FIC: Un-Break My Heart #2
Dec. 4th, 2006 04:43 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Título: Un Break My Heart #2
Autor:
duare
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #003 Finales, por final de una vida y de una carrera estelar
Rating: R
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor: Editado después de mucho, pero que mucho tiempo. Dedicado a
gaia_naturae, por su 21 cumpleaños. Beteado a por
aviss. Reposteado después de mucho tiempo, ahora que ya lo tengo terminado, para
fanfic100_es.
Total Palabras: 5895
Anteriores: Capítulo 1
UN-BREAK MY HEART
2. When you walked out my life
Hermione Granger, la bruja más inteligente de su generación, estaba sentada cómodamente en su pisito releyendo unos apuntes de derecho mágico mercantil. Unos apuntes que no eran suyos porqué había faltado un par de días esa semana.
Pero bueno, que más da, y los apuntes de Draco son tan completos, se dijo con una sonrisa. Creo que le pediré que me deje hacerme una copia entera del temario. Seguro que Harry y Ron creerán que es el fin del mundo, Hermione Granger pidiéndole apuntes a otra persona, si tiene su gracia. Pero es que Draco es realmente bueno en esto.
Era curioso pensar que desde que Draco cambió de bando ella fue la primera con la que se llevó bien. Quizás porque ambos eran personas inteligentes y podían mantener conversaciones interminables sobre cualquier tema.
Sí, definitivamente Draco se había convertido en su mejor amigo. Y más desde el final de la guerra cuando ambos decidieron estudiar derecho mágico. Iban juntos a las clases, y además salían en el mismo grupo de amigos. Que Draco fuera la pareja de otro de sus mejores amigos sólo lo hacía todo más increíble. A Draco le contaba las cosas antes que a nadie, sabiendo que de él obtendría una respuesta sincera tras meditar todas las opciones. Él fue el primero en saber de su relación con Terry, y era su hombro en el que llorar cuando algo iba mal.
Harry es un cabrón con suerte de tener un novio así, pensó divertida.
Escuchó el sonido de la chimenea en la sala y lo que le pareció ser la voz de Draco diciendo su nombre. Salió corriendo para encontrarse a Draco en el suelo frente al hogar, tembloroso y llorando como un niño pequeño.
Lo primero que pasó por su mente fue: ¿Qué demonios ha pasado? Y lo segundo fue un nombre: Harry.
Sabía que sólo había una persona en el mundo capaz de dejar a Draco en ese estado tan lastimoso, y había visto como Draco estaba cada vez más preocupado por su relación con Harry, pero sabía que el joven mago quería a Harry con locura, y esperaba que ambos arreglaran lo que fuera que les pasara.
Pero viendo a Draco así su mente se llenó de recriminaciones y preocupación. Y al tiempo que abrazaba a Draco y lo sentaba en un sofá, intentando tranquilizarlo internamente no paraba de gritar: ¿¡Qué coño has hecho Harry!? ¿¡Qué coño le has hecho!?
Mientras una tetera se calentaba al fuego, Draco le fue narrando entre sollozo y sollozo lo que había pasado. Hasta que finalmente cayó rendido en su regazo. Le acarició el pelo con cariño. Si hacía años había odiado, aunque de forma infantil a ese hombre, ahora lo quería como a un hermano. Draco le había salvado la vida casi a costa de la suya, lo que fortaleció más el vínculo entre ambos. Se levantó con cuidado y se sirvió una taza de té. Meneó la cabeza, esto no iba a ser fácil, nada fácil.
Se acercó a la chimenea y llamó a Terry.
-¡Herm! Hola guapa, justo ahora pensaba en ti –la saludó el ex-Ravenclaw con su más apuesta sonrisa.
-Terry... Mañana no iré a clase, ni yo ni Draco, puedes disculparnos ante los profesores.
-Claro guapa... ¿Qué ha pasado? ¿Está Draco contigo? –preguntó preocupado.
-Sí, está aquí... Mira, es que no sé si... Es igual, lo vas a saber de todas maneras, Harry y Draco lo han dejado, o casi sería mejor decir que Harry– añadió con rabia al pronuncia el nombre de su amigo de infancia- ha dejado a Draco.
-Oh vaya... ¡Mierda! Lo siento muchísimo por Draco, sé lo mucho que lo quiere. Cuídalo bien, ¿vale? Y faltad los días que creáis necesarios, yo hablaré con los profesores y con el buffet de Draco, tu sólo preocúpate de que no haga tonterías.
-Gracias, sabía que podía contar contigo –sonrió triste.
A centenares de millas de allí, en una pequeña taberna de mala muerte Harry acababa su sexta pinta de cerveza. Dejó que su cabeza golpeara contra la barra y cerró los ojos. Necesitaba dormir, estaba hecho polvo. Pensó en volver a casa, pero recordó a Draco y lo que había pasado esa tarde. No podía volver, aquella ya no era su casa. Aunque le doliera, aunque una parte de él le gritara: ¿qué coño has hecho Potter? Pero la decisión estaba tomada, ya no iba a volver atrás. Aunque quisiera, cosa que no tenía clara, estaba seguro que Draco jamás lo perdonaría. Así que como mejor pudo, se apareció en el único lugar al que podía acudir, el piso de los gemelos y de Ron. De seguro entre los tres conseguirían levantarle el ánimo.
Los días siguientes fueron un calvario para Draco. Aceptar que todo había terminado con Harry no evitaba que el dolor interno fuera insoportable. Acabó recurriendo a su antigua máscara para esconder sus emociones, aunque fuera inútil con algunas personas como Hermione o el viejo Eduard, el jefe del buffet en el que trabajaba, que casi parecía haberlo adoptado como el hijo que nunca había podido tener junto a su esposa.
La rutina sólo parecía hundirlo más y más en un círculo insano de depresión. Dormir, ir a clase, trabajar y pelearse con Hermione por comer poco. Desde el día que se apareció en casa de Hermione que se había mudado al piso de la bruja, así que ahora a parte del padre postizo de su jefe, tenía también a mama Hermione que se había revelado como una segunda Molly Weasley. Entre Hermione, Terry y él habían recogido todas sus cosas del piso que compartió con Harry, y las habían llevado al de la bruja, en previsión de quedarse Draco con el apartamento de ésta en cuanto la joven se casara con Terry y se fueran a vivir al piso de su futuro marido.
