FIC: Un-Break My Heart #3
Dec. 4th, 2006 04:51 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Título: Un Break My Heart #3
Autor:
duare
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #003 Finales, por final de una vida tranquila.
Rating: NC-17
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor: Editado después de mucho, pero que mucho tiempo. Dedicado a
gaia_naturae, por su 21 cumpleaños. Beteado a por
aviss. Reposteado después de mucho tiempo, ahora que ya lo tengo terminado, para
fanfic100_es.
Total Palabras: 8963
Anteriores: Capítulo 1, Capítulo 2
UN-BREAK MY HEART
3. Come back to my life
Draco Malfoy estaba teniendo una semana de lo más estresante. Llevaba varias semanas litigando por una de las villas del patrimonio Malfoy en la Bretaña francesa y se lo estaban poniendo difícil, sabía que tarde o temprano ganaría el caso, pero eso no quitaba para que estuviera ya cansado de marear la perdiz. Y lo peor era que le habían vuelto a aplazar la vista por el caso de Malfoy Manor. Eran ya dos años de impugnaciones de varias sentencias, y nada, el ministerio se resistía a devolverle su mansión. Suponía que en parte era por el golpe moral que significaría, sería como herir el orgullo del Ministerio, pero contra más se resistieran peor sería, su alegato final iba a ser aún más emotivo y estaba seguro que en el momento del último juicio sería capaz de conmover incluso al ultimo de los dementors.
Tenía toda la intención dejar al ministerio y su afán especulativo por los suelos, pensaba salpicarles con toda la mierda que tenían oculta y ganarse el favor de todas las brujas del Reino Unido. No que no lo tuviera ya, pero le encantaba ver como brujas que antes lo hubieran crucificado por ser hijo de quien era ahora le reclamaban al Ministerio a favor de su causa.
Que le voy a hacer, Slytherin hasta la muerte, sonrió satisfecho.
Entró en su despachó y se comunicó con Sígrid, su secretaria, para que no le pasara llamadas a no ser que fueran urgentes, muy, muy urgentes. Llevaba toda la semana con Elora llamándole como mínimo una vez al día, y eso le daba mala espina. Conocía a su hija lo suficiente como para saber que se avecinaba una de esas etapas en las que casi parecía tener complejo de Electra y no lo dejaba ni a sol ni asombra.
Se estiró en la cómoda butaca de piel y descansó los pies en la enorme mesa de escritorio, repasó el último caso que estaba llevando y una mueca divertida se dibujo en su rostro al recordar la cara del otro abogado al verle.
Le encantaba saber que le temían.
-¿Que le voy a hacer? Soy jodidamente bueno, no puedo evitarlo –le dijo a nadie en particular.
Se hizo levitar la bandeja con el servicio de té y se sirvió una taza mientras repasaba el papeleo del último trato que había cerrado, sí señor, un acuerdo de lo más jugoso, se dijo satisfecho.
Oyó como picaban a la puerta para seguidamente ser atravesada por Eduard MacField, socio mayoritario del buffet y mentor de Draco.
-Eduard pasa, pasa. ¿Quieres un té? –preguntó educadamente indicándole que se sentara.
-¿Qué tal te ha ido en el Ministerio? ¿Están siendo muy duros de roer? –preguntó el hombre con una amable sonrisa. Eduard MacField era un hombre robusto bien entrado ya en la cincuentena, de pelo y barba abundantes y canosos pero de joviales y cálidos ojos marrones- Ya sabes que si necesitas ayuda te puedo echar una mano, no que la necesites claro. Tengo la suerte de contar en mi staff con el más joven y brillante abogado del país –añadió con una sonora carcajada.
-Vale Eduard, ahora si que me estás asustando, tú sólo me bañas de halagos cuando me tienes que decir algo poco agradable, así que dispara.
-Me has pillado –contestó sonriente Eduard-, pero no te preocupes, no es algo tan grave, de verdad. Mira, me han planteado llevar las negociaciones de un contrato, de uno muy importante en el que hay mucho dinero y derechos de por medio. Quieren al mejor Draco, y ese eres tú, yo puedo participar en las negociaciones, pero necesitaremos de tu instinto agresivo para sacar la mejor tajada posible. ¡Y piensa en la comisión!
Draco entrecerró los ojos y miró a su mentor y socio con detenimiento, el hombre se veía realmente ansioso por aceptar el caso, pero temía que él se negara, ¿por qué? Había algo que Eduard no le estaba diciendo, y debía ser algo importante.
Por todos los diablos, ni que tuviera que hacer de abogado defensor del mismísimo Voldemort, pensó suspicaz.
-¿Y el problema Eduard está en...? –preguntó haciendo un ademán en claro signo de que prosiguiera.
-Veras... Nuestro cliente es un hombre importante, y muy ocupado, así que no te preocupes que no le veremos, trataremos sólo con su agente así que... – Eduard interrumpió la charla al ver la mirada exasperada e impaciente de Draco, si quería que aceptara, lo menos que podía hacer era no enfadarlo “demasiado”- De acuerdo, ya paro. Es Harry...
Draco parpadeó como si no entendiera lo que acababa de escuchar y preguntó perplejo:
-¿Harry?
-Sí Draco, el contrato es para Harry, Harry Potter.
Horas más tarde, en la tranquilidad de su sala de estar Draco repasaba los papeles que Eduard le había entregado con toda la información necesaria para lleva el caso Potter. Su historial deportivo, un seguimiento médico, sus anteriores contratos con las otras franquicias y los diversos acuerdos de publicidad, junto con las ganancias obtenidas tanto para él como para los clubes por todo el merchandising que Harry generaba.
Ciertamente, viendo la cantidad de interese que se cruzaban entendía a la perfección que Eduard le hubiera pedido que llevara él el caso. Pero eso no evitaba que se sintiera inquieto. Sabía que era sólo trabajo, que ni siquiera iba a ver a Harry.
Pero hacía tanto que no pensaba en él... Después de años había conseguido relegar todo pensamiento consciente sobre Harry al fondo de su corazón y de su mente, acostumbrándose a esa especie de dolor sordo y profundo que le quedaba como recuerdo por el daño hecho. Y ahora, abrir la puerta de nuevo para tener a Harry en la cabeza, aunque sólo fuera por cuestiones de trabajo, le daba un miedo terrible. ¿Y si volvía a tener una recaída? No podía permitírselo, ahora tenía a Elora y debía ser fuerte por ella.
Dejó sobre la mesa los papeles del caso, relegando los que tuvieran que ver con la vida personal de Harry.
No gracias, se dijo enfadado subiendo las escaleras, no necesito saber cuantos magos y brujas se ha tirado Potter, ni tampoco quiero verme en la lista de conquistas, pensó furioso. Voy a hacer esto, y lo voy a hacer bien, le voy a conseguir el mejor contrato, uno tan bueno que ni siquiera su limitada mente haya imaginado, y lo voy a sacar de mi vida rápidamente como si nada hubiera pasado.
Abrió con cuidad de no hacer ruido la puerta de la habitación de Elora y apoyado en el canto de la puerta se dedicó a observa a su hija.
La niña tenía ahora nueve años, a punto de cumplir los diez, y estaba más guapa que nunca. El cabello rubio claro como el suyo le caía en rizados tirabuzones por la espalda, como los que tuviera también Pansy, y bajo esos párpados vencidos por el sueño se escondían un par de ojos preciosos de un color tan cambiante como las aguas del mar. Era la chiquilla más bonita del mundo, y nadie le podría hacer cambiar de opinión.
Mi niña, mi vida...
-Tú eres todo cuanto tengo Eli, eres mi vida entera, sin ti nada tendría sentido... –susurró bajito, para no despertar a la niña. Una lágrima rodó por su mejilla al recordar que hacía años, esas mismas palabras fueron dirigidas a otra persona. Cierto mago moreno que había desaparecido de su vida hacía diez años.
Las siguientes semanas pasaron con relativa calma. Harry estaba demasiado ocupado con el final de la temporada de Quidditch como para preocuparse por asuntos legales y Lee se limitaba a ponerlo al día de algunos avances.
Por su parte Draco y Eduard se reunían semanalmente con Lee para discutir la mejor forma de actuar.
Lo primero, según Draco, era asegurar que cualquier contrato de publicidad fuera negociado directamente con ellos, aunque lo promoviera el club, debían ser ellos los que miraran por los intereses del cliente, contra menos intermediarios mejor. Así, mientras la atención de todos se centraba en los campos de juego y en los partidos, Draco se dedicó a firmar acuerdos con todas las marcas que usaban la imagen de Harry como publicidad para garantizar la exclusividad de los derechos de negociación. Y una vez asegurado el hecho que el cambio de franquicia no afectaría a los contratos publicitarios se centraron en discutir las diferentes cláusulas que el nuevo contrato de Harry debía contener. El proceso era largo y tedioso, pero debían ser muy cuidadosos y meticulosos, no dejando ningún cabo suelto, más aún teniendo en cuenta que era posiblemente el último contrato de Harry.
Finalmente la temporada acabó con la ya previsible victoria de Magpies, ¿cómo iban a perder si tenían a la joya del Quidditch? Joya, que como ya se temían los directivos de la plantilla, no pensaba renovar el contrato y no había nada que pudieran hacer para que se quedara. Harry ya había expresado su deseo expreso de abandonar el club en el que había estado por cinco años, cinco maravillosos años de victorias, triunfos y alegrías.
Se abría pues el periodo vacacional en el que todos, tanto jugadores como clubes mostraban sus cartas y se dedicaban a negociar. Las ofertas no se hicieron esperar, todos querían tener a Harry Potter en sus plantillas, era como tener el boleto ganador, así que se inició una lucha a muerte entre las franquicias por ver quien era capaz de ofrecer más.
Como si tuviera importancia, pensó Draco divertido leyendo los titulares de las revistas deportiva que se hacían eco de las diferentes noticias o rumores sobre el futuro de Harry, Potter ya ha decidido con quien quiere jugar así que sólo nos queda sacar el mejor trozo del pastel y listos.
Y como era de esperar, ahora que Harry ya no tenía partidos que ganar ni entrenamientos a los que asistir era sólo cuestión de tiempo que decidiera interesarse por sus asuntos legales. Sólo que Lee había rogado a cuantos dioses conocía para evitar que esto pasara.
Oh bueno, pensó derrotado cuando sacó el tema una mañana en la que había ido a casa de Harry a llevarle unos documentos, no se puede evitar lo inevitable, ¿verdad?
-¿Cómo van las negociaciones?-preguntó Harry con interés.
-Bien, muy bien. Mejor de lo que esperaba. Ya nos hemos puesto en contacto con el Puddlemere, así que no debes preocuparte por nada. Sólo queda que acabemos de redactar algunas cláusulas y ya podremos ponernos a negociar con el club –respondió Lee cruzando los dedos y tocando madera para que Harry no dijera lo que sin duda iba a decir.
-Genial, pero quiero ir un día hablar yo mismos con los abogados estos tan buenos que me has buscados, ¿vale? Quiero ver el contrato antes de que esté terminado y ver si se me ocurre algo más –comentó Harry tranquilamente mientras seguía untando mantequilla en una tostada, y añadió- ¿Cuándo tienes que ir de nuevo? Si me va bien te acompañaré.
Lee contuvo las ganas de darse de cabezazos contra la mesa. Había temido que esto pasara, y ahora sólo podía pensar en cómo decir las cosas de la manera menos violenta Al fin y al cabo, estuviera Draco o no presente, era imposible esconder el hecho de que era él quien estaba llevando el caso. Harry conocía a Eduard de la época en la que salió con Draco y bueno... Estaba el hecho de que la firma de Draco estaría por todo el contrato de Harry, así que...
Mejor afrontar las cosas de cara, contra antes se lo diga, antes podremos seguir con esto, ¡qué demonios¡ ¿Acaso no fui un Gryffindor en mis tiempos de colegio? Se supone que lo nuestro es el valor, ¿no? Se dijo a él mismo, y tras tomar un par de profundas bocanadas de aire se preparó para lo que vendría.
-Pues justo tengo que ir hoy a las once –empezó, rezando para que Harry no pudiera venir y así retrasar un poco su prematura muerte.
-Perfecto –respondió sonriente Harry-, no tengo nada que hacer. Me ducho y te acompaño.
-Sí, de acuerdo, pero Harry... Veras, hay algo que no te he dicho. No, no es algo malo –añadió vendo la expresión preocupada de Harry. – Es sólo que, verás... El buffet que lleva tu caso... Ehh, bueno, es MacField & Asociados Legalitas.
-¿MacField? –preguntón perplejo- ¿Ese no era el...? –no concluyó la pregunta al ver como Lee asentía afirmativamente –Aaah... Vaya. –fue lo único que dijo.
-Sí, vaya... Y veras, se llama Asociados porque ahora tiene un socio, que es el que está llevando tu caso, es el mejor abogado del país y tu me pediste al mejor, así que...
-¿Quién?-preguntó Harry sabiendo de antemano la respuesta.
