado a por [livejournal.com profile] aviss. Lo he terminado de escribir más de un año después de publicar las tres primeras partes, colgado en internet por primera vez para [livejournal.com profile] fanfic100_es, así que es inédito hasta el momento. Sólo lo habían leído la chica del cumpleaños, aunque en una versión más chapucera, y la beta (obviamente)
Total Palabras: 8.632

Anteriores: Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4a, Capítulo 4b



UN-BREAK MY HEART


5. Un cry these tears


Para Draco las cosas no se le presentaban con tan buenos augurios. Sus nervios parecían estar a flor de piel; tener a Harry de nuevo en su vida, aunque sólo fuera por negocios, le trastocaba su paz interior. Necesitaba tiempo para conciliar todos los nuevos acontecimientos y recobrar el equilibrio, pero Harry parecía determinado a no dejarle ni un segundo de respiro. Tan pronto se le aparecía en su oficina, como empezaba a inmiscuirse en la vida de sus conocidos. Bastante tenía ya con Hermione, a la que Harry parecía haber cogido cariño de nuevo y se veían de forma regular, como empezaba a verse con Neville de nuevo.

Se sentó en el sofá de su sala de estar agotado de todo el día de trabajo y de la cena habitual de los jueves, escuchando como Winky trasteaba en la cocina limpiando cacharros y platos.

Por la mañana había tenido la reunión acordada con Harry y Lee, y el maldito tira y afloja interno que iniciaba cada vez que veía a Harry se había hecho aún más difícil con Harry rebosando seguridad. Ciertamente no lo había visto así a principios de semana, pero Harry siempre había sido único para forjar decisiones de un día para otro, así que tampoco era de sorprender. Todo hubiera ido bien si esa maldita seguridad y tranquilidad que Harry emanaba no lo atrajeran aún más.

¿Qué he hecho yo para tener que sufrir la tentación de tener frente a mí al hombre de mis sueños? Se preguntó frustrado, porque obviamente no tenía ninguna duda de que un Harry Potter de treinta años, mucho más maduro, sereno y seguro, dispuesto a asentar un poco la cabeza, era todo lo que él podía llegar a desear en un hombre. Sin contar con la parte física que en el caso de Harry no había palabras suficientes para describirlo,
-¡Maldita sea tu alma Harry Potter!- Masculló entre dientes.

El día sólo había ido a peor, como sólo podía pasarle a él. A mediodía había tratado de quedar con Hermione para descargarse de toda esa presión, y lo tuvo que dejar para por la tarde porque la bruja estaba muy emocionada por una comida que había planeado Harry junto con Ron. Así que una vez más Harry Potter se había puesto en camino de él y su paz mental. Como mínimo por la tarde, mientras Hermione y él preparaban la cena de los jueves que esta semana tocaba en su casa, Hermione se abstuvo de comentar al detalle su comida con sus antiguos amigos. No hubiera podido soportar pasar una tarde con “porque Harry esto” y “Harry lo otro” cada cinco minutos. Afortunadamente, Hermione lo conocía lo suficiente como para dejarlo desahogarse y maldecir a Harry una y otra vez, siempre vigilando que Elora no lo escuchara.

La gota que colmó el vaso de sus defensas llegó por la noche. Estaban todos sentados en su comedor alrededor de la gran mesa que sólo se usaba para ocasiones como esas, con los niños comiendo en una mesita en la salita a la vista de todos pero algo más apartados de la charala de los adultos, cuando sin saber muy bien cómo la conversación comenzó a girar en torno a Harry.
Neville comentó la visita que había tenido el día anterior, lo mucho que le había sorprendido ver a Harry de nuevo en tan poco tiempo, y lo cambiado que lo había visto, mucho más asentado y maduro, con las ideas bastante más claras. Leire, la pareja de Sígrid, que trabajaba en El Profeta, y Adriana Boot, una prima de Terry que trabajaba en el departamento de prensa del Ministerio, comentaron como prácticamente desde principios de verano, justo al acabar la temporada de Quidditch, las apariciones públicas de Harry se habían mantenido bajo mínimos. Para nada con el cariz escandaloso que solían coger cuando la temporada deportiva finalizaba y se abría la de las fiestas, guateques y demás acontecimientos del famoseo mágico. Era como si con el cambio de equipo, con esa vuelta a los inicios el As del Quidditch quisiera cambiar algo más que el mero color de su camiseta.
Hermione fue más allá, y comentó de pasada, sin entrar en mucho detalle, algunas de las cosas que ella y Harry habían hablado en las últimas semanas. La intención de Harry de retirarse después de que este último contrato finalizara, a lo que Draco sólo asintió dándole la razón, sus ganas de asentar un poco la cabeza, de tener una vida más tranquila, de recuperar viejas amistades. Incluso la idea de verse todos de nuevo, el antiguo grupo de amigos que hacia una década que no se había vuelto a juntar al completo.
Uno a uno, fueron dando todos su opinión sobre el asunto, favorables a la idea de volverse a ver todos, aunque algo prudentes en referencia a Harry, al fin y al cabo era por todos sabidos como éste se había portado con Draco y la clase de vida que había llevado.
Draco, quien en todo ese rato había permanecido en silencio no atreviéndose a decir palabra por miedo a mostrar su desasosiego, sintió de golpe el peso de la mirada de todos sus amigos sobre él, expectantes de ver cual sería su opinión sobre el asunto. Respiró hondo y tras un trago del vino blanco que había servido como acompañamiento se limitó a decir que si Harry quería que todo volviera a ser como antes necesitaría más que buenas intenciones y bonitas palabras, ante lo que todos asintieron totalmente de acuerdo.

- Y aún así no todo volverá a ser como antes... Nunca nada volverá a ser igual... –susurró bajito, sin esperar ser escuchado por nadie. Para su sorpresa, sintió una mano amiga posarse en su rodilla, mostrándole su apoyo y comprensión, como siempre había hecho hasta ese momento. Alzó el rostro que había mantenido agachado y se encontró con la serena sonrisa de Hermione.

Al menos los dioses se han apiadado de mí enviándome una amiga como ella, pensó agradecido.


Ya solo, con Elora durmiendo, dejó que toda la presión del día fluyera por él, tratando de lidiar con ella tomando sorbitos de una tisana relajante que muy amablemente Winky le había preparado.