Las semanas pasaban y Draco caminaba por el mundo tal como se sentía, como un hombre muerto. Sin esperanzas ni ilusiones, sin nada por lo que luchar, sólo su trabajo, en el que era terriblemente bueno. Y fue gracias a su trabajo que consiguió salir del pozo de podredumbre en el que se hundía día a día.
Un mes y medio después del día “B”, como Draco llamaba al día que rompió con Harry le llegó una lechuza al trabajo. Era de uno de los abogados de oficio que se encargaban de los juicios en el Wizengamot para los Death Eaters arrestados después de la guerra. Resultaba que la clienta del abogado exigía que fuera él quien se encargara de su caso.
Comenzó a ojear la ficha de dicho caso y su boca se abrió ante la sorpresa. Pansy... La pequeña Pansy con la que había jugado desde niños, la niña a la que le dio su primer beso, la joven altanera y snob con la que su padre lo había destinado a casarse. Pansy, a la que daba ya por muerta, como al resto de gente de su pasado.
Un dolor olvidado lo embargó, la perdida de aquellos que fueron su familia antes de Harry.
No lo dudó, si había algo que él pudiera hacer por la bruja que fue su primera vez estaba claro que iba a hacerlo. Era lo menos que podía hacer...
Pero nada en el mundo podía haber preparado a Draco para lo que se encontró. En una mugrienta celda de Azkaban se encontraba una mujer con otrora hermoso cabello rubio sucio y descuidado, y un cuerpo prácticamente esquelético, excepto por la prominente barriga que se entreveía a través de la gruesa túnica.
Sus manos se crisparon en los barrotes al ver a la joven que él conocía en ese estado tan lamentable y en... Bueno, en lo que parecía un embarazo bastante avanzado.
-Pansy... –fue lo único que pudo decir.
-Draco... Los dioses han escuchado mis plegarias, has venido... Draco, por favor, no permitas que me maten, no antes de que de a luz. Por favor Draco, mi hija no, ella no tiene culpa de nada, Draco por favor, por los viejos tiempos, por todo lo que pasamos, no dejes que me ejecuten antes de tenerla.
El mundo tembló bajo los pies de Draco, Pansy, embarazada, frente a él, condenada a muerte, rogándole por la vida de su hija aún no nacida. ¿Qué le había pasado al mundo para querer ejecutar a una mujer con una vida inocente en su interior? ¿Tanto odio acarreaba la comunidad mágica para olvidar la más mínima humanidad?
-¿De quien...? –preguntó dubitativo, sólo esperaba que no fuera fruto de una violación, no sería la primera vez que estas cosas pasaban en una guerra, y maldijo internamente a este mundo que había arrastrado a su generación a una situación en la que todos, lucharan en el bando que lucharan se habían convertido en asesinos.
-De Blaise... Él y yo nos casamos, ¿sabes? Nos sentíamos tan solos sin ti, sólo nos teníamos el uno al otro. Y... Cuando la guerra acabó, conseguimos huir con vida hasta que... Un día nos encontraron en Cornualles, de eso hace cinco meses, Blaise se enfrentó a los aurores para facilitarme una salida. No lo entiendes Draco, ambos sabíamos que yo estaba embarazada, que tarde o temprano nos cogerían y nos ejecutarían, pero nuestra hija no. Necesitábamos tiempo para que yo diera a luz, ella no tiene la culpa de nada.
-¿Blaise...? –la pregunta murió al ver el dolor en el rostro de la mujer que tenía frente a él. No, no, no... Su mente se negaba a aceptar que esto hubiera sucedido, aún habiéndolo sabido siempre, tener la confirmación de que su primer amor había muerto era, demasiado doloroso.
-Murió para que yo pudiera escapar, fue rápido, un auror lo desarmó y cayó contra unas rocas rompiéndose el cuello. Al menos el no tubo que pasar por esto –dijo señalando a su alrededor.
Las lágrimas caían por el rostro de Draco. Blaise, su Blaise... Muerto... También lo había perdido, igual que había perdido a Harry, aunque al menos éste continuaba vivo.
-Me arrestaron hace un par de semanas, estabilizaron mi salud y el embarazo. Estoy de seis meses, Draco y me han condenado a muerte. Pero Draco, mi hija y la de Blaise, que podría ser tu hija, porque los tres hace años nos quisimos... Mi hija no tiene culpa. Sálvala Draco, por el amor que te tuve, por el amor que Blaise te tenía, por el amor que tu sentías por él. No dejes que me ejecuten antes de que...
Y aquí empezó la primera de las batallas de Draco contra el Ministerio. Una batalla por la vida de una criatura aún no nacida que sólo pedía tres meses de vida para su madre. El caso fue seguido por todos los periódicos mágicos del mundo. Miles de cartas fueron enviadas en apoyo a la causa de Draco. En Inglaterra sin embargo el caso tuvo un seguimiento por parte de El Profeta bastante reticente, se tenía demasiado miedo de remover demasiado la cosa. Pero aún así, todas las madres inglesas se alzaron contra el Ministerio a favor de la pequeña criatura que crecía fuerte y sana en el vientre de la despiadada Death Eater.
Todo el dolor relegado a un rinconcito de su mente, para Draco sólo tenía importancia salvar esa vida, y demostrarse a él mismo que podía enfrentarse a lo que se le viniera encima.
Ganó, se aplazó la ejecución de Pansy hasta que esta diera a luz. Y durante esos meses Draco se sintió tan unido a la pequeña por nacer que cuando Pansy le preguntó si querría hacerse cargo de ella Draco sólo la abrazó y le dijo que sí, prometiéndole cuidar de la niña como si él la hubiera engendrado.
Para cuando llegó el día del parto todos los papeles estaban ya arreglados, Draco era legalmente el padre de la criatura, y en cuanto esta naciera sería también el padre mágicamente…
Neville Longbottom, quien se había convertido en un gran medimago, asistió el parto en el cual también estuvieron presentes Draco y Hermione, junto con cinco aurores.