-Draco, Draco Malfoy, recuperó su apellido hace años, y bueno... Pues eso. Mira, no sé bien lo que pasó entre vosotros, pero esto es trabajo Harry. Draco ha estado trabajando en tu caso perfectamente, llevándolo todo bajo control, realmente es bueno, de verdad. Y si no quieres verlo no pasa nada, no es necesario, en serio.
Lee continuaba hablando, palabra tras palabra iba saliendo de su boca, pero Harry no las entendía, Harry no las escuchaba. Para Harry el mundo simplemente había dejado de girar y lo único que pasaba por su cabeza era todo un torrente de imágenes de su pasado.
Draco con el uniforme del colegio en medio del gran comedor gritándole a sus compañeros de casa.
Draco sonriéndole. Riendo junto con Hermione. Besándole.
Draco y él besándose como si fuera la última vez.
Draco en aquella horrible mazmorra en la que estuvo preso por dos largos meses durante la guerra.
Draco bajo él gimiendo su nombre en pleno orgasmo. Draco llorando, roto...
Y en su mente unas palabras retumbaban poderosamente: ¿Mi Draco?
Una hora y media más tarde Harry y Lee se servían un té en la sala de reuniones de MacField & Asociados Legalitas, mientras el mismo Eduard MacField los entretenía charlando y explicándole a Harry los puntos más importantes de su nuevo contrato. Todo para hacer tiempo hasta que llegara Draco, quien había tenido una vista con el ministerio por el caso de Malfoy Manor y por lo que parecía se había alargado más de la cuenta.
Mejor, pensó Eduard algo preocupado, así Sígrid podrá avisarle de quien está aquí antes de que entre. Bastante malo va a ser como para que se lo encuentre de golpe.
Pero que sería de la vida sin esas pequeñas casualidades que sólo le añaden un poco de emoción a las cosas. Y es que cuando esperamos que las cosas sucedan de una manera es sólo cuestión de tiempo para que pasen totalmente al contrario de cómo habíamos planeado.
Así que cuando Draco se apareció en su despachó y corrió hacia la sala de reuniones maldiciendo al ministerio por hacerle perder el tiempo y encima hacerle llegar tarde, no hubo secretaria posible capaz de detenerle y advertirle de lo que se iba a encontrar.
Las puertas de la sala de reuniones se abrieron estrepitosamente dejando entrar como en un torbellino a un muy cabreado Draco Malfoy.
-¿¡Te puedes creer que me han hecho perder dos horas, dos jodidas horas, para decirme que si tanto rechazo tengo por los actos de mi padre y por las artes oscuras, cómo es posible que quiera recuperar Malfoy Manor, mi mansión, que según ellos es un claro símbolo de las artes oscuras!?-exclamó exasperado dando vueltas frente a una de las ventanas, de espaldas a Lee y Harry.- Es mi mansión, ¡mi puta mansión! Ha pertenecido a mi familia por siglos y ahora me salen con esto. He estado a punto de maldecir al jodido representante del Ministerio, sólo porque sé que es un mandado, de verdad... Estoy ya harto de jugar al ratón y al gato. Se acabó, que se preparen. Me han cabreado tanto que les voy a arrojar cada pedazo de basura que hayan escondido en los últimos 15 años.
-Ehem, ehem... Draco, que bien que hayas llegado –empezó nerviosos Eduard viendo como Draco miraba por la ventana aún terriblemente tenso- ¿Adivina quien ha venido? Nuestro cliente en persona para asegurarse de que todo estuviera según su agrado –concluyó aún más nervioso, lanzándose miradas preocupadas con Lee.
Harry había estado preparándose mentalmente para el encuentro, había tratado de relegar todo recuerdo del Draco de su pasado repitiéndose que esto era sólo trabajo. Nada más. Y quizás, pensó esperanzado, no puede venir, o viene pero yo ya me he ido, o quizás se ha vuelto terriblemente feo y está demacrado por el paso de los años o quizás...
Nada lo preparó para ver entrar a Draco hecho una furia. Las mejillas sonrojadas por la ira contenida, su piel igual de pálida y cremosa que como la recordaba, el lacio y suave cabello agitándose por las grandes zancadas que iba dando, y su cuerpo cubierto por un conjunto de pantalón con pinzas y túnica larga de mezclilla gris. Un cuerpo impresionante, abandonados ya los rasgos de la adolescencia. Un cuerpo adulto y atractivo que se podía entrever bajo la fina camisa de lino que acompañaba el conjunto.
A Harry se le quedó cara de tonto, o eso pensaron Lee y Eduard, afortunadamente Draco estaba en plena explosión así que ni siquiera se había percatado de la presencia de los clientes, lo que le dio tiempo para recomponerse y tragar con fuerza.
Draco estaba más atractivo aún de cómo lo recordaba, y verlo furioso sólo agravó la situación, la mente perversa de Harry imaginaba la de cosas que seguramente podría hacerle Draco en ese estado, cosas fuertes y duras.
La garganta se le secó y tuvo que poner las manos bajo la mesa para esconder su nerviosismo. Hacía años que no lo veía, la última vez fue de refilón en una fiesta en conmemoración por los caídos en la guerra. Pero realmente no se habían dirigido la palabra, no desde aquella tarde de hacía diez años en la que dejó a Draco llorando en el piso que ambos compartían. Algo dentro de él se removió, aquella parte de él que concienzudamente se había dedicado a enterrar y sepultar, aquella pequeña espinita que le recriminaba su comportamiento y que quizás, sólo quizás se arrepentía de las decisiones tomadas.
Draco escuchó las palabras de Eduard y sintió como de nuevo el mundo se derrumbaba bajo sus pies. Había esperado que este momento no sucediera nunca, aunque la parte lógica de su mente le recordaba en un clásico e irritante “te lo dije” que era inevitable que tarde o temprano tuviera que enfrentar a Harry. Recompuso sus emociones con rapidez y se colocó la máscara típica de Draco Malfoy, una máscara diferente de la sus predecesores. La suya era una máscara de “ey, todo está bien, no hay ningún problema” que le permitía comportarse en cualquier ocasión y ante cualquier situación como si realmente no hubiera nada mal.
Se giró posando sus ojos por unos segundos en los de Eduard, agradeciéndole silenciosamente el aviso, para quedar finalmente frente a Harry.
Las miradas de ambos se prendieron la una de la otra, como cientos de veces habían hecho en el pasado, pero esta vez un tupido velo cubría las emociones de ambos. De no ser así ambos hubieran visto el torrente de dolorosos recuerdos que los traspasaba y las miles de imágenes que sus mentes proyectaban, como en una película a cámara rápida de su vida en común.
La tensión del ambiente era casi palpable, y tanto Lee como Eduard se maldecían mentalmente por no poder hacer nada. Finalmente, cansado de esperar, Eduard carraspeó, despertando así a los dos magos de su ensueño.
El primero en reaccionar fue Harry, quien con una tímida sonrisa se aventuró a pronunciar las primeras palabras.
-Hola Draco.
-Harry... cuanto tiempo... –lo que rápidamente fue seguido por un muy estudiado “me alegro de verte”.
Una vez roto el hielo la conversación fluyó apaciblemente, tratando todo tipo de temas pero especialmente los referentes al contrato de Harry.
Las cosas siguieron así durante los siguientes días, se reunían cada tres o cuatro días para ultimar algunos aspectos del documento final y Draco les informaba religiosamente sobre el avance de los contactos de tanteo que iba haciendo con los asesores legales y directivos del Puddlemere United.
Y a pesar de la tensión inicial entre ambos, y el miedo que habían tenido Lee y Eduard de que las cosas saltaran por los aires, ambos ex amantes se comportaron perfectamente, más pendientes de estudiarse mutuamente y observar los cambios en el otro.
Para Draco entrever como era el día a día de Harry no fue algo tan sorprendente, quizás lo esperaba algo más frívolo y desenfrenado si tenía que hace caso a lo que se decía en la prensa. En su lugar había encontrado un Harry a punto de cumplir los 30 años y que empezaba plantearse su vida como algo más que un partido de Quidditch. Bien, pensó con un deje de molestia, ya va siendo hora de que madure.
Para Harry en cambio la vida de Draco fue todo un shock. No es que tuviera una idea preconcebida, pero de todas las posibilidades que su mente hubiera podido barajar, está estaba fuera de todo lugar. Draco era padre de una niña preciosa, era el marido que todas las brujas deseaban para sus hijas, o sus hijos puesto que seguía siendo abiertamente gay, era la bandera de las causas perdidas y se dedicaba con uñas y dientes a recuperar el patrimonio de su familia y a limpiar el apellido Malfoy de todo oprobio mediante donaciones y obras de caridad.
¿Quién lo hubiera dicho del repelente niño al que conoció hacía ya tantos años en Madame Malkin?
De todas formas lo que más había sorprendido a Harry era el hecho de que tuviera una hija. Había podido enterarse de ello escuchando una conversación entre Draco y su secretaria o a Eduard, quien en cualquier momento aprovechaba la oportunidad para alabar a su aijada, según él, la niña más bonita del mundo. El hecho de que la niña estuviera a punto de cumplir 10 años le había estado martilleando en la cabeza durante días. No entendía cómo Draco había tenido una niña, siendo como era tan estrepitosamente homosexual, y aún entendía menos lo de la edad de la pequeña Elora Danan, ¿sería posible que Draco hubiera engendrado esa niña estando aún juntos?
La curiosidad pudo más que el decoro y acabó interrogando al pobre Eduard, quien a pesar de negarse al principio, aludiendo que cualquier información sobre Elora le correspondía a Draco revelarla, acabó contándolo todo. Dejando a Harry aún más impresionado si cabe.
La vida hogareña y tranquila de Draco era algo que jamás hubiera podido asociar con el elitista hijo de Lucius Malfoy, ni con el joven apasionado e impulsivo con el que salió durante más de tres años. Aún así debía reconocer que en los últimos meses de vivir juntos Draco parecía haber serenado su carácter, y por lo visto todo lo acontecido desde que sus caminos se separaron no habían hecho más que acrisolar el carácter del joven Draco hasta formar al hombre maduro, responsable y apacible que al mismo tiempo conservaba la vitalidad y agresividad de su juventud.
Recordaba el día que en plena reunión la chimenea se había conectado viéndose a través de ella a una preciosa niña de cabello tan rubio como el Draco e imposible ojos aguamarina con reflejos grisáceos.
La interacción entre padre e hija había sido terriblemente divertida, jamás hubiera imaginado a Draco Malfoy como un padre cariñoso y aún así muy estricto.
Lógicamente el rencuentro con Draco le había causado una sensación de nostalgia por el pasado, y cierta parte de él no podía evitar preguntarse si de haber continuado con Draco ahora él también sería el padre de la jovial Elora.
Se sentía perdido, el cambio de equipo, el plantearse se forma seria el final de su carrera como jugador, la aparición de Draco... Todas estas cosas habían acabado por crearle una sensación de desasosiego, necesitaba explicarle a alguien lo que le pasaba, necesitaba descargar sus preocupaciones, y sobretodo necesitaba que le sermonearan si era necesario, estaba ya harto de palabras de ánimo y de los “anímate tío, vayamos a tomar una cerveza y verás como se te pasa”.
Necesitaba a Hermione, no le cabía la menor duda, y estaba seguro que sermonearle sería lo más suave que la bruja le haría teniendo en cuenta lo unida que se sentía a Draco.
Aún así... Aún así necesito la lógica de Hermione, quizás ella encuentre algo de sentido al caos que siento.
Ir a buscar a Hermione a su despacho en el Departamento de Justicia era algo que hacía años que Harry no había hecho. Si se paraba a pensar hacía algo más de dos años que no veía a su antigua compañera de casa y mejor amiga durante largo tiempo. La alegría y sorpresa del encuentro fue opacada por el descubrimiento de la barriga de siete meses de embarazo que Hermione lucía.
-¡Oh Merlín! Hermione, estás, estás... ¡Oh dioses! –Harry continuó vociferando durante largos minutos un florido repertorio de exclamaciones de sorpresa hasta que la bruja se cansó de escucharlo.
-Suficiente Harry. Sí, estoy embarazada y enormemente oronda, hasta el punto que casi parezco hacer realidad la ilusión de todo físico “supongamos que una vaca es esférica” –refunfuñó la joven bruja ante lo cual Harry la miró perplejo – Nada, nada, desvaríos de embarazadas. Pero cuéntame, ¿qué haces por aquí? No que me queje de que te hayas animado a hacerme una visita. Aunque algo me dice que no debería estar sorprendida de que hayas decido venir justo ahora, ¿verdad Harry?
Lo que siguió fue un largo paseo hasta la casa de Hermione, “son sólo unas pocas millas, y una embarazada necesita hacer ejercicio diariamente” durante el cual Harry hizo algo que hasta hacía pocos días le hubiera parecido impensable: sé sinceró de todo lo que llevaba dentro, de todo aquello de lo que había huido y había escondido durante los últimos años.