- Gracias... –murmuró a nadie en particular, y muy en concreto a su pequeña elfina doméstica y a Hermione que hacían entre ambas las veces de madre protectora.- Gracias por estar ahí siempre para mí, continuó pero ahora ya en silencio, gracias por tenderme un pañuelo para secar mis lágrimas o un simplemente prestarme por un rato un hombro en el que llorar, gracias por aguantar y por ayudarme a salir de mis problemas, cualesquiera que sean. Gracias...

De camino a su dormitorio se encomendó a todos las divinidades protectores rogándoles que lo que tuviera que pasar, pasara de forma suave y pausada y le dejara tiempo para acomodarse, no por él sino por la persona que tenía a su cargo y que no merecía tener que vivir con un padre destrozado.



A partir de ese día, la idea de volver a unir a ambos grupos de magos y brujas se convirtió en un proceso imparable. Con Harry como mediador entre todos, poco a poco los lazos que una vez existieron y que el tiempo había relegado al olvido se volvieron a fortalecer.
Dean y Seamus volvían a hablar prácticamente cada día fuera por wiz-phone o por red flú y quedaban a menudo desde que Harry se trajese a Dean a una de las “viernes-noche-birra”.
Padma Patil, quien después de perder a su hermana gemela en la guerra se había dedicado a la enseñanza en un colegio de educación mágica infantil y era pareja desde hacía más de cuatro años de Luna Lovegood, se había visto en varias ocasiones ya con sus antiguos compañeros de casa Terry y Anthony, quien tras perder a su novio Justin durante la guerra había comenzado a salir con Kastor, compañero de trabajo de Terry.
Nuevos vínculos se comenzaron a formar también, primero de forma dubitativa, casi con miedo a ser abandonados nada más darse esas incipientes nuevas amistades. Lee Jordan, quien continuaba siendo amigo de los gemelos Weasley además de pareja de uno de ellos, les recomendó ir a visitar a Draco y Eduard para llevar la mayor parte de sus aspectos legales más peliagudos. Como resultado Fred, George y Draco, junto con Lee mantenían, desde mediados de agosto, unas interesantes e interminables conversaciones sobre comercio mágico internacional en una recogida mesa de Lady Godiva, aprovechando las supuestas vacaciones de Draco (supuestas, puesto que seguía pasando por el despacho como mínimo una vez por semana para enfado de Elora, quien quería marcharse a algún sitio fuera de Inglaterra de vacaciones).
Pero si hubo un lazo que terminó por acercar a ambos grupos de forma irrefrenable fue la rápida y sorprendente, para todos, relación que iniciaron Ginny Weasley y Víktor Krum el mismo día que Hermione y Terry invitaron a varios de sus amigos un caluroso domingo de agosto a comer. La lista de invitados incluyó a los Weasley y a Víktor Krum, amigo de Hermione desde los catorce años de ella y del cual Terry no sentía el menor atisbo de celos. Durante la velada, en la que Draco pasó gran parte del tiempo huyendo de Harry y clavándole dagas a Hermione por meterlo en semejante situación, Harry dividió su tiempo en seguir con la mirada a Draco allá a dónde fuera y a observar como Ginny y Víktor iban haciendo cada vez más íntimos sus gestos mientras hablaban hasta terminar uno contra el otro, besándose como si la vida les dependiera de ello.
Ginny era la única de todos los Weasley que aún no había asentado la cabeza, para desgracia de la pobre Molly, quien tras la muerte de Arthur en la guerra sólo vivía para sus hijos y nietos. Harry siempre había sabida que Ginny era algo salvaje, más aún después de su fugaz noviazgo en sexto, pero siempre pensó que asentaría la cabeza ya fuera con Neville o con Luna, la menor de los Weasley sin embargo, parecía ser su perfecta contraparte femenina: jugadora de Quidditch y de vida licenciosa. Por ver estaba si el austero Krum iba a poder con toda esa vitalidad y fuego. Molly se lo agradecería, y lo acogería con brazos abiertos en su cada vez más numerosa familia.
Luego estaban los niños, claro está, quienes ajenos a las diferencias y tensiones de sus padres estaban encantados ante la idea de nuevos amigos. Elora y Kabul conocieron así a la nueva generación de Weasleys. Los gemelos de Charlie: Galaad y Arthur, dos años mayores que Elora y Kabul. El hijo de Ron y Lavander, Gerald, de sólo cuatro años. La hija de Percy y Penélope: Nausicaa, sólo un año mayor que Elora y Kabul, con la que Elora congenió rápidamente, puesto que la única niña que con la que tenía relación era Cyntia, hija de una compañera de trabajo de Dean, Astrid, y de Adriana, prima de Terry Boot, pero de sólo cinco años.

Harry estaba francamente sorprendido, no pensó que su idea de reunir a los viejos amigos de nuevo fuera a ir tan bien, pero subestimó el hecho que ninguna de esas personas había querido realmente dejar de tener contacto, simplemente las circunstancias, por no decir las circunstancias de él y Draco, los acabaron arrastrando como en una corriente.
Aquella molesta sensación que a veces le corroía por dentro, usualmente llamada culpa, volvió a emerger ante la idea de haber afectado con sus acciones a tantas personas de su alrededor. Pero a pesar de haber cultivado la capacidad de enterrar a ese tipo de emociones en lo más profundo de su conciencia, está vez en cambio prefirió bordear el escollo y acallar a sus demonios internos con la idea de que si bien él había sido en parte el causante de esa separación, también iba a hacer todo lo posible para ponerle fin. Y no era sólo por poder estar cerca de Draco, aunque había sido uno de los principales motivos, realmente le apetecía recuperar la amistad de todo aquel grupo de magos y brujas con los que tanto había pasado, e incluso ganar a unos cuantos amigos más de propina.
Aún así, en esas últimas semanas de agosto no había perdido la oportunidad de observar a Draco en numerosas ocasiones fuera de lo que se podría considerar estrictamente profesional: charlando con los gemelos Weasley, en una cena en casa de Hermione, de copas con Dean, Neaville, Seamus, Viktor y algunos de los Weasley... Y en cada ocasión todo lo que veía de Draco sólo hacía que lo deseara más. Su sentido del humor, su forma de hablar y de dar su opinión, los gestos, el trato con su hija entre cariñoso y disciplinario, su tono de voz más grave que el que tenía a los veinte años, la lealtad que mostraba hacia sus amigos, la mirada profunda cuando pensaba en lo que iba a decir, etc. Podría continuar durante horas enumerando cada uno de los pequeños detalles sobre Draco que le parecían deliciosamente perfectos haciendo que tuviera que contenerse con toda su fuerza de voluntad para no abrazarlo y besar ese cabello suyo que a pesar de llevarlo algo más corto seguía teniendo la misma apariencia suave y brillante.