-Como si fuera a escaparse en pleno parto –protestó entre dientes Draco.
Seis horas de parto, seis horas de tortura en las que Pansy gritó y lloró, suplicó que cuidaran a su hija, y calló en trances de delirio en los que hablaba con un Blaise imaginario.
Años después Hermione recordaría esas horas como unas de las más horribles de su vida, viendo sufrir a una mujer destrozada por la guerra y aún así, luchando por la vida de su hija.
Los primeros llantos de la pequeña niña se oyeron fuertes y altos en todo el quirófano. Neville se encargó prestamente de repasar su salud y se la pasó a Draco quien la sujetó tembloroso en sus brazos.
Se arrodilló junto a Pansy, mientras esta era atendida para que dejara de sangrar, y le mostró el bebé.
-Pansy –le dijo con voz suave acariciando la mejilla de la mujer para llamarle la atención- Mírala Pansy, es tu hija, tu niña, tiene tu cabello rubio y los ojos aguamarina de Blaise.
Pansy enfocó la mirada con dificultad y miró a su hija. Era un bebé precioso, de piel rosadita, pelusilla rubia por cabello y unos despiertos y preciosos ojos. Acarició una de las manitas pequeñas, pero aún así perfectas y con los ojos llenos de lágrimas y voz rasposa por el esfuerzo y los gritos susurró.
-No... Tu hija Draco, no la mía. Yo sólo la he llevado dentro, pero tú le has dado la vida, y la vas a cuidar y ver crecer, le cambiarás los pañales, te pelearás con ella sobre ropa y novios. Tú eres su padre Draco. Llévatela antes de que esto se me haga más difícil, por favor... No quiero que esté presente cuando... –no pudo acabar la frase, un súbito estremecimiento recorrió a la mujer.
Lo que pasó después Draco lo recordaba como una caótica sucesión de acontecimientos. Pansy se desangraba internamente según gritó Neville a las enfermeras. Draco fue sacado fuera del quirófano junto con la niña, a la sala contigua observándolo todo por un cristal. Las enfermeras corrían, los aurores se empeñaban en llevarse a la condenada siguiendo ordenes, Neville se negaba a abandonar a su paciente fuera quien fuera y Hermione se discutió con los aurores sobre la atrocidad de querer “asesinar” a una mujer sin dejarle si quiera unas horas con su hija recién nacida. Reclamándoles la falsa moral de una sociedad que había estado a punto de condenar a una vida inocente.
Sus orígenes muggles le hacían ver la pena de muerte como algo repugnante, considerándolo como una barbarie. Y en un arrebato de ira agarró la mano de uno de los aurores apuntó a Pansy con la varita de este, las manos aún entrelazadas, gritando con lágrimas en los ojos.
-¡Vamos, mátala! ¿No es lo que todos queréis? Mátala y acaba con todo, mátala y vuelve a casa esta noche y abraza a tu mujer y tus hijos y mírales a la cara sin cargos de conciencia.
Por su parte Neville trabajaba a marchas forzadas en sanar las heridas internas de la mujer.
-Maldita sea, se nos va, se nos va... Vamos Pansy, reacciona, no te mueras, no te mueras... –una mano se posó sobra las suyas manchadas de la sangre de Pansy. Alzó la mirada para ver a Hermione negando con la cabeza y un reguero de lágrimas por sus mejillas.
-Déjala ir Neville, déjala morir como miles de mujeres han muerto, en los dolores del parto, deja que algún día su hija sepa que su madre no murió ejecutada por un verdugo que le lanzó un Avada... Déjala morir en paz....
Pansy murió a los pocos minutos por hemorragia interna, ante los ojos de cinco aurores, varias enfermeras, Neville Longbottom, Hermione Granger, y desde la otra habitación Draco y su hija.
-Descansa en paz Pansy –susurró Draco mientras lo dirigían a la sala dónde se efectuaría la transferencia mágica. De nuevo fue Neville quien atendió la operación, un complicado ritual en el que toda la sangre de la criatura sería substituida por la de Draco, traspasándole su magia, de manera que la niña obtuviera la huella mágica de Draco. Las ventajas del ritual eran numerosas, e impedirían que nunca nadie le reclamara la custodia de la criatura, pues había sido entregada por voluntad de la madre y había recibido la sangre y poder de su padre, traspasándole así algunos caracteres que se mezclarían con los de sus padres biológicos.
El proceso duró horas, en las que Neville se encargó de vigilar las constantes de ambos, mientras Hermione preparaba a Draco para recitar en el momento adecuados los diferentes fragmentos del elaborado encantamiento. Finalmente sólo quedaba nombrar a la niña bajo su nombre y decir el de los padres. Draco sonrió, sabia que nombre ponerle, lo había pensado mucho, y a pesar a de las quejas de Hermione a él le encantaba, porque para él la pequeña había sido como una rayo de esperanza arrojada a su vida, había venido para salvarlo, como a su vez salvó a todo un mundo la niña a la que le debía el nombre.
-Yo te nombro Elora Danan, hija de Draco – pronunció con voz clara, sin decir el apellido que le había sido negado pero que pensaba recuperar, pronto, muy pronto... Al instante la criatura fue envuelta en una luz blanca que poco a poco fue remitiendo hasta quedar de nuevo estirada en la cunita.
La piel sonrosada tenía una tonalidad más cremosa, marfileña, como la del propio Draco, el cabello rubio también se había aclarado hasta observarse en los ralos mechones el característico rubio platino de los Malfoy, y los ojos habían adquirido una profundidad grisácea confiriéndoles la tonalidad tormentosa típica de la familia Black.