Horas más tarde Harry recordaba el encuentro con su amiga, especialmente la parte en la que Hermione le había explicado que no fue el hecho de que dejara a Draco, según ella si había dejado de quererlo separarse era la mejor opción. Lo que no podía consentir era la forma de actuar de Harry después de romper con Draco, evitándolo, no dirigiéndole la palabra, negándose a ir a algún sitio si Draco también venía cosa que terminó con el recogimiento voluntario de Draco.
Viéndolo con distancia, su comportamiento le parecía totalmente fuera de lugar y debía reconocer que si el grupo de antiguos amigos de toda la vida se había terminado disgregando era en parte por la ruptura de Draco y él.
Había podido ver en casa de Hermione fotos de ella y Terry, de Draco y su hija, de Víctor Krum, de Neville y Dean junto con varios magos y brujas que no conocía, y no puedo evitar sentir el pinchazo de culpabilidad y remordimientos. Se había perdido tanto de la vida de gente a la que había querido en el pasado, y todo porque simplemente no fue capaz de afrontar a Draco, quizás temeroso de dar marcha atrás o quizás simplemente huyendo de esos ojos grises bañados de tristeza.
La siguiente vez que Harry vio a Draco fue nuevamente en una reunión en la que Draco mostró porque era considerado uno de los abogados más agresivos del país.
-Si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien. Vamos a ir de frente contra ellos, al fin y al cabo los tenemos cogidos por las pelotas –dijo el joven abogado con una sonrisa depredadora- Ellos te quieren, así que harán cualquier cosa que les pidamos, sólo se están haciendo los estrechos, tratando de que nos cansemos, cuendo en realidad no son más que un puñado de zorras. Ilusos...
Y seguidamente realizó varias llamadas en las que demostró lo habilidosos que podía ser adaptándose a cada momento. Veinte minutos después les informaba que el sábado los esperaban en el nuevo centro deportivo del Puddlemere para finalizar el trato.
El sábado siguiente Harry se levantó pronto, atacado de los nervios, el porqué de su estado era algo que no pensaba ahondar demasiado, uno nunca sabe lo que se puede encontrar si mira demasiado en su interior, se dijo de camino a la ducha.
Se apreció poco antes de las once de la mañana en el Caldero Chorreante, pese haber quedado en encontrarse los cuatro a las doce del medio día Lee y él habían preferido venir antes y pegarse un buen desayuno, de esos que te hace decir “ahí va la ostia, con fundamento pues” Para su sorpresa se encontró con que Eduard había tenido la misma idea, así que ahí estaban Mr. y Mrs. MacField desayunando tranquilamente y leyendo El Profeta y Corazón de Bruja, respectivamente.
-Harry muchacho, ¿también has venido a desayunar? Siéntate con nosotros si te apetece –le ofreció amable Eduard.
-Gracias, con mucho gusto –respondió sentándose frente a la pareja- He quedado con Lee pero aún no ha llegado, debe de haberse dormido.
Conversaron animadamente y se divirtió de lo lindo con Mrs. MacField comentando los chismes que publicaban sobre él y que eran terriblemente falsos.
Finalmente, después de esperar a Lee por media hora Tom el tabernero les avisó que Lee Jordana acaba de comunicarse vía flu para constatar que llegaría tarde.
-¿Para que esperar entonces? Acompáñanos Harry que te presentaremos a nuestra ahijada, ya verás como en persona es mucho más guapa que en fotos o por flú- le comentó Eduard, y girándose hacia Tom el tabernero añadió.- Serías tan amable de decirle al señor Jordan que estaremos en Lady Godiva, así se ahorrará el tiempo de ir buscándonos.
Los tres se dirigieron a la pequeña tetería que se encontraba justo en la bifurcación frente a Gringots, un local acogedor con el interior de madera y una terraza con varias mesas con manteles blancos y jarroncitos con diversas flores. Estando a varios metros Harry divisó la mesa en la que se hallaban Draco y su hija, y para gran sorpresa suya, también Neville y Dean. Los tres ex Gryffindors se saludaron con entusiásticos abrazos, hacía tanto que no se veían... Y le presentaron a Kabul, un niño negro de la misma edad que Elora al que sus excompañeros de clase habían adoptado a la edad de tres años.
-¡Por las barbabas del viejo Merlín! Esta semana no gano para sorpresas, primero el bombo de Hermione y ahora me encuentro con vosotros dos y vuestro hijo, no me lo puedo creer –exclamó sorprendido y alegre.
-Yo que tú no usaría la palabra bombo para referirte a Hermione cuando esta ella delante –le aconsejó Draco- A no ser claro, que tengas un deseo de muerte. Por lo que sé, Terry ha dormido ya un par de veces en la habitación de invitados por haber dejado escapar algún comentario insensible, según Hermione... –ante lo cual los cinco hombres menearon la cabeza y murmuraron “mujeres...” como si eso lo explicara todo, ganándose unas recriminatorias miradas de las dos féminas presentes.
-Tía Hermione está muy guapa con su embarazo –defendió Eli, quien apenas había pronunciado palabra desde la llegada de Harry, dedicándose sólo a observar al hombre del que tanto había oído hablar a todo el mundo pero del que tanto desconocía en relación a su padre.
-Claro que está guapa, cielo. La mayoría de mujeres parecen resplandecer cuando están embarazadas –le constató su padre agachándose para abrazarla y plantarle un beso en el cabello.
Harry había estado observando la escena anonadado. Primero por el gran parecido entre Draco y su hija, y maravillándose una vez más de lo que se podía conseguir con magia, y segundo, al ver como padre e hija se comportaba. Parecían tener una relación abierta, con gran confianza por parte de ambos, como cuando Elora señaló a un mago que pasaba frente a ellos y le susurró a su padre.
–Mira a ese mago papá, ¿a qué es guapo? ¿No te gustaría por novio? Seguro que si le preguntas te dirá que sí-
-Alguien se va a quedar sin ver la tele esta noche- fue la única respuesta que obtuvo acompañada de una fuerte una risotada, cosa que inició una sonada discusión sobre tortura infantil y demás castigos que se inflingían a los niños y que deberían ser abolidos por su barbarie, como según Kabul prohibirle a uno tomar postre u obligarle a comerse toda las verdura del plato.
Poco rato después llegó Lee con lo cual los cuatro magos se despidieron y se desaparecieron dirección Puddletown, Dorchester, localidad en la cual hábilmente escondida entre sus frondosos bosques se encontraban las recién remodeladas instalaciones deportivas del Puddlemere United.
Para Draco el lugar le trajo montones de recuerdos de su época con Harry.
Cierto que las instalaciones habían sido mejoradas, como se podía observa a simple vista con la ampliación del campo de entrenamiento, pero seguían estando las mismas mini gradas en las que solía sentarse si alguna vez venía a recoger a Harry del entreno; y ante tal recuerdo el dolor de la vieja herida se dejó notar de nuevo recordándole por lo que no pensaba volver a pasar jamás.
Después de un paseo, en el que les mostraron todas las mejoras que habían hecho en los últimos años, terminaron siendo acompañados hacia la sede principal de la franquicia, un edificio dónde la mayoría del cuerpo directivo aún tenía sus despachos. Allí los esperaban en la sala de reuniones los representantes de la junta directiva y los asesores legales, que apenas se hubieron efectuado las presentaciones pertinentes insistieron en ir a comer.
Un par de horas más tarde, después de una agradable comida, se iniciaron las negociaciones. Harry no prestó especial interés, su atención estaba centrada en uno de los abogados del Puddlemere, un tal Adrian Marlow que desde la hora de la comida no había perdido la oportunidad de alabar a Draco y su cruzada contra el Ministerio. Realmente no podía culpar al hombre, Draco estaba ese día más atractivo si es que eso era posible. Con un conjunto de creppe de colores tierra y cuello mao y sandalias de piel marrón, se le veía terriblemente comestible.
Y claramente el señor Marlow se ha creído que Draco está en el menú, pensó Harry conteniendo las ganas de maldecir al mago hasta quedarse a gusto.
Vale Harry, tranquilízate, se dijo a sí mismo, no nos pongamos nerviosos. Es normal que el capullo éste quiera tirarse a Draco, sólo hay que mirarlo para desear hacerle todo de cosas indecentes. Venga, no es como si estuviera celoso, ¿verdad? Se preguntó con miedo de obtener una respuesta afirmativa.
Para satisfacción de Harry, Draco parecía ignorar totalmente los flirteos del otro letrado, como si la cosa no fuera con él, centrado como estaba en la discusión sobre porcentajes de ganancias sobre la publicidad que debía corresponderle a Harry.
-Terminemos con esto de una vez. -dijo Draco caminando por la sala hasta quedarse apoyado en una de las ventanas- No aceptaremos menos de lo que les hemos dicho, y saben tan bien como yo que es una cifra beneficiosa para ambas partes, rebajamos la cantidad a pagar y lo compensamos en incremento de porcentaje de ganancias. Es simple, y sólo les puedo decir que o lo toman o lo dejan, pero es nuestra última palabra. Pero antes de decidir nada, piensen en los beneficios de tener de nuevo a Harry Potter en su plantilla. Incremento de socios y simpatizantes, victorias garantizadas, publicidad gratuita... Harry se convertiría en su tarjeta de publicidad ante el mundo, la gente conoce a Harry Potter, lo apoya y sigue en todo, si él está con ustedes, se convierten irremediablemente en la franquicia ganadora. ¿Qué son entonces unos cuantos millones de galeones si tienen la seguridad de ganar muchos más?
La junta directiva se miró dubitativa ante las palabras de Draco.
-Miren, sabemos que tienen en parte razón, pero no podemos tomar esta decisión a la ligera. ¿Por qué no se quedan aquí a pasar la noche¿ Invita la casa, por favor. Así nosotros tenemos tiempo de discutir el asunto y de paso les mostramos los mucho que ha cambiado Puddletown en los últimos años. –rogó el director de la franquicia.
Tuvieron que convencer a Draco entre los tres puesto que no veía la necesidad de pasar más tiempo del necesario allí, pero mostrándole lo descortés que sería rechazar la invitación, finalmente acabó aceptando y se desapareció hacia casa de Neville y Dean para pedirles que se quedaran con Elora hasta el día siguiente si no era mucha molestia.
Un par de horas después los habían alojada en una hermosa casa de huéspedes. Una casa típica de la zona, con la robusta estructura de piedra, toda rodeada de jardines y bosques.
-Es uno de los edificios que hemos adquirido últimamente,- les comentó unos de los miembros del staff, -aquí es donde alojamos a nuestros invitados, lo encontramos más adecuado que usar las instalaciones deportivas, esto es más bonito y hay mucha más intimidad también. –terminó con un guiño que no gustó para nada a Harry.
Hacia el anochecer, les hicieron una visita turística por la zona, enseñándoles los mejores lugares y mostrando el crecimiento turístico que había tenido la pequeña población, en parte debido al tan de moda turismo rural de los muggles, como al turismo mágico por ser la sede de uno de los equipos históricos de la liga inglesa.
Después de dejarles un tiempo para refrescarse y cambiarse, si así lo deseaban, acabaron cenando en un restaurante muggle que era de los mejores de la zona, según uno de los directivos.
La cena transcurrió agradablemente tratando todo tipo de temas sin importancia y con un Harry Potter deseando lanzarle un par de imperdonables y todo el juego de cubiertos a cierto abogado si no dejaba de acosar a Draco.
Conforme fue avanzando la noche, y obviamente el nivel de alcohol de los comensales, se decidió continuar la velada en algún pub dónde poder degustar las múltiples cervezas de la zona.
Un par de horas más tarde, y varias pintas de cerveza después, los ánimos seguían en auge así que, prefiriendo usar la red flú para transportarse puesto que “si bebes no te Aparezcas, es un consejo del Departamento de Transportes Mágicos” se dirigieron a Cala Morgana, una de las discotecas mágicas más importantes de la zona del sur de Inglaterra, ubicada seguramente cerca de Dorset en alguna pequeña isla próxima a la isla de Wight.
Bailar nunca había sido uno de los fuertes de Harry, desde su cuarto curso en Hogwarts llegó a la conclusión que lo suyo era quedarse observando a los demás, cubata en mano y hablando con quien se pusiera a tiro.
El problema era que la conversación giraba en torno a los intentos del cuarentón, pero no por eso menos atractivo, Adrian Marlow de meterse en los pantalones de Draco. Y claro, ver a Draco en la pista de baile, todo vestido de lino blanco, bailando como si no tuviera nada ni nadie a su alrededor no ayudaba demasiado. Sobretodo cuando cierto abogado revoloteaba a su alrededor cual zángano en busca de néctar del que alimentarse. Y no había ni una maldita cosa que él pudiera hacer, mal que los celos le revolvieran el estomago, él ya no tenía ningún derecho sobre Draco y si éste simplemente decidía follarse a Marlow justo delante de sus narices lo único que Harry podría hacer sería emborracharse hasta perder el sentido.
Para Lee y Eduard los celos de Harry eran más que obvios y ambos trataban de entretener al mago con conversaciones absurdas sobre cualquier cosa que les pasara por la cabeza, intentando distraer su atención de la pista de baile. Algo totalmente imposible cuando desde su asiento observó como Marlow se acercaba por detrás a Draco, uniendo sus caderas en cadenciosos movimientos, y antes de que Harry pudiera ni siquiera parpadear, agarró a Draco por la barbilla y lo besó.