Agosto llegaba a su fin, y Harry despertó esa mañana con la luz de sol entrando por los grandes ventanales de su casa, se cubrió los ojos con el brazo y gruñó enfadado, una vez más se había ido a dormir con las persianas subidas, y esta vez no tenía como excusa el haber llegado borracho a casa, no... La noche anterior simplemente llegó drenado a su casa después de cenar en casa de Lee con Fred, George y Kathy. Draco no había estado presente, pero eso no quitaba que su mente hubiera estado pensando en Draco prácticamente durante toda la noche, preguntándose que pensaría de tal asunto, cuál sería so opinión sobre cierto tema o simplemente lo mucho que le hubiera gustado poder sentir la presencia de Draco sentado junto a él.

- Estoy perdiendo la cabeza... –murmuró entre dientes, levantándose de la cama para darse una buena ducha antes de comenzar el día.

Desayunó con abundancia, como solía hacer desde que en su primer año como jugador profesional se desplomó en una ocasión de la escoba por no tener suficiente azúcar en sangre, la bronca que le cayó por parte del que era su entrenador y del medimago del equipo fue algo digno de verse. De hecho, si alguna vez se saltaba la sana costumbre de alimentarse con fundamento por las mañanas aún le parecía poder sentir como si le pitaran los oídos de los gritos que le metieron. Y mientras sorbía de su taza de café con leche repasó el planning del día: entreno por la mañana, reunión con el entrenador durante la comida para discutir estrategias, café por la tarde con Hermione, e ir a comprar algo para la barbacoa del sábado en la mansión Longbottom.

Un día tranquilo, pensó recogiendo un poco la mesa, dejándole el resto de cosas a Dobby, y ver a Hermione antes del sábado me irá bien. A ver si ella me ayuda un poco a poner algo de sentido a mi cabeza...

Se vistió de forma casual, con unos tejanos azules, una camiseta blanca y una sudadera marrón, agarró su bolsa de deporte, una americana negra por si por la tarde refrescaba y las llaves de casa, y listo ya para marcharse se apareció en el campo de entreno del Puddlemere.
Era bastante temprano, aún no eran las nueve de las mañana, así que aprovechó para hacer un suave calentamiento antes de iniciar su rutina diaria de ejercicios. Una de las claves de su éxito como jugador era que a pesar de lo alocada que fuera su vida, por más que saliera de fiesta una noche, o por más cansado que estuviera, cada día sin excepción ya fuera por la mañana, a media tarde, o por la noche antes de irse a dormir realizaba una amplia y rigurosa tabla de ejercicios que le permitía mantener su cuerpo ágil y totalmente en forma a pesar del paso de los años. Era un buen buscador, el mejor del siglo según decían los críticos, el mejor de toda la historia según sus fans incondicionales. Él no llegaba a decir tanto, pero no podía negar que era bueno, el mejor del momento. Tenía rapidez e instinto, y aunque ya no era un chico pequeño y delgado, no eran condiciones necesarias para ser un buen buscador si se tenía talento, sólo hacia falta mirar a Krum o a él mismo. Era consciente sin embargo de la responsabilidad que tenía para con su equipo de mantenerse en óptimas condiciones, y era por eso que a además de los entrenamientos con el equipo, que no siempre eran a diario, y de sus ejercicios, aprovechaba todas las oportunidades que podía para practicar su manejo de la escoba, su rapidez y reflejos. Al fin y al cabo, puede que jamás se atreviera a reconocerlo en voz alta, pero sentía pánico ante la idea de que algún jovencito surgido de vaya uno a saber dónde lo desbancara de su trono, y era por eso que no bajaba nunca el ritmo de exigencia personal. Podría perder su equipo, pero no sería porque él no hubiera cazado a la escurridiza snitch

Estiró los brazos por sobre la cabeza, tensando todos los músculos de la espalda. Escuchó a sus espaldas algunos suspiros y sacudió la cabeza. Las nueve y media de la mañana y ya había público esperando para ver al equipo entrenar, y para que negarlo, para hacerle mil y una fotos, muchas de las cuales estaba seguro de que acabarían en las páginas de Corazón de Bruja o del Witch Weekly. Al menos, viéndolo entrenar no sacarían nada jugoso con lo que calumniarlo, algo que siempre era bienvenido.
A pesar de todo, sabía que andaban merodeándolo para cazarlo en algún pecadillo, pareciera que el público en general no soportara la idea de que Harry Potter tuviera una vida normal, como el resto de mortales. La gente simplemente quería vivir sus fantasías más secretas a través de él.

Pues lo siento mucho por ellos, se dijo sintiendo los primeros signos de enfado, que se busquen a otro. En estos momentos tengo cosas más importantes en las que centrarme... Su traicionera mente visualizó la imagen de un atractivo mago rubio, de piel cremosa y cuerpo delgado.

- ¡Joder! No vamos bien así... –y de un salto se subió en su escoba, la nueva High Star Pro-HP-Evolution, y se dirigió hacia el resto de sus compañeros quienes comenzaban a ir llegando.

Cinco horas más tarde, después de haberse ya duchado y de haber sufrido un tumulto interno de celos al cruzarse por las oficinas que el Sr. Marlow, el abogado del Puddlemere que había tratado de ligarse a Draco durante las negociaciones de su contrato, descansaba ya más relajado en un bonito restaurante de la creciente comunidad mágica de Puddletown junto con su entrenadora, la ex cazadora Joscelind Wadcock, y el consejero técnico, el ex entrenador Philbert Deverill, quien llevaba en la franquicia desde antes que él entrara en Hogwarts. La comida pasó de forma apacible, y dejaron marcadas las líneas estratégicas con las que pensaban reiniciar la temporada, y según fueran las primeras jornadas ya trabajarían más en algún aspecto más concreto. Aún así Harry tenía que reconocer que no había estado todo lo centrado que la situación requería, aunque los otros dos comensales se lo achacaron al cansancio del entrenamiento.
¡Nada más lejos de la verdad! Harry simplemente parecía incapaz de centrar su atención en otra cosa que no fuera Draco.