A partir de ese día la vida de Draco dio un giro de 360 grados. Sacar a Elora adelante fue más difícil de los que había pensado, y sin Hermione en casa para ayudarlo ya que se había casado dos meses antes, sus estudios y su trabajo, la vida era un caos. Pero era vida después de todo. Y cada nuevo día tenía una razón para seguir adelante. De todas maneras, al final tuvo que capitular y aceptar que necesitaba ayuda. Lo primero fue contratar a un elfo doméstico, de lo cual se encargó Hermione diciendo que conocía a la elfina ideal. Y así, Winky, la antigua elfina del fallecido Bartemius Crouch pasó a estar al servicio de Draco. Jamás una elfa había sido tan feliz de estar de nuevo al servicio de una familia, y a pesar de su reticencia a aceptar el sueldo, acabó cediendo. Lo segundo fue buscar a alguien que se encargara de Elora mientras Draco estudiaba, tarea para la que se ofrecieron los abuelos de Hermione, aludiendo que a falta de bisnietos propios, la ahijada de su nieta les haría la función. Por las tardes en cambio, Elora se quedaba con la mujer del jefe de Draco, y padrino de la niña. Y entre unos y otros, Elora Danan creció siendo una niña feliz, mimada y consentida por todos aquellos abuelos, y bisabuelos postizos.
Pero desde el día del nacimiento de Elora algo había arraigado con fuerza en el corazón de Draco. Ahora tenía una hija, y pensaba darle todo lo que se merecía, incluyendo un apellido, su apellido, el cual su padre le había negado para después mancharlo y deshonrarlo con sus crímenes de guerra. Aún así él era un Malfoy, se sentía un Malfoy y aunque tardara el resto de su vida tenía la intención de recuperar su apellido, su fortuna, su mansión y limpiar de toda tacha su nombre. Ese era el regalo que pensaba hacerle a su hija, la niña que merecía todo eso y más por haberlo salvado de su caída a la depresión.
Así empezó lo que el Profeta y el resto de periódicos mágicos del mundo bautizaron como “Las guerras de Draco”. En los que cada juicio, cada sentencia, cada terreno que Draco conquistaba quedaba registrado en los anales de la historia del derecho mágico en los “juicios de Draco contra el ministerio de Magia”. Unos juicios largos, de interminables batallas legales, en las que Draco se destapo ante el mundo como un letrado habilidoso, con un talento natural para interpretar leyes, usarlas a su favor, y confundir a la oposición.
El primer juicio se prolongó durante dos años, hasta conseguir invalidar las acciones legales de Lucius Malfoy en las fechas posteriores al inicio de la guerra. Pero aún así, eso sólo le permitió recuperar su apellido puesto que todas las posesiones de los Malfoy habían sido embargadas por el ministerio, así que a partir de ahí se sucedieron un sinfín de casos “Draco Malfoy contra el Ministerio de magia” por cada propiedad, cada acción, cada galeón que hubiera pertenecido a los Malfoy y a su madre por parte de la familia Back.
El tiempo pasó, y la vida de Draco alcanzó una pacífica calma en la que se sentía totalmente a gusto. Acabó sus estudios de derecho con la calificación más alta junto con Hermione. Empezó a trabajar a jornada completa en el buffet dónde había hecho las prácticas y trabajaba a media jornada desde hacia años; el MacField Legalitas que con el tiempo se convirtió en MacField y asociados Legalitas. A medida que Draco recuperó parte de su patrimonio Eduard le ofreció que se asociaran; al fin y al cabo, era el buffet más cotizado de toda Gran Bretaña y uno de los mejores de Europa, todo gracias a la fama y la pericia de Draco en su cruzada personal. Magos y brujas veían una garantía al poner sus asuntos legales en manos del buffet dónde trabajaba el mago que estaba plantándole cara al Ministerio y barriendo uno tras otro a todos los letrados del gobierno.
Se compró una bonita casa unifamiliar con un amplio jardín en el que Elora pudiera jugar, a las afueras de Londres y disfrutaba de su hija, sus amigos y su perro, un Golden Retriever al que llamó, no sin un punto irónico, Willow. Y durante todo ese tiempo agradeció a todos los dioses habidos y por haber por haber hecho que en su vida se cruzaran dos personas tan maravillosas como Hermione Granger y Neville Longbottom, el médico oficial de la familia desde el nacimiento de Elora.
Amigos... siempre había pensado que desde que lo dejo todo atrás no tenía amigos propios, simplemente los amigos de Harry. Se equivocó, Hermione era una fiel amiga, una constante en su vida, y aunque sabía que alguna vez veía a Harry también sabía que una de las causas que propició la separación del grupo de amigos Gryffinfors fue la ruptura de él y Harry, y el posterior comportamiento de Harry que parecía huir de Draco a toda costa. Y a partir del nacimiento de Elora, Neville y con él su marido Dean Tomas también entraron en su vida, junto con Terry, Víctor Krum, amigo de Hermione, y varios magos y brujas que Draco había ido conociendo a lo largo de los años tanto en la universidad como en el trabajo. Sí, amigos... tenía amigos con los que cenar cada jueves, amigos con los que celebrar su cumpleaños, el de Elora, las fiestas importantes, amigos y familia prestada con la que pasar los domingos.
Y si el amor no picaba a su puerta no le preocupaba. Había amado más profundamente de lo era capaz de imaginar, y muy en el fondo sabía que aún seguía queriendo a esa persona, así que salvo por los ocasionales affaire de no más de una par o tres de semanas, y un par de relaciones algo más largas, su vida sentimental era de lo más tranquila. Era en definitiva una vida hogareña, acomodada y pacifica, en la que el día a día giraba en torno a su hija, su trabajo, su cada, quedar con los amigos y pelearse con el Ministerio de Magia.
Por que caminos tan diferentes transcurrió la vida de Harry.
Para el Héroe del mundo Mágico su carrera se convirtió en lo más importante, trabajó ardua y duramente hasta conseguir ser nombrado el mejor jugador de Quidditch del mundo. Y durante sus tres primeros años en el Puddlemere United consiguió tres ligas inglesas, ligas que siguió ganando a pesar de cambiar de equipo. Harry Potter era como el talismán ganador, daba igual con quien jugara, o contra quien, el siempre atrapaba la snitch.
Esa fama ganadora hizo que a diferencia de la mayoría de jugadores que solían jugar de por vida para una franquicia Harry cambiara varias veces de equipo. Jugó tres años en el Puddlemere, dos años con los Falmouth Falcons, y llevaba cinco años jugando con los Montrose Magpies.