En la barra tres personas se quedaron de piedra, Lee y Eduard rogaban para que Harry se quedara catatónico por la impresión y no iniciara la tercera guerra mundial, Harry por su parte se debatía entre esconderse en algún rincón oscuro y regodearse en su dolor, dolor que a estas alturas de la noche ya ni sabía a que venía ni le importaba, o bien matar de mil formas diferentes al desgraciado que había osado toca a Draco en su presencia.
Y tres suspiros de alivio se pudieron escuchar cuando Draco Malfoy se giró y apartando bruscamente a Marlow de él, le derramó sobre la cabeza el contenido de su cubata.
Chúpate esa Marlow, pensó Harry más feliz que un niño con zapatos nuevos, a Draco no le interesas para nada. Jamás sabrás lo que es tenerlo bajo tu cuerpo gimiendo y gritando tu nombre en pleno orgasmo.
Inmediatamente la realidad le golpeó recordándole que por lo que a él se refería, tampoco iba a tener en esa situación a Draco en un futuro ni próximo ni lejano.
Mierda, mierda, mierda... se repitió una y otra vez, y recordó días pasados cuando después de salir de fiesta, Draco y él continuaban la fiesta de forma más privada en la intimidad de su cama.
No lo soportaba más, no sabía del todo que le estaba pasando, pero ver a Draco de nuevo, tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos lo estaba matando poco a poco. Eso, o estallaba y se abalanzaba sobre Draco tomándolo delante de toda esa gente.
Apuró el contenido de su vaso y se desapareció de inmediato hacia la su habitación en la casa de huéspedes tras disculparse con Lee, Eduard y los directivos del Puddlemere que aún quedaban.
Si Harry se hubiera girado en esos momentos, podría haber visto como unos ojos grises seguían todos sus movimientos con suma atención y un brillo especial.
Draco había sido totalmente consciente del flirteo de Adrian Marlow hacia su persona, y de la reacción que provocaban en Harry. Sabía que no había sido honrado por su parte no parar a Marlow antes, pero una parte de él, esa parte masoquista que cobraba vida en él cuando Harry estaba cerca, estaba disfrutando del turbulento semblante de Harry.
Quizás fuera un extraño sentimiento de justicia, o simplemente el poder de saberse deseado por Harry. Porque de eso no le cabía la menor duda. Harry lo deseaba. Quizás él aún no lo había reconocido para él mismo pero Draco lo conocía demasiado o solía conocerlo, en cualquier caso, la mirada de deseo y lujuria de Harry seguía siendo la misma de hacía diez años.
Sería tan fácil...Tan jodidamente fácil, sólo tendría que ir a su habitación. No me rechazaría, estoy seguro de ello. Y volvería a ser mío... Pensó mientras continuaba bailando. Pero sólo en cuerpo, sólo su cuerpo, se recordó frustrado. Harry sólo lo deseaba, ya no albergaba ningún otro tipo de sentimiento hacia él y Draco simplemente sabía que el momento de placer no compensaría el derrumbe emocional que le provocaría.
Horas más tarde, después que un agotado Eduard acompañara a Draco, con más cantidad de alcohol en el cuerpo que agua, a su habitación, Harry Potter aún seguía despierto. Tumbado de espaldas en la cama, con los ojos fijos en el techo y la mirada vacía. Dejando pasar ante él un trailer de imágenes entremezcladas, de su pasado y su presente.
Pero en todas ellas estando Draco como referencia.
Draco con el uniforme de Quidditch, Draco estudiando con Hermione y Terry en los exámenes de la facultad de derecho, Draco en la guerra con su traje de combate barriendo a cuanto enemigo se pusiera en su camino, Draco en la cocina, Draco en el baño, Draco en la cama, Draco entrando en la sala de reuniones hecho una furia hacía apenas dos semanas,Draco con su hija riendo y charlando animadamente, Draco esa misma mañana sonriéndole después de haber expuesto sus condiciones al Puddlemere, con su esquisto traje de creppe que lucía como una segunda piel, Draco alzando los brazos en la pista de baile dejando ver parte de su abdomen al subirse la camisa, Draco, Draco, Draco...
Draco...
Su mente estaba llena de Draco, y lo único en lo que podía pensar era en Draco, y la única palabra que era capaz de pronunciar era Draco, y su cuerpo ya no pudo más.
Sus manos se deslizaron por debajo de su pijama, acariciándose a él mismo, tratando de recordar como se sentía los largos y ágiles dedos de Draco sobre su pene, imitando la forma que éste tenía de excitarlo manualmente.
La mente enturbiada por el alcohol, los celos, y los recuerdos junto con ese no sé qué molesto hicieron que el orgasmo no tardara en llegar. Había imaginado que era Draco quién tan habilidosamente le proporcionaba el placentero trabajo manual y con las manos aún manchadas de semen sus ojos se vidriaron.
Lloró, como hacía años que no hacía, lloró por todo y por nada, porque realmente no tenía ni idea de lo que le pasaba. Estaba confuso, y se sentía perdido y exhausto, como si hubiera estado aguantando un peso y ahora por fin se lo quitaban. Y mientras su cuerpo se relajaba después del momento de autocomplacencia y el sueño lo iba venciendo, no paraba de preguntarse, ¿qué mierda me está pasando?
Al día siguiente las negociaciones siguieron como si no hubiera sucedido nada, excepto por el hecho de que el Sr. Marlow se mantenía a cierta distancia de Draco, la reunión fue por lo demás exactamente como la del día anterior. Tal como Draco había previsto la oferta fue aceptada, con todas las condiciones, finalmente después de siete años, Harry Potter volvía a ser jugador del Puddlemere.
Cómo fue que se quedaron los últimos en la sala de reuniones es algo que Draco aún hoy no se explicaba, o preferiría no hacerlo porque implicaría degollar a dos buenos amigos. La cuestión es que después de firmar las mil y una copias del contrato y de felicitarse todos por lo provechoso de este acuerdo para todos los interesados, poco a poco todos los magos se fueron desapareciendo hacia sus hogares, al fin y al cabo era domingo, y era lógico pensar que lo quisieran disfrutar en familia.
-Quería agradecerte de nuevo lo que has hecho, Draco – inició Harry mientras observaba al otro mago recoger y repasar varios documentos.
-Te lo vuelvo a repetir, es mi trabajo, te aseguro que me vas tener que pagar bastante como para darte cuenta de que no hago esto de gratis –le contestó, sonrisa en los labios- Ten, una copia del contrato,- añadió tendiéndole unos documentos- es aconsejable que te quedes con una y estaría bien que te leyeras detalladamente todas las cláusula.
-Pfff... ¿No puedes hacerme un resumen? Soy terrible para estas cosas, además ¿para que tengo que sabérmelo? Par algo está Lee, ¿no? O incluso tú que eres quien ha redactado el contrato. -respondió con voz caprichosa, siendo totalmente consciente del tonteo que estaba iniciando y temiendo que Draco le soltara un zarpazo como a Marlow.
-¿No me digas que nuestro Chico Maravilla necesita ayuda de un sencillo letrado? – fue la divertida respuesta. Acabó de guardar todos los documentos en su maletín y se giró hacia Harry ensanchando aún más su sonrisa- Que desilusión, seguro que cientos de magos y brujas deben llorar desconsolados al descubrir tu inaptitud para entender textos legales.
-Nadie es perfecto –fue la concisa respuesta de Harry, quien avanzó un paso hacia dónde se encontraba Draco.
-Seguro, pero algunos nos acercamos más a la perfección que otros.- respondió el aludido señalándose a él mismo y posteriormente a Harry al referirse a “otros”, la sonrisa aún impresa en su rostro.
-¿Por que Draco? ¿Estás pensando en alguien en particular? Porque yo no veo a nadie por aquí que se acerque a la perfección – dos pasos más adelante y la mueca divertida de Harry sólo era empañada por el deseo reflejado en sus ojos.
-Eso es porque en esa operación que te hicieron para fijarte la vista obviamente cometieron algún error, sino no se explica que no seas capaz de apreciar la perfección cuando la tienes bajo tus narices –respondió con el cuerpo expectante, Harry seguía avanzando hasta quedar frente a él. No sabía a que estaba jugando, la noche anterior se había convencido de que debía alejarse de Harry y ahora estaba flirteando con él. Definitivamente el alcohol me mata demasiadas neuronas, se quejó internamente sin dejar de sonreír.
-No, la aprecio perfectamente –fue la respuesta de Harry, su cuerpo pegado al de Draco, y cuando quiso abrir la boca para responder ninguna palabra pudo salir de esta al ser invadida por otra ansiosa y demandante.
I need your ams
To hold me now
The nights are so unkind
Bring back those nights when I held you beside me
Olvidadas estaban las dudas de la noche anterior, olvidadas estaban todas las razones por la que no deberían estar haciendo esto. Porque desde el momento en que se habían vuelto a encontrar la atracción entre ambos había sido como un fogonazo, creando una espesa bruma de tensión sexual cada vez que ambos se encontraban.
De nada servía la confusión de Harry, de nada servía el miedo de Draco.
A pesar del cúmulo de emociones que Harry sentía sin entenderlas para nada, a pesar del recelo de Draco a salir herido de nuevo, a pesar de todo...
Ahí estaban los dos, devorándose con necesidad. Necesidad física que hasta se sentía dolorosa. Labios contra labios y lenguas reencontrándose después de diez largos años y sin embargo reconociéndose al instante.
Electricidad recorriendo sus cuerpos cada vez que las manos de ambos acariciaban más del otro. Se sentía bien, se sentía correcto, se sentía como volver a casa por navidad, y no había forma humana posible de explicar lo que sentían, excepto quizás... Magia.
Las manos de Harry en sus caderas, y su cuerpo empujándole hacia atrás, hasta chocar contra el borde de la mesa. Fue alzado hasta quedar sentado en la mesa con Harry entre sus piernas. Piernas que enredó en la cintura de Harry al empezar éste a tumbarlo sobre la mesa.
Su cuerpo reaccionaba a cada beso y caricia de Harry como si todo él fuera una masa sensible al tacto del otro mago. Y el primer roce de las erecciones de ambos sacudió su cuerpo de tal manera que el gemido no se hizo esperar, haciendo que Harry sonriera aún mientras lo besaba.
Fue el tacto frío y húmedo de las manos de Harry bajo su camisa lo que le hizo entrar en razón.
No, no, no, no... No puedo hacer esto, no hay jodida manera de que vaya a hacer esto. Sé lo que pasará, follaremos, será increíble como siempre y pim, pam fuera, me dará la patada. No podría volver a pasar por eso, no ahora... no cuando... Su mente se debatía entre el deseo cegador que sentía, la tentadora posibilidad de dejarse amar por Harry durante unos minutos en la falsa ilusión de que realmente lo sintiera, y finalmente el sentido de autoprotección que le instaba a alejarse de Harry y esconderse del él para el resto de su vida.
El recuerdo del dolor y la desesperación que sintió vencieron finalmente.
Don't leave me in all this pain
Don't leave me out in the rain
I cried so many nights
-Harry, no, para... Yo no... Para, no puedo hacer esto –consiguió decir separándose poco a poco de Harry mientras este continuaba besándole el cuello, hasta que finalmente Draco lo apartó de encima de él empujándole hacia atrás, quedando uno frente al otro. Dolorosamente cerca.
-Merlín Draco, no me hagas esto. No niegues que lo deseas tanto como yo. Los dioses saben que he lo he deseado desde que te vi aparecer en la sala de reuniones de tu buffet- consiguió responder Harry una vez que su mente recuperó la capacidad de ligar más de dos palabras juntas.
-Mira, te deseo, eso no lo voy a negar. Pero tengo una familia en la que pensar y... No, déjame acabar –interpuso al ver como Harry iba a replicar- No estoy diciendo que no contemple el sexo esporádico y sin ataduras, y te puedo asegurar que es lo que más practico porque soy muy cuidadoso sobre empezar una relación con alguien. Mi hija es lo primero en mi vida, y cualquier persona que quiera estar conmigo debe aceptarlo y...
-Draco, no estoy diciendo que... –interrumpió Harry, uno dedo se posó sobre sus labios impidiéndole continuar.
-Ssshhhh... Lo sé, pero Harry, tú y yo estuvimos tres años juntos. A ti te he querido como no he querido a nadie – por no decir que seguramente te sigo queriendo, se dijo internamente, pero eso es algo que no necesitas saber- , así que el sexo contigo puede ser todo lo que quieras menos casual. Quizás no fueras consciente de ello, pero me hiciste más daño del que imaginas, y no voy a volverme a exponer. No cuando tengo una hija que depende de mí y toda mi vida está ya montada, sólo porqué ambos estamos calientes y queramos echar un polvo.
Me ha gustado volver a hablar contigo después de tantos años. De verdad, pero esto es un adiós Harry. Espero que te vaya todo muy bien.