Hermione lo esperaba sentada cómodamente en una butaca de aspecto confortable con un enorme tazón de alguna extraña bebida y un muffin de arándonos medio picoteado, mientras ojeaba una revista.
Se sentó en la butaca de enfrente sobresaltando a la pobre bruja por lo súbito de su presencia.

- ¡Merlín, Harry! Me has dado un susto de muerte. Ni se te ocurra volver a sorprenderme de esa manera –le regañó, golpeándole suavemente en el hombro- Estoy de ocho meses, como tengamos que correr hacia St. Mungo por culpa de uno de estos sustos tuyos te trasfiguro las pelotas en un par de pasas arrugadas –terminó amenazándole.

A Harry las palabras de Hermione le borraron la sonrisa de golpe, ya no tanto por la visión de ciertas partes de su anatomía trasfiguradas a unos pellejos secos, sino por la idea de una histérica Hermione poniéndose de parto. Tragó saliva y miró de reojo la barriga de Hermione, rogándole al pequeño que por lo que más quisiera el día que decidiera salir no estuviera él demasiado cerca.

- Perdona... No volverá a pasar, mujer – se disculpó con su mejor sonrisa-. ¿Estás bien, no? Quiero decir, del embarazo y esas cosas.

Hermione vio a su amigo removerse nervioso en su asiento. Era gracioso ver a Harry Potter, el mago que no había ni siquiera pestañeado ante Voldemort, ponerse nervioso ante la idea de ver a su amiga de parto, finalmente decidió apiadarse de él, y con unas palmaditas de ánimos en la rodilla le dijo:

- Tranquilo Harry, aún me queda algo más de un mes para salir de cuentas, y en todo caso es sólo un bebé, no muerde, ¿lo sabes, verdad?

-Muy graciosa... –replicó en tono falsete. Una vez callado se quedó mirando el muffin sobre la mesa.

- Te lo puedes comer si quieres –le comentó Hermione, viendo como le había llamado la atención-, me lo he pedido para salirme un poco de mi clásico de chocolate, pero no me acaba de convencer.

- Ok, ahora me lo comeré, pero antes iré a pedirme un café. ¿Aquí hacen cosas normales, verdad? – preguntó algo escéptico ojeando la taza de Hermione- Porque eso que estás tomando tú, ¿qué demonios es?

- Un Toffee Nut Latte, está delicioso, pero si prefieres cosas más clásicas también las hacen, no te preocupes por eso.

No demasiado convencido se acercó al mostrador y observó la casi interminable lista de brebajes que preparaban en ese tipo de cafeterías. Observó como preparaban las bebidas y se sorprendió pensando en lo mucho que se parecía la barra de trabajo a las mesas en clase de pociones, llenas de potes con líquidos de diferentes texturas y de diferentes colores.
Se rascó la cabeza sin saber muy bien que pedir. A pesar de lo que la gente pudiera pensar de él, no era demasiado lanzado a la hora de probar cosas nuevas, sabía lo que le gustaba y no veía razón para cambiar sus costumbres.

Oh bueno, sí que hay ciertos campos en los que soy más intrépido, pensó malicioso, en los que no tengo ningún problema en probar cuantas variaciones, novedades y alternativas se me presenten.

Sin querer perder más tiempo en algo que sabía no llevaba a ninguna parte, pidió un capuchino, y se consoló pensando que al menos no se había pedido un simple expreso o un café con leche. Y para poner de buen humor a Hermione, le pidió un muffin de chocolate. Más le valía tenerla contenta si pretendía que la ayudara a aclarar un poco ese amasijo de ideas que cargaba en la cabeza.

- Eres un sol Harry, ¡me has traído un muffin de los que me gustan! ¡Que bien! –sonrió satisfecha, echándole el ojo con deseo a la inmensa magdalena de chocolate con trocitos de chocolate. – Me cuidáis todos tanto... Al final me va a gustar eso de estar embarazada, con todo el mundo mimándome y trayéndome cosas ricas para comer. Terry me compra croasanes cada mañana para desayunar y me hace zumo de naranja natural, en el trabajo me dejan hacer descansos más largos y siempre que alguien va en busca de la señora de los refrigerios me traen alguna golosina, ¡y Draco me hace galletas de chocolate cada semana! Y le salen perfectas, mmm... –prácticamente se relamió los labios con sólo pensar en esas cookies crujientes con deliciosos pedacitos de chocolate.

Harry por su parte imaginó a Draco en la cocina, todo ocupado preparando unas deliciosas galletas, con “sólo un delantal” por indumentaria y una brizna de pasta en la mejilla lista para ser lamida directamente de esa piel en la que se podría perder saboreándola de principio a fin.
Se cubrió el rostro con las manos, se hundió en la butaca y de su garganta salió un gemido ahogado.

Hermione lo observó perpleja hasta que una bombilla de conocimiento se encendió en su mente y apoyando su taza sobre su barriga, cruzó las piernas y con voz seria pero con un punto de calidez que invitaba a sincerarse preguntó:

- ¿Tienes algo que contarme Harry?- Harry por su parte la miró y con una sonrisa cansada simplemente asintió.

Es increíble lo bien que me lee Hermione, se dijo aliviado de no tener que romper él el hielo.

- La verdad es que sí. Bueno... Digamos que más bien necesito que esa mente privilegiada tuya, que tan bien parece poder entenderme, me ayude a poner algo de sentido a lo que siento. –Se rascó la cabeza nervioso- No sé ni tan si quiera por dónde empezar.

- Como siempre Harry, la mejor opción es por el principio. –una sonrisa y un movimiento de mano lo animaron a continuar.

- Vale, sí... No es tan fácil, ¿sabes?

- Di lo primero que te pase por la cabeza, y a partir de ahí veremos como seguimos.

- Draco –pronunció antes de darse cuenta de lo que había dicho. Parpadeó un par de veces, sorprendido de su propia reacción y sonrió-. Ves, ese es el problema, últimamente parece que lo único en lo que puedo pensar es en Draco.