En todos estos años el juego de Harry había mejorado hasta convertirse en algo digno de ver, miles de magos y brujas seguían sus partidos ya fuera en directo o por radio, o incluso por la nueva magitelevisión.
Pero así como su fama por su buen juego subía como la espuma, también lo hacía su fama en otros ámbitos más personales.
Desde que se convirtiera en jugador profesional y dejara a Draco Malfoy, la vida personal de Harry Potter se había convertido en un trepidante torbellino de ir y venir a fiestas exclusivas, codeándose con la “creme de la creme” de la sociedad mágica, y viviendo affaires tormentosos con deportistas, cantantes, modelos, actores y cuanto mago o bruja atractivo se cruzara en su camino.
Harry era el soltero más deseado del mundo mágico, votado tanto entre magos como brujas, considerado el hombre más atractivo en varios años por las revistas Corazón de Bruja y Witch Weekly. Revistas que se dedicaban a seguir con todo detalle la turbulenta y promiscua vida del Chico de Oro, como fue bautizado en sus días de colegio.
Una de las campanadas más sonadas la dio a los 24 años, cuando tras ganar el primer mundial de Quidditch con la selección inglesa se casó en una boda relámpago con una jugadora francesa con sangre veela, la cual se divorció de él a los siete meses por sus repetidas infidelidades. O cuando mantuvo un tormentoso romance con Kirley, el cantante de las Brujas de Macbeth; o cuando en pleno partido contra el Puddlemere el primer año de jugar con los Falcons se peleó a voz en grito con Oliver Wood, ex compañero de equipo, y por lo que se pudo entender de la discusión, también ex amante.
Semana tras semanas la prensa amarilla y del corazón de la comunidad mágica de todo el mundo se hacía eco de la vida del famoso jugador, publicando fotografías de su nueva pareja o entrevistas de sus ex amantes.
Sólo había una parte de la vida de Harry Potter que se mantenía vetada al público, y eran sus amigos, los pocos que le quedaban de su época de estudiante, aquellos que eran como su familia, y por supuesto todo lo referente a los tiempos de la guerra.
Para Harry sus amigos eran su refugio, el lastre que mantenía su vida anclada en buen puerto, si no fuera por los Weasley, Seamus, Lee Jordan y toda la “trouppe” como él los solía llamar hacía años que ya habría perdido la cabeza.
Los viernes por la noche era la noche de las cervezas en casa de los gemelos, dónde se ponían al día, se reían de él y su vida de soltero alocado. A veces, sólo a veces, echaba de menos los sermones de Hermione a la que veía tan de tanto en tanto que hasta vergüenza le daba. Pero sabía que la joven bruja nunca le había perdonado su forma de actuar con Draco después de que lo dejaran y Draco era un tema del que evitaba hablar a toda costa, de hecho entre sus amigos había la consigna de “nunca jamás, bajo ninguna circunstancia nombrar a Draco”. No es que le doliera aún esa herida, se decía a sí mismo, pero durante el tiempo que si le molestó huyó de él como del diablo, y sus amigos simplemente habían seguido evitando el tema a pesar de los años pasados.
De los diez largos años que habían pasado desde aquella mañana de domingo en la que despertó por última vez con la única persona a la que seguramente había querido de verdad.
El sol de la mañana entraba por la ventana de la la casa de Harry, una lujosa casa de una planta junto al mar en la bahía de Lunan, a las afueras de Montrose. Harry escondió la cabeza bajo la almohada y gruñó ante la molesta luz. Seguramente había llegado a altas horas de la noche, sin notar las persianas subidas.
Genial... Pensó con resignación. Así no hay quien duerma, quien me mandaba a mí venirme a vivir tan al norte, con lo pronto que sale aquí el sol.
Abrió los ojos e intentó recordar como había llegado a casa la noche anterior. Recordaba haber ido al piso del chico que había conocido en el bar dónde había ido con el resto del equipo para celebrar la victoria.
-Ahora recuerdo... –murmuró tapándose los ojos con el antebrazo –No me apetecía despertarme y encontrarme en una cama ajena con un desconocido.
Se levantó y se fue hacia la ducha a ver si se despejaba. Además necesitaba quitarse el olor a alcohol, tabaco y sexo de la noche anterior. Por el camino recordó que tendría visita en poco rato.
-¡Dobby! –dijo alzando la voz, escuchando el característico plop con el que se aparecían los elfos domésticos, el pequeño elfo lo miró con rostro expectante pero sin decir palabra. Había aprendido con los años que cuando El Harry Potter, señor, tenía esa cara era mejor no hablar, puesto que según El Harry Potter, Señor, le daba dolor de cabeza.-Prepara un buen desayuno para dos, tiene que venir Lee y ya que me he despertado pronto... –el elfo sólo asintió y desapareció con un nuevo plop.
Para cuando llegó Lee, Harry estaba ya en la mesa de la cocina con una café bien cargado y ojeando El Profeta. Sólo ojeándolo, nada de leerlo, y sobretodo saltándose las partes de política, economía y demás tostones.
-Vaya sorpresa, ¿qué haces levantado tan temprano? –preguntó el mago de piel oscura y rastas hasta los hombros- Yo que pensaba que tendría que sacarte a rastras de la cama.
-Muy gracioso Lee... ¡¡Ja, ja, ja!! Me parto... Dios, que dolor de cabeza... –murmuró entre dientes- Sírvete lo que quieras, ya sabes que estás en tu casa.
Desayunaron tranquilamente, hablando sobre temas sin importancia como el último invento de los gemelos, la última pelea de Ron y Lavender, y Lee se rió a gusto con el “rollete” de la noche anterior de Harry.
Lo típico de siempre, pensó Harry acabándose el café, y espero que siga siendo así. Son la constante en torno a la que gira mi vida.
-Bien, ahora que te veo más despejado entremos en materia. ¿Ya has decidido algo? La temporada está a punto de acabar y si vas a renovar tendremos que hacerlo ya, y si no, razón de más para apresurarse, tenemos que conseguirte el mejor contrato posible.