Y antes de que Harry tuviera tiempo de replicar, de decirle algo, lo que fuera, Draco se había desaparecido ya de la sala. Dejándolo solo, más solo de lo que nunca se había sentido en todas su vida, terriblemente confuso y muy, muy excitado.
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Autor:
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Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #003 Finales, por final de una vida tranquila.
Rating: NC-17
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor: Editado después de mucho, pero que mucho tiempo. Dedicado a
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Anteriores: Capítulo 1, Capítulo 2
Draco Malfoy estaba teniendo una semana de lo más estresante. Llevaba varias semanas litigando por una de las villas del patrimonio Malfoy en la Bretaña francesa y se lo estaban poniendo difícil, sabía que tarde o temprano ganaría el caso, pero eso no quitaba para que estuviera ya cansado de marear la perdiz. Y lo peor era que le habían vuelto a aplazar la vista por el caso de Malfoy Manor. Eran ya dos años de impugnaciones de varias sentencias, y nada, el ministerio se resistía a devolverle su mansión. Suponía que en parte era por el golpe moral que significaría, sería como herir el orgullo del Ministerio, pero contra más se resistieran peor sería, su alegato final iba a ser aún más emotivo y estaba seguro que en el momento del último juicio sería capaz de conmover incluso al ultimo de los dementors.
Tenía toda la intención dejar al ministerio y su afán especulativo por los suelos, pensaba salpicarles con toda la mierda que tenían oculta y ganarse el favor de todas las brujas del Reino Unido. No que no lo tuviera ya, pero le encantaba ver como brujas que antes lo hubieran crucificado por ser hijo de quien era ahora le reclamaban al Ministerio a favor de su causa.
Que le voy a hacer, Slytherin hasta la muerte, sonrió satisfecho.
Entró en su despachó y se comunicó con Sígrid, su secretaria, para que no le pasara llamadas a no ser que fueran urgentes, muy, muy urgentes. Llevaba toda la semana con Elora llamándole como mínimo una vez al día, y eso le daba mala espina. Conocía a su hija lo suficiente como para saber que se avecinaba una de esas etapas en las que casi parecía tener complejo de Electra y no lo dejaba ni a sol ni asombra.
Se estiró en la cómoda butaca de piel y descansó los pies en la enorme mesa de escritorio, repasó el último caso que estaba llevando y una mueca divertida se dibujo en su rostro al recordar la cara del otro abogado al verle.
Le encantaba saber que le temían.
-¿Que le voy a hacer? Soy jodidamente bueno, no puedo evitarlo –le dijo a nadie en particular.
Se hizo levitar la bandeja con el servicio de té y se sirvió una taza mientras repasaba el papeleo del último trato que había cerrado, sí señor, un acuerdo de lo más jugoso, se dijo satisfecho.
Oyó como picaban a la puerta para seguidamente ser atravesada por Eduard MacField, socio mayoritario del buffet y mentor de Draco.
-Eduard pasa, pasa. ¿Quieres un té? –preguntó educadamente indicándole que se sentara.
-¿Qué tal te ha ido en el Ministerio? ¿Están siendo muy duros de roer? –preguntó el hombre con una amable sonrisa. Eduard MacField era un hombre robusto bien entrado ya en la cincuentena, de pelo y barba abundantes y canosos pero de joviales y cálidos ojos marrones- Ya sabes que si necesitas ayuda te puedo echar una mano, no que la necesites claro. Tengo la suerte de contar en mi staff con el más joven y brillante abogado del país –añadió con una sonora carcajada.
-Vale Eduard, ahora si que me estás asustando, tú sólo me bañas de halagos cuando me tienes que decir algo poco agradable, así que dispara.
-Me has pillado –contestó sonriente Eduard-, pero no te preocupes, no es algo tan grave, de verdad. Mira, me han planteado llevar las negociaciones de un contrato, de uno muy importante en el que hay mucho dinero y derechos de por medio. Quieren al mejor Draco, y ese eres tú, yo puedo participar en las negociaciones, pero necesitaremos de tu instinto agresivo para sacar la mejor tajada posible. ¡Y piensa en la comisión!
Draco entrecerró los ojos y miró a su mentor y socio con detenimiento, el hombre se veía realmente ansioso por aceptar el caso, pero temía que él se negara, ¿por qué? Había algo que Eduard no le estaba diciendo, y debía ser algo importante.
Por todos los diablos, ni que tuviera que hacer de abogado defensor del mismísimo Voldemort, pensó suspicaz.
-¿Y el problema Eduard está en...? –preguntó haciendo un ademán en claro signo de que prosiguiera.
-Veras... Nuestro cliente es un hombre importante, y muy ocupado, así que no te preocupes que no le veremos, trataremos sólo con su agente así que... – Eduard interrumpió la charla al ver la mirada exasperada e impaciente de Draco, si quería que aceptara, lo menos que podía hacer era no enfadarlo “demasiado”- De acuerdo, ya paro. Es Harry...
Draco parpadeó como si no entendiera lo que acababa de escuchar y preguntó perplejo:
-¿Harry?
-Sí Draco, el contrato es para Harry, Harry Potter.
Horas más tarde, en la tranquilidad de su sala de estar Draco repasaba los papeles que Eduard le había entregado con toda la información necesaria para lleva el caso Potter. Su historial deportivo, un seguimiento médico, sus anteriores contratos con las otras franquicias y los diversos acuerdos de publicidad, junto con las ganancias obtenidas tanto para él como para los clubes por todo el merchandising que Harry generaba.
Ciertamente, viendo la cantidad de interese que se cruzaban entendía a la perfección que Eduard le hubiera pedido que llevara él el caso. Pero eso no evitaba que se sintiera inquieto. Sabía que era sólo trabajo, que ni siquiera iba a ver a Harry.
Pero hacía tanto que no pensaba en él... Después de años había conseguido relegar todo pensamiento consciente sobre Harry al fondo de su corazón y de su mente, acostumbrándose a esa especie de dolor sordo y profundo que le quedaba como recuerdo por el daño hecho. Y ahora, abrir la puerta de nuevo para tener a Harry en la cabeza, aunque sólo fuera por cuestiones de trabajo, le daba un miedo terrible. ¿Y si volvía a tener una recaída? No podía permitírselo, ahora tenía a Elora y debía ser fuerte por ella.
Dejó sobre la mesa los papeles del caso, relegando los que tuvieran que ver con la vida personal de Harry.
No gracias, se dijo enfadado subiendo las escaleras, no necesito saber cuantos magos y brujas se ha tirado Potter, ni tampoco quiero verme en la lista de conquistas, pensó furioso. Voy a hacer esto, y lo voy a hacer bien, le voy a conseguir el mejor contrato, uno tan bueno que ni siquiera su limitada mente haya imaginado, y lo voy a sacar de mi vida rápidamente como si nada hubiera pasado.
Abrió con cuidad de no hacer ruido la puerta de la habitación de Elora y apoyado en el canto de la puerta se dedicó a observa a su hija.
La niña tenía ahora nueve años, a punto de cumplir los diez, y estaba más guapa que nunca. El cabello rubio claro como el suyo le caía en rizados tirabuzones por la espalda, como los que tuviera también Pansy, y bajo esos párpados vencidos por el sueño se escondían un par de ojos preciosos de un color tan cambiante como las aguas del mar. Era la chiquilla más bonita del mundo, y nadie le podría hacer cambiar de opinión.
Mi niña, mi vida...
-Tú eres todo cuanto tengo Eli, eres mi vida entera, sin ti nada tendría sentido... –susurró bajito, para no despertar a la niña. Una lágrima rodó por su mejilla al recordar que hacía años, esas mismas palabras fueron dirigidas a otra persona. Cierto mago moreno que había desaparecido de su vida hacía diez años.
Las siguientes semanas pasaron con relativa calma. Harry estaba demasiado ocupado con el final de la temporada de Quidditch como para preocuparse por asuntos legales y Lee se limitaba a ponerlo al día de algunos avances.
Por su parte Draco y Eduard se reunían semanalmente con Lee para discutir la mejor forma de actuar.
Lo primero, según Draco, era asegurar que cualquier contrato de publicidad fuera negociado directamente con ellos, aunque lo promoviera el club, debían ser ellos los que miraran por los intereses del cliente, contra menos intermediarios mejor. Así, mientras la atención de todos se centraba en los campos de juego y en los partidos, Draco se dedicó a firmar acuerdos con todas las marcas que usaban la imagen de Harry como publicidad para garantizar la exclusividad de los derechos de negociación. Y una vez asegurado el hecho que el cambio de franquicia no afectaría a los contratos publicitarios se centraron en discutir las diferentes cláusulas que el nuevo contrato de Harry debía contener. El proceso era largo y tedioso, pero debían ser muy cuidadosos y meticulosos, no dejando ningún cabo suelto, más aún teniendo en cuenta que era posiblemente el último contrato de Harry.
Finalmente la temporada acabó con la ya previsible victoria de Magpies, ¿cómo iban a perder si tenían a la joya del Quidditch? Joya, que como ya se temían los directivos de la plantilla, no pensaba renovar el contrato y no había nada que pudieran hacer para que se quedara. Harry ya había expresado su deseo expreso de abandonar el club en el que había estado por cinco años, cinco maravillosos años de victorias, triunfos y alegrías.
Se abría pues el periodo vacacional en el que todos, tanto jugadores como clubes mostraban sus cartas y se dedicaban a negociar. Las ofertas no se hicieron esperar, todos querían tener a Harry Potter en sus plantillas, era como tener el boleto ganador, así que se inició una lucha a muerte entre las franquicias por ver quien era capaz de ofrecer más.
Como si tuviera importancia, pensó Draco divertido leyendo los titulares de las revistas deportiva que se hacían eco de las diferentes noticias o rumores sobre el futuro de Harry, Potter ya ha decidido con quien quiere jugar así que sólo nos queda sacar el mejor trozo del pastel y listos.
Y como era de esperar, ahora que Harry ya no tenía partidos que ganar ni entrenamientos a los que asistir era sólo cuestión de tiempo que decidiera interesarse por sus asuntos legales. Sólo que Lee había rogado a cuantos dioses conocía para evitar que esto pasara.
Oh bueno, pensó derrotado cuando sacó el tema una mañana en la que había ido a casa de Harry a llevarle unos documentos, no se puede evitar lo inevitable, ¿verdad?
-¿Cómo van las negociaciones?-preguntó Harry con interés.
-Bien, muy bien. Mejor de lo que esperaba. Ya nos hemos puesto en contacto con el Puddlemere, así que no debes preocuparte por nada. Sólo queda que acabemos de redactar algunas cláusulas y ya podremos ponernos a negociar con el club –respondió Lee cruzando los dedos y tocando madera para que Harry no dijera lo que sin duda iba a decir.
-Genial, pero quiero ir un día hablar yo mismos con los abogados estos tan buenos que me has buscados, ¿vale? Quiero ver el contrato antes de que esté terminado y ver si se me ocurre algo más –comentó Harry tranquilamente mientras seguía untando mantequilla en una tostada, y añadió- ¿Cuándo tienes que ir de nuevo? Si me va bien te acompañaré.
Lee contuvo las ganas de darse de cabezazos contra la mesa. Había temido que esto pasara, y ahora sólo podía pensar en cómo decir las cosas de la manera menos violenta Al fin y al cabo, estuviera Draco o no presente, era imposible esconder el hecho de que era él quien estaba llevando el caso. Harry conocía a Eduard de la época en la que salió con Draco y bueno... Estaba el hecho de que la firma de Draco estaría por todo el contrato de Harry, así que...
Mejor afrontar las cosas de cara, contra antes se lo diga, antes podremos seguir con esto, ¡qué demonios¡ ¿Acaso no fui un Gryffindor en mis tiempos de colegio? Se supone que lo nuestro es el valor, ¿no? Se dijo a él mismo, y tras tomar un par de profundas bocanadas de aire se preparó para lo que vendría.
-Pues justo tengo que ir hoy a las once –empezó, rezando para que Harry no pudiera venir y así retrasar un poco su prematura muerte.
-Perfecto –respondió sonriente Harry-, no tengo nada que hacer. Me ducho y te acompaño.
-Sí, de acuerdo, pero Harry... Veras, hay algo que no te he dicho. No, no es algo malo –añadió vendo la expresión preocupada de Harry. – Es sólo que, verás... El buffet que lleva tu caso... Ehh, bueno, es MacField & Asociados Legalitas.
-¿MacField? –preguntón perplejo- ¿Ese no era el...? –no concluyó la pregunta al ver como Lee asentía afirmativamente –Aaah... Vaya. –fue lo único que dijo.
-Sí, vaya... Y veras, se llama Asociados porque ahora tiene un socio, que es el que está llevando tu caso, es el mejor abogado del país y tu me pediste al mejor, así que...
-¿Quién?-preguntó Harry sabiendo de antemano la respuesta.
-Draco, Draco Malfoy, recuperó su apellido hace años, y bueno... Pues eso. Mira, no sé bien lo que pasó entre vosotros, pero esto es trabajo Harry. Draco ha estado trabajando en tu caso perfectamente, llevándolo todo bajo control, realmente es bueno, de verdad. Y si no quieres verlo no pasa nada, no es necesario, en serio.