- ¿Sabes? Tengo una extraña sensación de déjà vu, porque diría que esta conversación ya la hemos tenido, ¿no te parece? –le preguntó con un brillo travieso en los ojos.

- Sí, pero no era lo mismo. Cuando me crucé con Draco a principios de verano reconozco que fue toda una sorpresa y que la mente no paraba de martillearme con recuerdos de cuando estábamos juntos, pero ahora es diferente. –se pasó una mano por la mandíbula pensativo- Ahora no son recuerdos, o al menos no lejanos. Mira, tenía muy claro que quería que volviéramos a salir todos juntos, y estoy muy contento de lo bien que está resultando todo, pero no tenía muy claro lo que quería de Draco. Y ahora teniéndolo tan jodidamente cerca... ¡Joder! ¡Si nos vemos dos o tres veces por semana! Es prácticamente más de lo que lo veía en los últimos días de cuando aún salíamos juntos. Y me está matando por dentro...

- ¿En qué sentido? –preguntó Hermione, habiendo escuchado esas mismas palabras de los labios de su mejor amigo desde que Harry volvió a entrar en su vida.

- Sé que lo deseo, ¿vale? Quiero decir físicamente, ¡no te rías Hermione! –protestó al ver como su amiga empezaba a reírse- Vale, vale, no es muy difícil querer tirarse a Draco, le debe pasar a casi todo el mundo que se cruza con él por la calle, pero no es sólo eso. A veces me encuentro a mí mismo deseando tenerlo cerca para preguntarle algo, echándole de menos si no viene a alguna de estas reuniones que estamos haciendo últimamente, o simplemente queriendo sentirlo cerca de mí, nada íntimo, sólo tener la seguridad de que está ahí justo a mi lado... Y la verdad es que es un poco perturbador, por decir lo menos...

A Hermione casi se le desencaja la mandíbula ante semejante declaración. Se esperaba que poco a poco el interés de Harry por Draco fuera en aumento. Y que Draco la perdonara, pero tenía un presentimiento sobre la posibilidad que ambos magos terminar juntos otra vez. Pero la verdad es que se esperaba una cosa mucho más lenta.

Vamos, que por mucho que Harry diga que quiere cambiar no habría dicho nunca que en tan poco tiempo se volvería a enamorar de Draco, pensó algo perpleja, aunque no por eso molesta. Al contrario, Draco se merecía ser feliz, y estaba segura que si Harry estaba a dispuesto a comprometerse de verdad con alguien, sería el hombre perfecto para su amigo. De hecho ya lo era, puesto que Draco no había dejado de quererlo por más que se negara a sentir nada por Harry.

- Harry... Con todo esto que me has dicho, ¿de verdad que no tienes idea de lo que te pasa? –preguntó con suavidad.

Harry la miró, y bebió con lentitud de su taza de capuchino, lamiendo pensativo la crema de leche con chocolate espolvoreado.
¿Podía responder con sinceridad que no? Harry no estaba seguro de ello. La mayor parte del tiempo estaba casi seguro de no tener nada claro, pero en algunas ocasiones, cuando la calma lo embarga y se sentía en paz consigo mismo, tenía como destellos de raciocinio, como si de pronto pudiera ver claramente dentro de él. La visión, sin embargo, lo aterraba porque significaba afrontar cosas que, por lo que había descubierto recientemente, llevaba temiendo desde los quince años cuando la pérdida de Sirius lo llevó a protegerse del dolor de querer a alguien demasiado. Querer...

¿Es eso? ¿Quiero a Draco?, Se preguntó al fin, sin más sombras que enturbiara la pregunta que durante semanas había ido resonando en su mente pero que no había podido escuchar con claridad hasta el momento. ¿He recuperado los sentimientos que años atrás ahogué en el olvido?

No, la respuesta era clara, puede que lo que había sentido por Draco en el pasado hubiera servido como combustible para prender la chispa, pero la llama que ahora ardía era totalmente nueva.
Simple y llanamente se había vuelto a enamorar de Draco. De ese nuevo Draco que era tan parecido y la vez tan diferente del Draco que él tan bien conocía. De ese nuevo Draco de casi treinta años que era padre, amigo de sus amigos, y el mejor abogado mágico del Reino Unido, y puede incluso que de toda Europa.
No era un capricho, no era mera atracción física, ni el deseo insatisfecho de sus hormonas puestas a ralla por primera vez en una década, era más... mucho más...

¡Merlín bendito! ¡Lo es todo, el premio gordo con todos los bonos extras!, Pensó quedándose clavado en su asiento. Algo en su expresión tuvo que dejar ver lo que estaba pensando, porque notó como unas manos gentiles le retiraban la taza de entre las manos. Alzó la mirada y se encontró con los ojos marrones de Hermione mirándolo con preocupación.

- Pensé que te ibas a descontrolar Harry... –susurró la bruja algo nerviosa, mirando a su alrededor constantemente- Se podían leer tantas emociones en tu rostro... Y estabas cogiendo la taza con tanta fuerza que hasta he temido que la fueras a romper, claro que entonces he visto como vibraba el contenido de la taza y me ha preocupado bastante más que tu magia se desbocara.

Harry respiró hondo, relajando la tensión que aparentemente había estado acumulando, estiró los brazos y dejó que su energía fluyera de nuevo por él. Miró a Hermione y vio preocupación en el rostro de su amiga.

- Estoy bien Hermione, sólo algo sorprendido de las respuestas que he encontrado dentro de mí, la verdad. –Reconoció con una sonrisa algo torpe- Es sorprendente lo que uno puede llegar a encontrar si mira demasiado en su mente, y si tiene, claro está, una buena guía externa que lo vaya encaminando por la senda correcta. –concluyó guiñándole un ojo a su amiga.

- ¡Oh Harry! –exclamó Hermione con los ojos llorosos- Si no fuera porque soy incapaz de levantarme del sillón yo sola te daría un abrazo. –un par de lágrimas cayeron por las mejillas de la bruja- Corrección, te daría un sopapo por hacerme llorar en público. Con lo hormonal que estoy yo y tú me traes un muffin, y me halagas y... – se vio obligada a parar y a sonarse porque realmente la que había terminado descontrolada era ella.