-No quiero renovar –dijo mirando la taza vacía de café, se levantó y se sirvió una nueva taza, esta vez con leche-, quiero volver al Puddlermore, es el equipo que me vio crecer y quiero retirarme allí.
-¿Retirarte? Pero si eres joven, estás en plena cúspide de tu carrera. No te entiendo, de verdad...
-Mira, firmaré este contrato, serán cinco temporadas más o cuatro, y como tu bien has dicho me retiraré en la cúspide de mi carrera, antes de que la edad me haga bajar el nivel, o de que aparezca algún novato terriblemente bueno y me desbanque. Quiero irme en plena gloria Lee, quiero que se me recuerde en mi época dorada. –concluyó removiendo el café con leche.
-Visto así... Supongo que tienes parte de razón, y es tu decisión al fin y al cabo- respondió Lee pensativo- ¿Pero estas seguro? Bueno, de todas formas siempre estás a tiempo de cambiar de opinión, y no es como si necesitaras el dinero.
-No, no necesito el dinero, tengo suficiente para vivir cinco vidas bien holgadas, y sigo teniendo mis otros negocios, así que no me preocupa nada. Sólo que me apetece descansar- dijo al tiempo que se estiraba en la silla y ponía los pies en un taburete- y cambiar un poco el ajetreo que llevo actualmente, para cuando me retire tendré unos 35 años, una buena edad para asentarme, ¿no crees?
-Sí, ¿por qué no? Pero entonces será mejor que te negocie el mejor contrato posible, lo que me recuerda que me han comentado que pida ayuda. Se ve que todos los equipos tienen ahora alguna asesora legal detrás y yo no estoy preparado para eso. ¿Te parece bien que contrate algún abogado?
-Como tu digas Lee, sabes que lo dejo todo en tus manos –le respondió sonriente- Y ahora que te parece si vamos a dar una vuelta, tengo que comprar algunas cosas.
-Te acompaño un rato, que luego quiero hablar con un amigo mío para que me recomiende algún abogado- le respondió Lee al tiempo que se levantaba.
-Ok, pero que sea el mejor tío, ya sabes como se pone la gente conmigo, además que si no es bueno se lo comerán vivo, harán lo que sea para poder sacar la mejor tajada posible de mi contrato –comentó con resignación.
A veces se hace difícil mantener la compostura cuando ves a todo el mundo queriendo aprovecharse de ti, pensó resignado, pero supongo que después de tantos años ya uno se acostumbra, o al menos soy capaz de girar las tornas y sacar el mayor provecho.
-Tranquilo compañero –le respondió sonriente Lee –ya verás como tendrás el mejor abogado del mundo, al fin y al cabo, no podemos permitir que el mejor jugador del mundo se conforme con menos, ¿no? –añadió con guiño.
Lee Jordan pasó el resto de la mañana como un calvario, en su mente no paraba de dar vueltas y vueltas al asunto del abogado. Harry quería el mejor, ¿cómo lo había dicho? “El mejor para el mejor”, pero claro, Harry desconocía por entero quien era el mejor abogado del Reino Unido. ¿Y como iba a saberlo? Si se pasa el día montando cosas, ya sea una escoba, un mago o una bruja, pensó divertido. Y ni modo de que se haya leído la sección de política del Profeta.
En resumidas cuentas, Lee Jordan tenía un grave problema, necesitaba contratar los servicios del mejor abogado para que se encargara de los asuntos legales del nuevo contrato de Harry, y este no era otro que Draco Malfoy. ¿Aceptaría Draco llevar el caso de Harry? Esperaba que sí, de los dos Draco siempre había sido el más sensato, así que esperaba que fuera capaz de separar el trabajo del pasado, pero Harry... Eso era ya otro cantar. Lo único que se le ocurría era ocultarle a Harry el nombre del buffet, y no creía que fuera a resultar difícil.
Total, se dijo sonriente de camino a MacField & Asociados Legalitas, Harry nunca se preocupa por estas cosas, no lo ha hecho en diez años, ¿por qué tendría que hacerlo ahora?
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Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #003 Finales, por final de una vida y de una carrera estelar
Rating: R
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor: Editado después de mucho, pero que mucho tiempo. Dedicado a
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Anteriores: Capítulo 1
Hermione Granger, la bruja más inteligente de su generación, estaba sentada cómodamente en su pisito releyendo unos apuntes de derecho mágico mercantil. Unos apuntes que no eran suyos porqué había faltado un par de días esa semana.
Pero bueno, que más da, y los apuntes de Draco son tan completos, se dijo con una sonrisa. Creo que le pediré que me deje hacerme una copia entera del temario. Seguro que Harry y Ron creerán que es el fin del mundo, Hermione Granger pidiéndole apuntes a otra persona, si tiene su gracia. Pero es que Draco es realmente bueno en esto.
Era curioso pensar que desde que Draco cambió de bando ella fue la primera con la que se llevó bien. Quizás porque ambos eran personas inteligentes y podían mantener conversaciones interminables sobre cualquier tema.
Sí, definitivamente Draco se había convertido en su mejor amigo. Y más desde el final de la guerra cuando ambos decidieron estudiar derecho mágico. Iban juntos a las clases, y además salían en el mismo grupo de amigos. Que Draco fuera la pareja de otro de sus mejores amigos sólo lo hacía todo más increíble. A Draco le contaba las cosas antes que a nadie, sabiendo que de él obtendría una respuesta sincera tras meditar todas las opciones. Él fue el primero en saber de su relación con Terry, y era su hombro en el que llorar cuando algo iba mal.
Harry es un cabrón con suerte de tener un novio así, pensó divertida.
Escuchó el sonido de la chimenea en la sala y lo que le pareció ser la voz de Draco diciendo su nombre. Salió corriendo para encontrarse a Draco en el suelo frente al hogar, tembloroso y llorando como un niño pequeño.
Lo primero que pasó por su mente fue: ¿Qué demonios ha pasado? Y lo segundo fue un nombre: Harry.
Sabía que sólo había una persona en el mundo capaz de dejar a Draco en ese estado tan lastimoso, y había visto como Draco estaba cada vez más preocupado por su relación con Harry, pero sabía que el joven mago quería a Harry con locura, y esperaba que ambos arreglaran lo que fuera que les pasara.