Lee continuaba hablando, palabra tras palabra iba saliendo de su boca, pero Harry no las entendía, Harry no las escuchaba. Para Harry el mundo simplemente había dejado de girar y lo único que pasaba por su cabeza era todo un torrente de imágenes de su pasado.
Draco con el uniforme del colegio en medio del gran comedor gritándole a sus compañeros de casa.
Draco sonriéndole. Riendo junto con Hermione. Besándole.
Draco y él besándose como si fuera la última vez.
Draco en aquella horrible mazmorra en la que estuvo preso por dos largos meses durante la guerra.
Draco bajo él gimiendo su nombre en pleno orgasmo. Draco llorando, roto...
Y en su mente unas palabras retumbaban poderosamente: ¿Mi Draco?
Una hora y media más tarde Harry y Lee se servían un té en la sala de reuniones de MacField & Asociados Legalitas, mientras el mismo Eduard MacField los entretenía charlando y explicándole a Harry los puntos más importantes de su nuevo contrato. Todo para hacer tiempo hasta que llegara Draco, quien había tenido una vista con el ministerio por el caso de Malfoy Manor y por lo que parecía se había alargado más de la cuenta.
Mejor, pensó Eduard algo preocupado, así Sígrid podrá avisarle de quien está aquí antes de que entre. Bastante malo va a ser como para que se lo encuentre de golpe.
Pero que sería de la vida sin esas pequeñas casualidades que sólo le añaden un poco de emoción a las cosas. Y es que cuando esperamos que las cosas sucedan de una manera es sólo cuestión de tiempo para que pasen totalmente al contrario de cómo habíamos planeado.
Así que cuando Draco se apareció en su despachó y corrió hacia la sala de reuniones maldiciendo al ministerio por hacerle perder el tiempo y encima hacerle llegar tarde, no hubo secretaria posible capaz de detenerle y advertirle de lo que se iba a encontrar.
Las puertas de la sala de reuniones se abrieron estrepitosamente dejando entrar como en un torbellino a un muy cabreado Draco Malfoy.
-¿¡Te puedes creer que me han hecho perder dos horas, dos jodidas horas, para decirme que si tanto rechazo tengo por los actos de mi padre y por las artes oscuras, cómo es posible que quiera recuperar Malfoy Manor, mi mansión, que según ellos es un claro símbolo de las artes oscuras!?-exclamó exasperado dando vueltas frente a una de las ventanas, de espaldas a Lee y Harry.- Es mi mansión, ¡mi puta mansión! Ha pertenecido a mi familia por siglos y ahora me salen con esto. He estado a punto de maldecir al jodido representante del Ministerio, sólo porque sé que es un mandado, de verdad... Estoy ya harto de jugar al ratón y al gato. Se acabó, que se preparen. Me han cabreado tanto que les voy a arrojar cada pedazo de basura que hayan escondido en los últimos 15 años.
-Ehem, ehem... Draco, que bien que hayas llegado –empezó nerviosos Eduard viendo como Draco miraba por la ventana aún terriblemente tenso- ¿Adivina quien ha venido? Nuestro cliente en persona para asegurarse de que todo estuviera según su agrado –concluyó aún más nervioso, lanzándose miradas preocupadas con Lee.
Harry había estado preparándose mentalmente para el encuentro, había tratado de relegar todo recuerdo del Draco de su pasado repitiéndose que esto era sólo trabajo. Nada más. Y quizás, pensó esperanzado, no puede venir, o viene pero yo ya me he ido, o quizás se ha vuelto terriblemente feo y está demacrado por el paso de los años o quizás...
Nada lo preparó para ver entrar a Draco hecho una furia. Las mejillas sonrojadas por la ira contenida, su piel igual de pálida y cremosa que como la recordaba, el lacio y suave cabello agitándose por las grandes zancadas que iba dando, y su cuerpo cubierto por un conjunto de pantalón con pinzas y túnica larga de mezclilla gris. Un cuerpo impresionante, abandonados ya los rasgos de la adolescencia. Un cuerpo adulto y atractivo que se podía entrever bajo la fina camisa de lino que acompañaba el conjunto.
A Harry se le quedó cara de tonto, o eso pensaron Lee y Eduard, afortunadamente Draco estaba en plena explosión así que ni siquiera se había percatado de la presencia de los clientes, lo que le dio tiempo para recomponerse y tragar con fuerza.
Draco estaba más atractivo aún de cómo lo recordaba, y verlo furioso sólo agravó la situación, la mente perversa de Harry imaginaba la de cosas que seguramente podría hacerle Draco en ese estado, cosas fuertes y duras.
La garganta se le secó y tuvo que poner las manos bajo la mesa para esconder su nerviosismo. Hacía años que no lo veía, la última vez fue de refilón en una fiesta en conmemoración por los caídos en la guerra. Pero realmente no se habían dirigido la palabra, no desde aquella tarde de hacía diez años en la que dejó a Draco llorando en el piso que ambos compartían. Algo dentro de él se removió, aquella parte de él que concienzudamente se había dedicado a enterrar y sepultar, aquella pequeña espinita que le recriminaba su comportamiento y que quizás, sólo quizás se arrepentía de las decisiones tomadas.
Draco escuchó las palabras de Eduard y sintió como de nuevo el mundo se derrumbaba bajo sus pies. Había esperado que este momento no sucediera nunca, aunque la parte lógica de su mente le recordaba en un clásico e irritante “te lo dije” que era inevitable que tarde o temprano tuviera que enfrentar a Harry. Recompuso sus emociones con rapidez y se colocó la máscara típica de Draco Malfoy, una máscara diferente de la sus predecesores. La suya era una máscara de “ey, todo está bien, no hay ningún problema” que le permitía comportarse en cualquier ocasión y ante cualquier situación como si realmente no hubiera nada mal.
Se giró posando sus ojos por unos segundos en los de Eduard, agradeciéndole silenciosamente el aviso, para quedar finalmente frente a Harry.
Las miradas de ambos se prendieron la una de la otra, como cientos de veces habían hecho en el pasado, pero esta vez un tupido velo cubría las emociones de ambos. De no ser así ambos hubieran visto el torrente de dolorosos recuerdos que los traspasaba y las miles de imágenes que sus mentes proyectaban, como en una película a cámara rápida de su vida en común.
La tensión del ambiente era casi palpable, y tanto Lee como Eduard se maldecían mentalmente por no poder hacer nada. Finalmente, cansado de esperar, Eduard carraspeó, despertando así a los dos magos de su ensueño.
El primero en reaccionar fue Harry, quien con una tímida sonrisa se aventuró a pronunciar las primeras palabras.
-Hola Draco.
-Harry... cuanto tiempo... –lo que rápidamente fue seguido por un muy estudiado “me alegro de verte”.
Una vez roto el hielo la conversación fluyó apaciblemente, tratando todo tipo de temas pero especialmente los referentes al contrato de Harry.
Las cosas siguieron así durante los siguientes días, se reunían cada tres o cuatro días para ultimar algunos aspectos del documento final y Draco les informaba religiosamente sobre el avance de los contactos de tanteo que iba haciendo con los asesores legales y directivos del Puddlemere United.
Y a pesar de la tensión inicial entre ambos, y el miedo que habían tenido Lee y Eduard de que las cosas saltaran por los aires, ambos ex amantes se comportaron perfectamente, más pendientes de estudiarse mutuamente y observar los cambios en el otro.
Para Draco entrever como era el día a día de Harry no fue algo tan sorprendente, quizás lo esperaba algo más frívolo y desenfrenado si tenía que hace caso a lo que se decía en la prensa. En su lugar había encontrado un Harry a punto de cumplir los 30 años y que empezaba plantearse su vida como algo más que un partido de Quidditch. Bien, pensó con un deje de molestia, ya va siendo hora de que madure.
Para Harry en cambio la vida de Draco fue todo un shock. No es que tuviera una idea preconcebida, pero de todas las posibilidades que su mente hubiera podido barajar, está estaba fuera de todo lugar. Draco era padre de una niña preciosa, era el marido que todas las brujas deseaban para sus hijas, o sus hijos puesto que seguía siendo abiertamente gay, era la bandera de las causas perdidas y se dedicaba con uñas y dientes a recuperar el patrimonio de su familia y a limpiar el apellido Malfoy de todo oprobio mediante donaciones y obras de caridad.
¿Quién lo hubiera dicho del repelente niño al que conoció hacía ya tantos años en Madame Malkin?
De todas formas lo que más había sorprendido a Harry era el hecho de que tuviera una hija. Había podido enterarse de ello escuchando una conversación entre Draco y su secretaria o a Eduard, quien en cualquier momento aprovechaba la oportunidad para alabar a su aijada, según él, la niña más bonita del mundo. El hecho de que la niña estuviera a punto de cumplir 10 años le había estado martilleando en la cabeza durante días. No entendía cómo Draco había tenido una niña, siendo como era tan estrepitosamente homosexual, y aún entendía menos lo de la edad de la pequeña Elora Danan, ¿sería posible que Draco hubiera engendrado esa niña estando aún juntos?
La curiosidad pudo más que el decoro y acabó interrogando al pobre Eduard, quien a pesar de negarse al principio, aludiendo que cualquier información sobre Elora le correspondía a Draco revelarla, acabó contándolo todo. Dejando a Harry aún más impresionado si cabe.
La vida hogareña y tranquila de Draco era algo que jamás hubiera podido asociar con el elitista hijo de Lucius Malfoy, ni con el joven apasionado e impulsivo con el que salió durante más de tres años. Aún así debía reconocer que en los últimos meses de vivir juntos Draco parecía haber serenado su carácter, y por lo visto todo lo acontecido desde que sus caminos se separaron no habían hecho más que acrisolar el carácter del joven Draco hasta formar al hombre maduro, responsable y apacible que al mismo tiempo conservaba la vitalidad y agresividad de su juventud.
Recordaba el día que en plena reunión la chimenea se había conectado viéndose a través de ella a una preciosa niña de cabello tan rubio como el Draco e imposible ojos aguamarina con reflejos grisáceos.
La interacción entre padre e hija había sido terriblemente divertida, jamás hubiera imaginado a Draco Malfoy como un padre cariñoso y aún así muy estricto.
Lógicamente el rencuentro con Draco le había causado una sensación de nostalgia por el pasado, y cierta parte de él no podía evitar preguntarse si de haber continuado con Draco ahora él también sería el padre de la jovial Elora.
Se sentía perdido, el cambio de equipo, el plantearse se forma seria el final de su carrera como jugador, la aparición de Draco... Todas estas cosas habían acabado por crearle una sensación de desasosiego, necesitaba explicarle a alguien lo que le pasaba, necesitaba descargar sus preocupaciones, y sobretodo necesitaba que le sermonearan si era necesario, estaba ya harto de palabras de ánimo y de los “anímate tío, vayamos a tomar una cerveza y verás como se te pasa”.
Necesitaba a Hermione, no le cabía la menor duda, y estaba seguro que sermonearle sería lo más suave que la bruja le haría teniendo en cuenta lo unida que se sentía a Draco.
Aún así... Aún así necesito la lógica de Hermione, quizás ella encuentre algo de sentido al caos que siento.
Ir a buscar a Hermione a su despacho en el Departamento de Justicia era algo que hacía años que Harry no había hecho. Si se paraba a pensar hacía algo más de dos años que no veía a su antigua compañera de casa y mejor amiga durante largo tiempo. La alegría y sorpresa del encuentro fue opacada por el descubrimiento de la barriga de siete meses de embarazo que Hermione lucía.
-¡Oh Merlín! Hermione, estás, estás... ¡Oh dioses! –Harry continuó vociferando durante largos minutos un florido repertorio de exclamaciones de sorpresa hasta que la bruja se cansó de escucharlo.
-Suficiente Harry. Sí, estoy embarazada y enormemente oronda, hasta el punto que casi parezco hacer realidad la ilusión de todo físico “supongamos que una vaca es esférica” –refunfuñó la joven bruja ante lo cual Harry la miró perplejo – Nada, nada, desvaríos de embarazadas. Pero cuéntame, ¿qué haces por aquí? No que me queje de que te hayas animado a hacerme una visita. Aunque algo me dice que no debería estar sorprendida de que hayas decido venir justo ahora, ¿verdad Harry?
Lo que siguió fue un largo paseo hasta la casa de Hermione, “son sólo unas pocas millas, y una embarazada necesita hacer ejercicio diariamente” durante el cual Harry hizo algo que hasta hacía pocos días le hubiera parecido impensable: sé sinceró de todo lo que llevaba dentro, de todo aquello de lo que había huido y había escondido durante los últimos años.
Horas más tarde Harry recordaba el encuentro con su amiga, especialmente la parte en la que Hermione le había explicado que no fue el hecho de que dejara a Draco, según ella si había dejado de quererlo separarse era la mejor opción. Lo que no podía consentir era la forma de actuar de Harry después de romper con Draco, evitándolo, no dirigiéndole la palabra, negándose a ir a algún sitio si Draco también venía cosa que terminó con el recogimiento voluntario de Draco.