- Vamos, vamos mujer, no te me pongas ahora a llorar, la gente nos está mirando y se van a acabar creyendo que soy alguna especie de canalla que te ha dejado embarazada y piensa desentenderse de la criatura. –trató de bromear un poco para animar a su amiga- Además, se supone que íbamos a hablar de mí, y de mi recién descubierto enamoramiento por Draco, así que no trates de distraer la atención. ¡Aquí el famoso soy yo, Hermione! Y el que tiene siempre problemas por solucionar sin la oh-gran-ayuda de una mente privilegiada. Cuando quieras ser tú el centro de atención deberás avisar con tiempo.

Hermione comenzó a reír, y pronto más que preocuparse por las lágrimas tuvo que controlar el ataque de risa que le entró. Una vez calmada la conversación volvió a girar en torno a Harry y lo que éste sentía por Draco. Hermione pidiéndole prudencia y sobretodo mucho cuidado al ir acercándose a Draco y Harry tratando de asimilar aún sus sentimientos.

- Harry, tienes que tener en cuanta que nadie en este mundo le ha hecho tanto daño a Draco como tú, –le remarcó su amiga. Puede que Hermione quisiera ayudar a Harry, pero por encima de todo estaba el bienestar de Draco- También es cierto que no ha querido nunca a nadie como te ha querido a ti. Y en parte puede que aún te siga queriendo. Por eso debes tener cuidado. –le instruía su amiga- Tienes primero que romper la barrera que se ha impuesto respecto a ti si quieres acercarte a él, y después sólo tendrás que hacer que se enamore de ti, otra vez. Cosa que no será muy difícil.

- Claro, como si fuera nada. –Replicó Harry exasperado- ¿Tú te crees que si las cosas fueran tan fáciles como tu las planteas estaría yo aquí? Para empezar hay tanto que no sé de él, me refiero a estos últimos diez años... Mi vida no es ningún secreto, pero Draco… Ya fue bastante sorpresa ver que tenía una hija. Me he perdido tanto de su vida Hermione que no sé si voy a ser capaz de estar a la altura del hombre que es ahora.

- No te preocupes tanto, de verdad. Tú sólo dedícate a ser tú mismo, y cuando Draco esté preparado, empiezas con eso que parece haberse olvidado ya: el cortejo. –le dijo con un guiño, Harry sólo resopló con fastidio- Y por lo de las cosas que te has perdido de él... No sé si te puede ayudar pero tengo grabados unos vídeos en CD’s de algunas reuniones o celebraciones de estos últimos años. Llámame nostálgica, pero si no tengo esas imágenes en video me da la sensación de que las conservaré para siempre. Las tengo también en pensadero, pero la verdad es que no es lo mismo, pierden ese aire chapucero de las grabaciones caseras.

- Por no decir que los pensaderos y yo no nos llevamos demasiado bien... –añadió Harry con aire sombrío- De todas maneras, me encantaría poder ver esos videos.

- ¡Perfecto! Vamos a comprar algo para el sábado, y me acompañas a casa para que te pueda dar los CD’s. – Hermione alzó los brazos en espera a que Harry la ayudara a levantarse- Gracias, como no me siente en sillas normales después me cuesta horrores levantarme sola si no hay nadie para ayudarme.

La tardé transcurrió animadamente, paseando por las tiendas de Diagon Alley, el mercado de Borough, los grandes almacenes Selfridges, e incluso se pasaron por Fortune & Mason para comprar té, cosa que divirtió enormemente a Harry.

- ¿No me digas que tu también te has vuelto una adicta al té? –preguntó al tiempo que observaba como Hermione buscaba entre los numerosos estantes el té que quería concretamente.

- Fue inevitable, Harry. Después de estudiar durante cuatro años con Draco y de incluso vivir una temporada juntos no tuve más remedio que unirme a su club de amantes del té. Era eso o escucharlo a todas horas murmurar entre dientes sobre la perdida de la identidad inglesa.

- ¿Sigue tomando el mismo tipo? ¿El ceylon orange no sé qué? – recordaba el olor que solía tener por las mañanas el piso en el que él y Draco vivieron. Suave olor a té negro, algo afrutado, junto con el de las rodajas de limón con las que Draco solía servirse su “carburante”. No había conocido a nadie que bebiera tanto té como Draco, se podía llegar a tomar perfectamente entre ocho y nueve tazas al día y nunca decía que no a una segunda.

-Ceylon Orange Pekoe, y sí. Sigue tomándolo, aunque ahora lo intercala con té verde, y varios tes más que tiene por casa.

Mientras Hermione seleccionaba bombones y demás chocolates para saciar su goloso apetito, Harry se paseó por la sección de tes.
De seguro si le llevaba un detalle a Draco no sería mal interpretado, ¿verdad? Se preguntó observando una bonita cesta con un variado surtido de tes en diferentes cajitas.
No quería descubrirle a Draco aún su intención de poco a poco tratar de conquistarlo, pero sabiendo como sabía lo mucho que a Draco le gustaban las infusiones y todas esas mandangas de las cajas, cestas y adornos era casi como si escuchara una voz diciendo: cómpraselo, cómpraselo, cómpraselo...
Cuando se encontró con Hermione en la caja para pagar, ésta miró interrogante el paquete que llevaba en una de las bolsas para clientes y finalmente tuvo que confesar.

- Es para Draco... ¡Y no me mires así! –La mirada reprobatoria de Hermione no se hizo esperar- Ya te he dicho que lo quiero, ¿qué más necesitas? ¿Una declaración jurada? Y es sólo un detalle, no tiene porque pensar que significa algo más. Ya sé que me has dicho que tengo que ir despacio y todo eso, pero eso sólo una maldita cesta con varios tes, no le estoy declarando mi amor eterno, así que ahórrate las increpaciones

- Lo siento, es que tengo esa manía protectora sobre él, ¿sabes? Sólo, sé cuidadoso, por favor...


Cuando por fin Harry pudo regresar a su casa, estaba prácticamente anocheciendo, se les había hecho algo más tarde de lo que planearon en principio, pero al menos habían decidido que llevar cada uno para la barbacoa en casa de Neville y Dean. Hermione prepararía un macedonia de frutas como postre, y Harry llevaría pan de ajo y varias salsas para acompañar la carne y las verduras que se fueran a hacer a la brasa. Les había costado bastante decidirse, teniendo ya como plato principal las toneladas de chuletas, costillas, salchichas, pimientos, berenjenas, alcachofas y patatas, además de la por lo visto famosísima ensalada de patata que desde generaciones preparaban los elfos de la familia Malfoy y que Draco había decidido que Winky heredara, pero al final habían conseguido encontrar unos acompañamientos adecuados.