Pero viendo a Draco así su mente se llenó de recriminaciones y preocupación. Y al tiempo que abrazaba a Draco y lo sentaba en un sofá, intentando tranquilizarlo internamente no paraba de gritar: ¿¡Qué coño has hecho Harry!? ¿¡Qué coño le has hecho!?
Mientras una tetera se calentaba al fuego, Draco le fue narrando entre sollozo y sollozo lo que había pasado. Hasta que finalmente cayó rendido en su regazo. Le acarició el pelo con cariño. Si hacía años había odiado, aunque de forma infantil a ese hombre, ahora lo quería como a un hermano. Draco le había salvado la vida casi a costa de la suya, lo que fortaleció más el vínculo entre ambos. Se levantó con cuidado y se sirvió una taza de té. Meneó la cabeza, esto no iba a ser fácil, nada fácil.
Se acercó a la chimenea y llamó a Terry.
-¡Herm! Hola guapa, justo ahora pensaba en ti –la saludó el ex-Ravenclaw con su más apuesta sonrisa.
-Terry... Mañana no iré a clase, ni yo ni Draco, puedes disculparnos ante los profesores.
-Claro guapa... ¿Qué ha pasado? ¿Está Draco contigo? –preguntó preocupado.
-Sí, está aquí... Mira, es que no sé si... Es igual, lo vas a saber de todas maneras, Harry y Draco lo han dejado, o casi sería mejor decir que Harry– añadió con rabia al pronuncia el nombre de su amigo de infancia- ha dejado a Draco.
-Oh vaya... ¡Mierda! Lo siento muchísimo por Draco, sé lo mucho que lo quiere. Cuídalo bien, ¿vale? Y faltad los días que creáis necesarios, yo hablaré con los profesores y con el buffet de Draco, tu sólo preocúpate de que no haga tonterías.
-Gracias, sabía que podía contar contigo –sonrió triste.
A centenares de millas de allí, en una pequeña taberna de mala muerte Harry acababa su sexta pinta de cerveza. Dejó que su cabeza golpeara contra la barra y cerró los ojos. Necesitaba dormir, estaba hecho polvo. Pensó en volver a casa, pero recordó a Draco y lo que había pasado esa tarde. No podía volver, aquella ya no era su casa. Aunque le doliera, aunque una parte de él le gritara: ¿qué coño has hecho Potter? Pero la decisión estaba tomada, ya no iba a volver atrás. Aunque quisiera, cosa que no tenía clara, estaba seguro que Draco jamás lo perdonaría. Así que como mejor pudo, se apareció en el único lugar al que podía acudir, el piso de los gemelos y de Ron. De seguro entre los tres conseguirían levantarle el ánimo.
Los días siguientes fueron un calvario para Draco. Aceptar que todo había terminado con Harry no evitaba que el dolor interno fuera insoportable. Acabó recurriendo a su antigua máscara para esconder sus emociones, aunque fuera inútil con algunas personas como Hermione o el viejo Eduard, el jefe del buffet en el que trabajaba, que casi parecía haberlo adoptado como el hijo que nunca había podido tener junto a su esposa.
La rutina sólo parecía hundirlo más y más en un círculo insano de depresión. Dormir, ir a clase, trabajar y pelearse con Hermione por comer poco. Desde el día que se apareció en casa de Hermione que se había mudado al piso de la bruja, así que ahora a parte del padre postizo de su jefe, tenía también a mama Hermione que se había revelado como una segunda Molly Weasley. Entre Hermione, Terry y él habían recogido todas sus cosas del piso que compartió con Harry, y las habían llevado al de la bruja, en previsión de quedarse Draco con el apartamento de ésta en cuanto la joven se casara con Terry y se fueran a vivir al piso de su futuro marido.
Las semanas pasaban y Draco caminaba por el mundo tal como se sentía, como un hombre muerto. Sin esperanzas ni ilusiones, sin nada por lo que luchar, sólo su trabajo, en el que era terriblemente bueno. Y fue gracias a su trabajo que consiguió salir del pozo de podredumbre en el que se hundía día a día.
Un mes y medio después del día “B”, como Draco llamaba al día que rompió con Harry le llegó una lechuza al trabajo. Era de uno de los abogados de oficio que se encargaban de los juicios en el Wizengamot para los Death Eaters arrestados después de la guerra. Resultaba que la clienta del abogado exigía que fuera él quien se encargara de su caso.
Comenzó a ojear la ficha de dicho caso y su boca se abrió ante la sorpresa. Pansy... La pequeña Pansy con la que había jugado desde niños, la niña a la que le dio su primer beso, la joven altanera y snob con la que su padre lo había destinado a casarse. Pansy, a la que daba ya por muerta, como al resto de gente de su pasado.
Un dolor olvidado lo embargó, la perdida de aquellos que fueron su familia antes de Harry.
No lo dudó, si había algo que él pudiera hacer por la bruja que fue su primera vez estaba claro que iba a hacerlo. Era lo menos que podía hacer...
Pero nada en el mundo podía haber preparado a Draco para lo que se encontró. En una mugrienta celda de Azkaban se encontraba una mujer con otrora hermoso cabello rubio sucio y descuidado, y un cuerpo prácticamente esquelético, excepto por la prominente barriga que se entreveía a través de la gruesa túnica.
Sus manos se crisparon en los barrotes al ver a la joven que él conocía en ese estado tan lamentable y en... Bueno, en lo que parecía un embarazo bastante avanzado.
-Pansy... –fue lo único que pudo decir.
-Draco... Los dioses han escuchado mis plegarias, has venido... Draco, por favor, no permitas que me maten, no antes de que de a luz. Por favor Draco, mi hija no, ella no tiene culpa de nada, Draco por favor, por los viejos tiempos, por todo lo que pasamos, no dejes que me ejecuten antes de tenerla.
El mundo tembló bajo los pies de Draco, Pansy, embarazada, frente a él, condenada a muerte, rogándole por la vida de su hija aún no nacida. ¿Qué le había pasado al mundo para querer ejecutar a una mujer con una vida inocente en su interior? ¿Tanto odio acarreaba la comunidad mágica para olvidar la más mínima humanidad?