Viéndolo con distancia, su comportamiento le parecía totalmente fuera de lugar y debía reconocer que si el grupo de antiguos amigos de toda la vida se había terminado disgregando era en parte por la ruptura de Draco y él.
Había podido ver en casa de Hermione fotos de ella y Terry, de Draco y su hija, de Víctor Krum, de Neville y Dean junto con varios magos y brujas que no conocía, y no puedo evitar sentir el pinchazo de culpabilidad y remordimientos. Se había perdido tanto de la vida de gente a la que había querido en el pasado, y todo porque simplemente no fue capaz de afrontar a Draco, quizás temeroso de dar marcha atrás o quizás simplemente huyendo de esos ojos grises bañados de tristeza.
La siguiente vez que Harry vio a Draco fue nuevamente en una reunión en la que Draco mostró porque era considerado uno de los abogados más agresivos del país.
-Si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien. Vamos a ir de frente contra ellos, al fin y al cabo los tenemos cogidos por las pelotas –dijo el joven abogado con una sonrisa depredadora- Ellos te quieren, así que harán cualquier cosa que les pidamos, sólo se están haciendo los estrechos, tratando de que nos cansemos, cuendo en realidad no son más que un puñado de zorras. Ilusos...
Y seguidamente realizó varias llamadas en las que demostró lo habilidosos que podía ser adaptándose a cada momento. Veinte minutos después les informaba que el sábado los esperaban en el nuevo centro deportivo del Puddlemere para finalizar el trato.
El sábado siguiente Harry se levantó pronto, atacado de los nervios, el porqué de su estado era algo que no pensaba ahondar demasiado, uno nunca sabe lo que se puede encontrar si mira demasiado en su interior, se dijo de camino a la ducha.
Se apreció poco antes de las once de la mañana en el Caldero Chorreante, pese haber quedado en encontrarse los cuatro a las doce del medio día Lee y él habían preferido venir antes y pegarse un buen desayuno, de esos que te hace decir “ahí va la ostia, con fundamento pues” Para su sorpresa se encontró con que Eduard había tenido la misma idea, así que ahí estaban Mr. y Mrs. MacField desayunando tranquilamente y leyendo El Profeta y Corazón de Bruja, respectivamente.
-Harry muchacho, ¿también has venido a desayunar? Siéntate con nosotros si te apetece –le ofreció amable Eduard.
-Gracias, con mucho gusto –respondió sentándose frente a la pareja- He quedado con Lee pero aún no ha llegado, debe de haberse dormido.
Conversaron animadamente y se divirtió de lo lindo con Mrs. MacField comentando los chismes que publicaban sobre él y que eran terriblemente falsos.
Finalmente, después de esperar a Lee por media hora Tom el tabernero les avisó que Lee Jordana acaba de comunicarse vía flu para constatar que llegaría tarde.
-¿Para que esperar entonces? Acompáñanos Harry que te presentaremos a nuestra ahijada, ya verás como en persona es mucho más guapa que en fotos o por flú- le comentó Eduard, y girándose hacia Tom el tabernero añadió.- Serías tan amable de decirle al señor Jordan que estaremos en Lady Godiva, así se ahorrará el tiempo de ir buscándonos.
Los tres se dirigieron a la pequeña tetería que se encontraba justo en la bifurcación frente a Gringots, un local acogedor con el interior de madera y una terraza con varias mesas con manteles blancos y jarroncitos con diversas flores. Estando a varios metros Harry divisó la mesa en la que se hallaban Draco y su hija, y para gran sorpresa suya, también Neville y Dean. Los tres ex Gryffindors se saludaron con entusiásticos abrazos, hacía tanto que no se veían... Y le presentaron a Kabul, un niño negro de la misma edad que Elora al que sus excompañeros de clase habían adoptado a la edad de tres años.
-¡Por las barbabas del viejo Merlín! Esta semana no gano para sorpresas, primero el bombo de Hermione y ahora me encuentro con vosotros dos y vuestro hijo, no me lo puedo creer –exclamó sorprendido y alegre.
-Yo que tú no usaría la palabra bombo para referirte a Hermione cuando esta ella delante –le aconsejó Draco- A no ser claro, que tengas un deseo de muerte. Por lo que sé, Terry ha dormido ya un par de veces en la habitación de invitados por haber dejado escapar algún comentario insensible, según Hermione... –ante lo cual los cinco hombres menearon la cabeza y murmuraron “mujeres...” como si eso lo explicara todo, ganándose unas recriminatorias miradas de las dos féminas presentes.
-Tía Hermione está muy guapa con su embarazo –defendió Eli, quien apenas había pronunciado palabra desde la llegada de Harry, dedicándose sólo a observar al hombre del que tanto había oído hablar a todo el mundo pero del que tanto desconocía en relación a su padre.
-Claro que está guapa, cielo. La mayoría de mujeres parecen resplandecer cuando están embarazadas –le constató su padre agachándose para abrazarla y plantarle un beso en el cabello.
Harry había estado observando la escena anonadado. Primero por el gran parecido entre Draco y su hija, y maravillándose una vez más de lo que se podía conseguir con magia, y segundo, al ver como padre e hija se comportaba. Parecían tener una relación abierta, con gran confianza por parte de ambos, como cuando Elora señaló a un mago que pasaba frente a ellos y le susurró a su padre.
–Mira a ese mago papá, ¿a qué es guapo? ¿No te gustaría por novio? Seguro que si le preguntas te dirá que sí-
-Alguien se va a quedar sin ver la tele esta noche- fue la única respuesta que obtuvo acompañada de una fuerte una risotada, cosa que inició una sonada discusión sobre tortura infantil y demás castigos que se inflingían a los niños y que deberían ser abolidos por su barbarie, como según Kabul prohibirle a uno tomar postre u obligarle a comerse toda las verdura del plato.
Poco rato después llegó Lee con lo cual los cuatro magos se despidieron y se desaparecieron dirección Puddletown, Dorchester, localidad en la cual hábilmente escondida entre sus frondosos bosques se encontraban las recién remodeladas instalaciones deportivas del Puddlemere United.
Para Draco el lugar le trajo montones de recuerdos de su época con Harry.
Cierto que las instalaciones habían sido mejoradas, como se podía observa a simple vista con la ampliación del campo de entrenamiento, pero seguían estando las mismas mini gradas en las que solía sentarse si alguna vez venía a recoger a Harry del entreno; y ante tal recuerdo el dolor de la vieja herida se dejó notar de nuevo recordándole por lo que no pensaba volver a pasar jamás.
Después de un paseo, en el que les mostraron todas las mejoras que habían hecho en los últimos años, terminaron siendo acompañados hacia la sede principal de la franquicia, un edificio dónde la mayoría del cuerpo directivo aún tenía sus despachos. Allí los esperaban en la sala de reuniones los representantes de la junta directiva y los asesores legales, que apenas se hubieron efectuado las presentaciones pertinentes insistieron en ir a comer.
Un par de horas más tarde, después de una agradable comida, se iniciaron las negociaciones. Harry no prestó especial interés, su atención estaba centrada en uno de los abogados del Puddlemere, un tal Adrian Marlow que desde la hora de la comida no había perdido la oportunidad de alabar a Draco y su cruzada contra el Ministerio. Realmente no podía culpar al hombre, Draco estaba ese día más atractivo si es que eso era posible. Con un conjunto de creppe de colores tierra y cuello mao y sandalias de piel marrón, se le veía terriblemente comestible.
Y claramente el señor Marlow se ha creído que Draco está en el menú, pensó Harry conteniendo las ganas de maldecir al mago hasta quedarse a gusto.
Vale Harry, tranquilízate, se dijo a sí mismo, no nos pongamos nerviosos. Es normal que el capullo éste quiera tirarse a Draco, sólo hay que mirarlo para desear hacerle todo de cosas indecentes. Venga, no es como si estuviera celoso, ¿verdad? Se preguntó con miedo de obtener una respuesta afirmativa.
Para satisfacción de Harry, Draco parecía ignorar totalmente los flirteos del otro letrado, como si la cosa no fuera con él, centrado como estaba en la discusión sobre porcentajes de ganancias sobre la publicidad que debía corresponderle a Harry.
-Terminemos con esto de una vez. -dijo Draco caminando por la sala hasta quedarse apoyado en una de las ventanas- No aceptaremos menos de lo que les hemos dicho, y saben tan bien como yo que es una cifra beneficiosa para ambas partes, rebajamos la cantidad a pagar y lo compensamos en incremento de porcentaje de ganancias. Es simple, y sólo les puedo decir que o lo toman o lo dejan, pero es nuestra última palabra. Pero antes de decidir nada, piensen en los beneficios de tener de nuevo a Harry Potter en su plantilla. Incremento de socios y simpatizantes, victorias garantizadas, publicidad gratuita... Harry se convertiría en su tarjeta de publicidad ante el mundo, la gente conoce a Harry Potter, lo apoya y sigue en todo, si él está con ustedes, se convierten irremediablemente en la franquicia ganadora. ¿Qué son entonces unos cuantos millones de galeones si tienen la seguridad de ganar muchos más?
La junta directiva se miró dubitativa ante las palabras de Draco.
-Miren, sabemos que tienen en parte razón, pero no podemos tomar esta decisión a la ligera. ¿Por qué no se quedan aquí a pasar la noche¿ Invita la casa, por favor. Así nosotros tenemos tiempo de discutir el asunto y de paso les mostramos los mucho que ha cambiado Puddletown en los últimos años. –rogó el director de la franquicia.
Tuvieron que convencer a Draco entre los tres puesto que no veía la necesidad de pasar más tiempo del necesario allí, pero mostrándole lo descortés que sería rechazar la invitación, finalmente acabó aceptando y se desapareció hacia casa de Neville y Dean para pedirles que se quedaran con Elora hasta el día siguiente si no era mucha molestia.
Un par de horas después los habían alojada en una hermosa casa de huéspedes. Una casa típica de la zona, con la robusta estructura de piedra, toda rodeada de jardines y bosques.
-Es uno de los edificios que hemos adquirido últimamente,- les comentó unos de los miembros del staff, -aquí es donde alojamos a nuestros invitados, lo encontramos más adecuado que usar las instalaciones deportivas, esto es más bonito y hay mucha más intimidad también. –terminó con un guiño que no gustó para nada a Harry.
Hacia el anochecer, les hicieron una visita turística por la zona, enseñándoles los mejores lugares y mostrando el crecimiento turístico que había tenido la pequeña población, en parte debido al tan de moda turismo rural de los muggles, como al turismo mágico por ser la sede de uno de los equipos históricos de la liga inglesa.
Después de dejarles un tiempo para refrescarse y cambiarse, si así lo deseaban, acabaron cenando en un restaurante muggle que era de los mejores de la zona, según uno de los directivos.
La cena transcurrió agradablemente tratando todo tipo de temas sin importancia y con un Harry Potter deseando lanzarle un par de imperdonables y todo el juego de cubiertos a cierto abogado si no dejaba de acosar a Draco.
Conforme fue avanzando la noche, y obviamente el nivel de alcohol de los comensales, se decidió continuar la velada en algún pub dónde poder degustar las múltiples cervezas de la zona.
Un par de horas más tarde, y varias pintas de cerveza después, los ánimos seguían en auge así que, prefiriendo usar la red flú para transportarse puesto que “si bebes no te Aparezcas, es un consejo del Departamento de Transportes Mágicos” se dirigieron a Cala Morgana, una de las discotecas mágicas más importantes de la zona del sur de Inglaterra, ubicada seguramente cerca de Dorset en alguna pequeña isla próxima a la isla de Wight.
Bailar nunca había sido uno de los fuertes de Harry, desde su cuarto curso en Hogwarts llegó a la conclusión que lo suyo era quedarse observando a los demás, cubata en mano y hablando con quien se pusiera a tiro.
El problema era que la conversación giraba en torno a los intentos del cuarentón, pero no por eso menos atractivo, Adrian Marlow de meterse en los pantalones de Draco. Y claro, ver a Draco en la pista de baile, todo vestido de lino blanco, bailando como si no tuviera nada ni nadie a su alrededor no ayudaba demasiado. Sobretodo cuando cierto abogado revoloteaba a su alrededor cual zángano en busca de néctar del que alimentarse. Y no había ni una maldita cosa que él pudiera hacer, mal que los celos le revolvieran el estomago, él ya no tenía ningún derecho sobre Draco y si éste simplemente decidía follarse a Marlow justo delante de sus narices lo único que Harry podría hacer sería emborracharse hasta perder el sentido.
Para Lee y Eduard los celos de Harry eran más que obvios y ambos trataban de entretener al mago con conversaciones absurdas sobre cualquier cosa que les pasara por la cabeza, intentando distraer su atención de la pista de baile. Algo totalmente imposible cuando desde su asiento observó como Marlow se acercaba por detrás a Draco, uniendo sus caderas en cadenciosos movimientos, y antes de que Harry pudiera ni siquiera parpadear, agarró a Draco por la barbilla y lo besó.