-Sobrará comida. –dijo Harry a nadie en particular sentado en un sofá de su sala de estar- Conociendo a los Weasley seguro que vienen cargados de todo tipo de viandas, claro que por otro lado, también comen más que las personas normales.

Se alegraba de haberse duchado después del entrenamiento porque en esos momentos sólo le apetecía estirarse en el sofá y no hacer nada. Aún así se descalzó y se sirvió un trozo de quish de jamón y queso que había en la nevera, una manzana y levitó también un par de cervezas de camino a la sala de estar. Suerte tenía de Dobby, que le mantenía la casa ordenada, limpia y siempre con comida lista para poder ser consumida sin necesidad de calentar si no le apetecía.
Estirado en el sofá, con la comida en la mesita frente a éste, encendió el fuego de la chimenea ya que en Escocia a pesar verano por las noches seguía haciendo frío, y acciono el reproductor de dvd con el primero de los videos que Hermione le había dejado.
Se recostó cómodamente y se abrió una cerveza. En la enorme pantalla de televisión que tenía colgada en la pared en frente del sofá apareció de pronto el rostro de una joven Hermione hablando con quien portaba la cámara, seguramente Terry, por los apelativos cariñosos con los que se dirigían. Parecían estar en St. Mungo, reconocía a la perfección esas paredes de la de veces que había estado ingresado durante la guerra y en accidentes de Quidditch.

“¡Venga sígueme!’ Decía la Hermione de la pantalla. ‘Terry, si cuando caminas vas a estar con la cámara grabando al suelo mejor me la dejas a mí.”
“Si tan bien sabes usar este cacharro, todo tuyo cielo’. Escuchó decir a la voz detrás de la cámara seguidamente de un: ‘¡Auch! Eso duele, ¡bruja!”
La grabación se detuvo y cuando volvió a encenderse se encontró frente a Draco, diez años más joven pero que aparentaba lo menos veinte años de más. Estaba pálido y ojeroso, como si hubiera dormido muy poco, y tremendamente delgado. Extrañamente sus ojos prácticamente brillaban y una sonrisa surcaba su cansado rostro.
“Venid y mirad a la niña más bonita del mundo.’ Les dijo con cierto tono de orgullo. ‘Neville no me deja que me la lleve aún al piso, dice que está algo baja de peso, seguramente a causa de las malas condiciones durante el embarazo de Pansy’. Su voz ensombreciéndose ante el nombre. ‘Y lo peor es que no me deja marcharme a míi tampoco, dice que estoy anémico...’ Y mientras decía eso, cogía un pequeño bulto de una cunita junto a la cama en la que había estado sentado. La cámara lo rodeó y mientras se escuchaba la voz de Hermione regañándolo por no comer lo suficiente en la pantalla salió el rostro sonrosadito de la pequeña Elora Danan, con una leve pelusa rubia en la cabecita prácticamente calva y unos despiertos ojos azules grisáceos que miraban desenfocados la cámara.

Durante horas estuvo así, simplemente viendo pasar ante sus ojos, como en una película de ficción, la vida de aquellas personas que tanto le importaban. Después de las varias tomas de Draco con Elora en el hospital junto con Hermione, Neville, Terry, Eduard y su esposa, siguieron varios cumpleaños de Elora en los que también salía la familia de Hermione. Navidades con los parientes de Hermione, celebraciones del Yule y el Samhein en casa de Eduard, y de más reuniones del estilo, en las que siempre se percibía el cariño que todos parecían tener a Draco y a su hija, y en las que Draco aparecía cada vez más saludable y más parecido al que él conocía en la actualidad.
Fue toda una sorpresa el video de Neville y Dean el día que recogieron a un pequeño Kabul de tres años del Orfanato Sta. Margaret para magos, brujas y squibs. Se les veía a ambos tan emocionados... En esa ocasión grababa Draco y se podía escuchar su voz diciéndole a Elora que se acercara a saludar a su nuevo amigo. Una sonrisa apreció en su rostro ante esa escena, reacción muy diferente a la que otras imágenes provocaron él, teniéndose que contener las ganas de destrozar la tele a golpes o simplemente dejar libre su rabia al ver una grabación en la mansión Longbottom. Elora y Kabul ya más crecidos de unos 6 o 7 años, y Hermione parecía estar grabando un partido de básquet en el que salía cierto joven negro muy atractivo, que no era Dean, con el que Draco parecía tener bastante más que amistad. Era obvio que durante esa década Draco no se hubiera mantenido célibe, como tampoco lo había hecho él.

¡Demonios! Si él mismo fue quien me dijo que el sexo casual sin ataduras era lo que más practicaba, Se dijo recordando la tarde de principios de verano cuando había conseguido probar de nuevo los labios de Draco después de un agotador fin de semana de celos y deseo desbocado.

Era muy diferente sin embargo saber algo a verlo. Ya lo decía el dicho popular: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y a pesar de saber que Draco no sólo se había acostado con otras persona sino que seguramente también debía haber mantenido alguna que otra relación más o menos seria, verlo ahí, en la pantalla de su televisor, tener que aguantar la visión de otras manos acariciando ese estomago plano y firme, esa espalda delgada, ese cabello suave que pedía a gritos atención...
No, simplemente no podía con ello. Le dolía, le daba rabia, sentía celos y estaba seguro que si se cruzaba con ese desgraciado que estaba tocando a Draco, ¡a su Draco! Si no le arrancaba la cabeza del cuello con sus propias manos dejaría su magia fluir y lo haría explotar desde dentro, y aún podía ir dando gracias de que no lo torturase antes. No tenía ni idea de quien era ese personaje, pero no quedaría así la cosa.
¡Oh no! Para nada, como mínimo si sé su nombre podré controlar que no se vuelva a acercar a Draco nunca más. Me contentaré si no lo vuelve a ver... Concluyó algo más clamado, continuando con el resto de imágenes que para su agrado y tranquilidad no mostraban a ningún otro novio de Draco.