En la barra tres personas se quedaron de piedra, Lee y Eduard rogaban para que Harry se quedara catatónico por la impresión y no iniciara la tercera guerra mundial, Harry por su parte se debatía entre esconderse en algún rincón oscuro y regodearse en su dolor, dolor que a estas alturas de la noche ya ni sabía a que venía ni le importaba, o bien matar de mil formas diferentes al desgraciado que había osado toca a Draco en su presencia.
Y tres suspiros de alivio se pudieron escuchar cuando Draco Malfoy se giró y apartando bruscamente a Marlow de él, le derramó sobre la cabeza el contenido de su cubata.
Chúpate esa Marlow, pensó Harry más feliz que un niño con zapatos nuevos, a Draco no le interesas para nada. Jamás sabrás lo que es tenerlo bajo tu cuerpo gimiendo y gritando tu nombre en pleno orgasmo.
Inmediatamente la realidad le golpeó recordándole que por lo que a él se refería, tampoco iba a tener en esa situación a Draco en un futuro ni próximo ni lejano.
Mierda, mierda, mierda... se repitió una y otra vez, y recordó días pasados cuando después de salir de fiesta, Draco y él continuaban la fiesta de forma más privada en la intimidad de su cama.
No lo soportaba más, no sabía del todo que le estaba pasando, pero ver a Draco de nuevo, tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos lo estaba matando poco a poco. Eso, o estallaba y se abalanzaba sobre Draco tomándolo delante de toda esa gente.
Apuró el contenido de su vaso y se desapareció de inmediato hacia la su habitación en la casa de huéspedes tras disculparse con Lee, Eduard y los directivos del Puddlemere que aún quedaban.
Si Harry se hubiera girado en esos momentos, podría haber visto como unos ojos grises seguían todos sus movimientos con suma atención y un brillo especial.
Draco había sido totalmente consciente del flirteo de Adrian Marlow hacia su persona, y de la reacción que provocaban en Harry. Sabía que no había sido honrado por su parte no parar a Marlow antes, pero una parte de él, esa parte masoquista que cobraba vida en él cuando Harry estaba cerca, estaba disfrutando del turbulento semblante de Harry.
Quizás fuera un extraño sentimiento de justicia, o simplemente el poder de saberse deseado por Harry. Porque de eso no le cabía la menor duda. Harry lo deseaba. Quizás él aún no lo había reconocido para él mismo pero Draco lo conocía demasiado o solía conocerlo, en cualquier caso, la mirada de deseo y lujuria de Harry seguía siendo la misma de hacía diez años.
Sería tan fácil...Tan jodidamente fácil, sólo tendría que ir a su habitación. No me rechazaría, estoy seguro de ello. Y volvería a ser mío... Pensó mientras continuaba bailando. Pero sólo en cuerpo, sólo su cuerpo, se recordó frustrado. Harry sólo lo deseaba, ya no albergaba ningún otro tipo de sentimiento hacia él y Draco simplemente sabía que el momento de placer no compensaría el derrumbe emocional que le provocaría.
Horas más tarde, después que un agotado Eduard acompañara a Draco, con más cantidad de alcohol en el cuerpo que agua, a su habitación, Harry Potter aún seguía despierto. Tumbado de espaldas en la cama, con los ojos fijos en el techo y la mirada vacía. Dejando pasar ante él un trailer de imágenes entremezcladas, de su pasado y su presente.
Pero en todas ellas estando Draco como referencia.
Draco con el uniforme de Quidditch, Draco estudiando con Hermione y Terry en los exámenes de la facultad de derecho, Draco en la guerra con su traje de combate barriendo a cuanto enemigo se pusiera en su camino, Draco en la cocina, Draco en el baño, Draco en la cama, Draco entrando en la sala de reuniones hecho una furia hacía apenas dos semanas,Draco con su hija riendo y charlando animadamente, Draco esa misma mañana sonriéndole después de haber expuesto sus condiciones al Puddlemere, con su esquisto traje de creppe que lucía como una segunda piel, Draco alzando los brazos en la pista de baile dejando ver parte de su abdomen al subirse la camisa, Draco, Draco, Draco...
Draco...
Su mente estaba llena de Draco, y lo único en lo que podía pensar era en Draco, y la única palabra que era capaz de pronunciar era Draco, y su cuerpo ya no pudo más.
Sus manos se deslizaron por debajo de su pijama, acariciándose a él mismo, tratando de recordar como se sentía los largos y ágiles dedos de Draco sobre su pene, imitando la forma que éste tenía de excitarlo manualmente.
La mente enturbiada por el alcohol, los celos, y los recuerdos junto con ese no sé qué molesto hicieron que el orgasmo no tardara en llegar. Había imaginado que era Draco quién tan habilidosamente le proporcionaba el placentero trabajo manual y con las manos aún manchadas de semen sus ojos se vidriaron.
Lloró, como hacía años que no hacía, lloró por todo y por nada, porque realmente no tenía ni idea de lo que le pasaba. Estaba confuso, y se sentía perdido y exhausto, como si hubiera estado aguantando un peso y ahora por fin se lo quitaban. Y mientras su cuerpo se relajaba después del momento de autocomplacencia y el sueño lo iba venciendo, no paraba de preguntarse, ¿qué mierda me está pasando?
Al día siguiente las negociaciones siguieron como si no hubiera sucedido nada, excepto por el hecho de que el Sr. Marlow se mantenía a cierta distancia de Draco, la reunión fue por lo demás exactamente como la del día anterior. Tal como Draco había previsto la oferta fue aceptada, con todas las condiciones, finalmente después de siete años, Harry Potter volvía a ser jugador del Puddlemere.
Cómo fue que se quedaron los últimos en la sala de reuniones es algo que Draco aún hoy no se explicaba, o preferiría no hacerlo porque implicaría degollar a dos buenos amigos. La cuestión es que después de firmar las mil y una copias del contrato y de felicitarse todos por lo provechoso de este acuerdo para todos los interesados, poco a poco todos los magos se fueron desapareciendo hacia sus hogares, al fin y al cabo era domingo, y era lógico pensar que lo quisieran disfrutar en familia.
-Quería agradecerte de nuevo lo que has hecho, Draco – inició Harry mientras observaba al otro mago recoger y repasar varios documentos.
-Te lo vuelvo a repetir, es mi trabajo, te aseguro que me vas tener que pagar bastante como para darte cuenta de que no hago esto de gratis –le contestó, sonrisa en los labios- Ten, una copia del contrato,- añadió tendiéndole unos documentos- es aconsejable que te quedes con una y estaría bien que te leyeras detalladamente todas las cláusula.
-Pfff... ¿No puedes hacerme un resumen? Soy terrible para estas cosas, además ¿para que tengo que sabérmelo? Par algo está Lee, ¿no? O incluso tú que eres quien ha redactado el contrato. -respondió con voz caprichosa, siendo totalmente consciente del tonteo que estaba iniciando y temiendo que Draco le soltara un zarpazo como a Marlow.
-¿No me digas que nuestro Chico Maravilla necesita ayuda de un sencillo letrado? – fue la divertida respuesta. Acabó de guardar todos los documentos en su maletín y se giró hacia Harry ensanchando aún más su sonrisa- Que desilusión, seguro que cientos de magos y brujas deben llorar desconsolados al descubrir tu inaptitud para entender textos legales.
-Nadie es perfecto –fue la concisa respuesta de Harry, quien avanzó un paso hacia dónde se encontraba Draco.
-Seguro, pero algunos nos acercamos más a la perfección que otros.- respondió el aludido señalándose a él mismo y posteriormente a Harry al referirse a “otros”, la sonrisa aún impresa en su rostro.
-¿Por que Draco? ¿Estás pensando en alguien en particular? Porque yo no veo a nadie por aquí que se acerque a la perfección – dos pasos más adelante y la mueca divertida de Harry sólo era empañada por el deseo reflejado en sus ojos.
-Eso es porque en esa operación que te hicieron para fijarte la vista obviamente cometieron algún error, sino no se explica que no seas capaz de apreciar la perfección cuando la tienes bajo tus narices –respondió con el cuerpo expectante, Harry seguía avanzando hasta quedar frente a él. No sabía a que estaba jugando, la noche anterior se había convencido de que debía alejarse de Harry y ahora estaba flirteando con él. Definitivamente el alcohol me mata demasiadas neuronas, se quejó internamente sin dejar de sonreír.
-No, la aprecio perfectamente –fue la respuesta de Harry, su cuerpo pegado al de Draco, y cuando quiso abrir la boca para responder ninguna palabra pudo salir de esta al ser invadida por otra ansiosa y demandante.
To hold me now
The nights are so unkind
Bring back those nights when I held you beside me
Olvidadas estaban las dudas de la noche anterior, olvidadas estaban todas las razones por la que no deberían estar haciendo esto. Porque desde el momento en que se habían vuelto a encontrar la atracción entre ambos había sido como un fogonazo, creando una espesa bruma de tensión sexual cada vez que ambos se encontraban.
De nada servía la confusión de Harry, de nada servía el miedo de Draco.
A pesar del cúmulo de emociones que Harry sentía sin entenderlas para nada, a pesar del recelo de Draco a salir herido de nuevo, a pesar de todo...
Ahí estaban los dos, devorándose con necesidad. Necesidad física que hasta se sentía dolorosa. Labios contra labios y lenguas reencontrándose después de diez largos años y sin embargo reconociéndose al instante.
Electricidad recorriendo sus cuerpos cada vez que las manos de ambos acariciaban más del otro. Se sentía bien, se sentía correcto, se sentía como volver a casa por navidad, y no había forma humana posible de explicar lo que sentían, excepto quizás... Magia.
Las manos de Harry en sus caderas, y su cuerpo empujándole hacia atrás, hasta chocar contra el borde de la mesa. Fue alzado hasta quedar sentado en la mesa con Harry entre sus piernas. Piernas que enredó en la cintura de Harry al empezar éste a tumbarlo sobre la mesa.
Su cuerpo reaccionaba a cada beso y caricia de Harry como si todo él fuera una masa sensible al tacto del otro mago. Y el primer roce de las erecciones de ambos sacudió su cuerpo de tal manera que el gemido no se hizo esperar, haciendo que Harry sonriera aún mientras lo besaba.
Fue el tacto frío y húmedo de las manos de Harry bajo su camisa lo que le hizo entrar en razón.
No, no, no, no... No puedo hacer esto, no hay jodida manera de que vaya a hacer esto. Sé lo que pasará, follaremos, será increíble como siempre y pim, pam fuera, me dará la patada. No podría volver a pasar por eso, no ahora... no cuando... Su mente se debatía entre el deseo cegador que sentía, la tentadora posibilidad de dejarse amar por Harry durante unos minutos en la falsa ilusión de que realmente lo sintiera, y finalmente el sentido de autoprotección que le instaba a alejarse de Harry y esconderse del él para el resto de su vida.
El recuerdo del dolor y la desesperación que sintió vencieron finalmente.
Don't leave me out in the rain
I cried so many nights
-Harry, no, para... Yo no... Para, no puedo hacer esto –consiguió decir separándose poco a poco de Harry mientras este continuaba besándole el cuello, hasta que finalmente Draco lo apartó de encima de él empujándole hacia atrás, quedando uno frente al otro. Dolorosamente cerca.
-Merlín Draco, no me hagas esto. No niegues que lo deseas tanto como yo. Los dioses saben que he lo he deseado desde que te vi aparecer en la sala de reuniones de tu buffet- consiguió responder Harry una vez que su mente recuperó la capacidad de ligar más de dos palabras juntas.
-Mira, te deseo, eso no lo voy a negar. Pero tengo una familia en la que pensar y... No, déjame acabar –interpuso al ver como Harry iba a replicar- No estoy diciendo que no contemple el sexo esporádico y sin ataduras, y te puedo asegurar que es lo que más practico porque soy muy cuidadoso sobre empezar una relación con alguien. Mi hija es lo primero en mi vida, y cualquier persona que quiera estar conmigo debe aceptarlo y...
-Draco, no estoy diciendo que... –interrumpió Harry, uno dedo se posó sobre sus labios impidiéndole continuar.
-Ssshhhh... Lo sé, pero Harry, tú y yo estuvimos tres años juntos. A ti te he querido como no he querido a nadie – por no decir que seguramente te sigo queriendo, se dijo internamente, pero eso es algo que no necesitas saber- , así que el sexo contigo puede ser todo lo que quieras menos casual. Quizás no fueras consciente de ello, pero me hiciste más daño del que imaginas, y no voy a volverme a exponer. No cuando tengo una hija que depende de mí y toda mi vida está ya montada, sólo porqué ambos estamos calientes y queramos echar un polvo.
Me ha gustado volver a hablar contigo después de tantos años. De verdad, pero esto es un adiós Harry. Espero que te vaya todo muy bien.
Y antes de que Harry tuviera tiempo de replicar, de decirle algo, lo que fuera, Draco se había desaparecido ya de la sala. Dejándolo solo, más solo de lo que nunca se había sentido en todas su vida, terriblemente confuso y muy, muy excitado.
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