Lejos de allí, a millas y millas al sur de Montrose, en un barrio residencial de Londres, Draco Malfoy descansaba estirado en la alfombra frente el fuego, recostado sobre unos cuantos cojines con la mirada perdida y escuchando en suave crepitar de las llamas. Una copa grande de vino junto a él, a penas tocado el contenido, un aromático vino blanco proveniente de una de las fincas que había conseguido arrancar de las garras del Ministerio.

No se había equivocado al pensar que la irrupción de Harry en su vida crearía un tremendo desbarajuste, lo que no imaginaba es que también se introduciría en la vida de sus amigos. Y no sólo era Harry, de pronto volvía a tener a todo un grupo de magos y brujas con los que hacía años que no se veía ni hablaba, saliendo con él y sus amigos. Magos y brujas que tiempo atrás creyó sus amigos pero que no lo fueron lo suficiente como para seguir viéndolo e interesándose por él cuando más lo necesitó. Claro que también creyó que Harry lo quería, y al final resultó que no lo quería tanto como él pensaba. O no tanto como él lo quería…
En el fondo todo giraba en torno a Harry, y sabía que cualquier recriminación que pudiera hacerle al resto de personas con las que se había sentido abandonado podía fácilmente ser achacada a Harry. ¿A caso no fue Harry el que lo dejó? ¿El que lo abandonó, rompiéndole el corazón por el camino? ¿No fue también Harry el que no pudo afrontar sus acciones y lo evitó a toda costa, obligando a terceros a escoger? ¿Poniendo a sus amigos en una situación violenta?
A veces odiaba tener que darle la razón a su difunto padre, pero querer tanto podía llegar a ser una debilidad. Y lo era en su caso. Harry era su debilidad, y por más que quisiera despistar el tema con los demás el problema seguía siendo Harry.

Harry lo estaba matando, quizás no fuera consciente de ello, pero lentamente con sus palabras, sus gestos, las miradas... Todo de él lo estaba matando. No en un sentido físico, a pesar de que los nervios le cerraran el estómago y le costara horrores comer una comida normal, sino a nivel emocional. Toda la estructura interna que había ido construyendo durante los últimos diez años para evitar pensar en Harry se desmoronaba por minutos, por los minutos en los que Harry estaba junto a él, observándolo, hablándole, devorándolo con la mirada...

-¿Cómo se supone que voy a sobrevivir a esto?- susurró dejando caer la cabeza hacia atrás- No puedo... De verdad que no puedo... No soy lo suficientemente fuerte...

Ladeó el rostro y se quedó mirando a la copa junto a su mano. La prendió y dio un largo trago, dejando que el sabor suave y afrutado invadiera su paladar y su olfato.
Quizás si se embargaba de esa sensación de embotamiento que le producía el vino podría dejar pensar en Harry, y de sentir el dolor que esos pensamientos le producían.
Se quedó mirando la copa de vino y una lágrima se deslizó por su mejilla.

- ¡Maldito seas Harry Potter! –gritó de golpe arrojando la copa contra el fuego- ¿Cómo no voy a pensar en ti si no he dejado de quererte? Si te tengo cosido a mi piel y cada vez que te veo de nuevo sólo me hace quererte más... –se cubrió el rostro con las manos y dejó que el llanto saliera de forma natural, de nada valía retenerlo, al menos quizás así podría dormir más relajado- Maldito seas por volver a mi vida... Maldito seas por hacerme sentir de nuevo tan vulnerable... ¡Por hacerme sentir! –exclamó entre sollozos-Maldito, mil veces maldito... Pero que los dioses me amparen porque no hay forma humana de sacarte de dentro de mí.

No podía negarlo más, ya no era sólo el hecho de haber continuado queriendo a Harry durante todos esos años, no. Ni el hecho que su sola presencia física le provocara escalofríos de deseo, no. Lo que más le preocupaba, lo que lo estaba llevando al borde del colapso era saber que cada vez que lo volvía a ver, cada nuevo aspecto que observaba de Harry, cada pequeño detalle de ese nuevo Harry que alegaba querer cambiar sólo hacía que le atrajera más, que le gustara cada vez más lo que veía.
Sólo necesitaba darse permiso, abrir la puerta de su corazón y sabía que de forma irrefrenable se volvería a enamorar por completo de Harry.
La idea lo tenía aterrorizado, porque si se volvía a enamorar de Harry, mejor dicho, si permitía que esos nuevos sentimientos arraigaran estaba perdido, perdería todo control sobre su vida y volvería depender una vez más de alguien. Era por eso que no había tenido demasiadas relaciones duraderas en los últimos diez años. Tenía tanto miedo a volver a sufrir un desengaño semejante al que le causó Harry que no se permitía implicarse demasiado con nadie.
Quizás el único con quien se abrió a la oportunidad de volver a amar fue con LeBron, y la relación terminó al darse plena cuenta de que le era imposible quererlo como el otro mago merecía cuando una parte de él seguía perteneciendo a Harry. Esa era la otra razón, o quizás la principal razón, por la que no había conseguido cuajar ninguna relación por más de tres años con una misma persona, claro que en general no era a lo que dedicara mucho tiempo para preocuparse sobre ello. Bastante tenía con su trabajo y su hija. Ser padre soltero no era fácil, nada fácil. Y a pesar de tener mucha ayuda de sus amigos había cosas que había tenido que afrontar solo, cosas para las que no le habían preparado. Al fin y al cabo la idea de sus padres sobre tener hijos era copular y dejar que elfos, nanies y tutores hicieran el resto.

No, definitivamente no mucho tiempo para tener pareja, pensó levantándose del suelo y desaparecido los pedazos de vidrio de las brasas.

A pesar de sus palabras, esa misma noche, cuando se acostó en su cama, una cama grande con espacio de sobras para dos e incluso tres personas, la misma sensación se soledad le aguijoneó como cada noche al recordar lo que era irse a dormir con alguien a su lado.

Siguiente

Profile

duare: (Default)
duare

August 2012

S M T W T F S
   1234
5 67891011
12131415161718
1920 2122232425
262728293031 

Most Popular Tags

Style Credit

Expand Cut Tags

No cut tags
Page generated Jul. 6th, 2025 10:55 am
Powered by Dreamwidth Studios