-¿De quien...? –preguntó dubitativo, sólo esperaba que no fuera fruto de una violación, no sería la primera vez que estas cosas pasaban en una guerra, y maldijo internamente a este mundo que había arrastrado a su generación a una situación en la que todos, lucharan en el bando que lucharan se habían convertido en asesinos.
-De Blaise... Él y yo nos casamos, ¿sabes? Nos sentíamos tan solos sin ti, sólo nos teníamos el uno al otro. Y... Cuando la guerra acabó, conseguimos huir con vida hasta que... Un día nos encontraron en Cornualles, de eso hace cinco meses, Blaise se enfrentó a los aurores para facilitarme una salida. No lo entiendes Draco, ambos sabíamos que yo estaba embarazada, que tarde o temprano nos cogerían y nos ejecutarían, pero nuestra hija no. Necesitábamos tiempo para que yo diera a luz, ella no tiene la culpa de nada.
-¿Blaise...? –la pregunta murió al ver el dolor en el rostro de la mujer que tenía frente a él. No, no, no... Su mente se negaba a aceptar que esto hubiera sucedido, aún habiéndolo sabido siempre, tener la confirmación de que su primer amor había muerto era, demasiado doloroso.
-Murió para que yo pudiera escapar, fue rápido, un auror lo desarmó y cayó contra unas rocas rompiéndose el cuello. Al menos el no tubo que pasar por esto –dijo señalando a su alrededor.
Las lágrimas caían por el rostro de Draco. Blaise, su Blaise... Muerto... También lo había perdido, igual que había perdido a Harry, aunque al menos éste continuaba vivo.
-Me arrestaron hace un par de semanas, estabilizaron mi salud y el embarazo. Estoy de seis meses, Draco y me han condenado a muerte. Pero Draco, mi hija y la de Blaise, que podría ser tu hija, porque los tres hace años nos quisimos... Mi hija no tiene culpa. Sálvala Draco, por el amor que te tuve, por el amor que Blaise te tenía, por el amor que tu sentías por él. No dejes que me ejecuten antes de que...
Y aquí empezó la primera de las batallas de Draco contra el Ministerio. Una batalla por la vida de una criatura aún no nacida que sólo pedía tres meses de vida para su madre. El caso fue seguido por todos los periódicos mágicos del mundo. Miles de cartas fueron enviadas en apoyo a la causa de Draco. En Inglaterra sin embargo el caso tuvo un seguimiento por parte de El Profeta bastante reticente, se tenía demasiado miedo de remover demasiado la cosa. Pero aún así, todas las madres inglesas se alzaron contra el Ministerio a favor de la pequeña criatura que crecía fuerte y sana en el vientre de la despiadada Death Eater.
Todo el dolor relegado a un rinconcito de su mente, para Draco sólo tenía importancia salvar esa vida, y demostrarse a él mismo que podía enfrentarse a lo que se le viniera encima.
Ganó, se aplazó la ejecución de Pansy hasta que esta diera a luz. Y durante esos meses Draco se sintió tan unido a la pequeña por nacer que cuando Pansy le preguntó si querría hacerse cargo de ella Draco sólo la abrazó y le dijo que sí, prometiéndole cuidar de la niña como si él la hubiera engendrado.
Para cuando llegó el día del parto todos los papeles estaban ya arreglados, Draco era legalmente el padre de la criatura, y en cuanto esta naciera sería también el padre mágicamente…
Neville Longbottom, quien se había convertido en un gran medimago, asistió el parto en el cual también estuvieron presentes Draco y Hermione, junto con cinco aurores.
-Como si fuera a escaparse en pleno parto –protestó entre dientes Draco.
Seis horas de parto, seis horas de tortura en las que Pansy gritó y lloró, suplicó que cuidaran a su hija, y calló en trances de delirio en los que hablaba con un Blaise imaginario.
Años después Hermione recordaría esas horas como unas de las más horribles de su vida, viendo sufrir a una mujer destrozada por la guerra y aún así, luchando por la vida de su hija.
Los primeros llantos de la pequeña niña se oyeron fuertes y altos en todo el quirófano. Neville se encargó prestamente de repasar su salud y se la pasó a Draco quien la sujetó tembloroso en sus brazos.
Se arrodilló junto a Pansy, mientras esta era atendida para que dejara de sangrar, y le mostró el bebé.
-Pansy –le dijo con voz suave acariciando la mejilla de la mujer para llamarle la atención- Mírala Pansy, es tu hija, tu niña, tiene tu cabello rubio y los ojos aguamarina de Blaise.
Pansy enfocó la mirada con dificultad y miró a su hija. Era un bebé precioso, de piel rosadita, pelusilla rubia por cabello y unos despiertos y preciosos ojos. Acarició una de las manitas pequeñas, pero aún así perfectas y con los ojos llenos de lágrimas y voz rasposa por el esfuerzo y los gritos susurró.
-No... Tu hija Draco, no la mía. Yo sólo la he llevado dentro, pero tú le has dado la vida, y la vas a cuidar y ver crecer, le cambiarás los pañales, te pelearás con ella sobre ropa y novios. Tú eres su padre Draco. Llévatela antes de que esto se me haga más difícil, por favor... No quiero que esté presente cuando... –no pudo acabar la frase, un súbito estremecimiento recorrió a la mujer.
Lo que pasó después Draco lo recordaba como una caótica sucesión de acontecimientos. Pansy se desangraba internamente según gritó Neville a las enfermeras. Draco fue sacado fuera del quirófano junto con la niña, a la sala contigua observándolo todo por un cristal. Las enfermeras corrían, los aurores se empeñaban en llevarse a la condenada siguiendo ordenes, Neville se negaba a abandonar a su paciente fuera quien fuera y Hermione se discutió con los aurores sobre la atrocidad de querer “asesinar” a una mujer sin dejarle si quiera unas horas con su hija recién nacida. Reclamándoles la falsa moral de una sociedad que había estado a punto de condenar a una vida inocente.
Sus orígenes muggles le hacían ver la pena de muerte como algo repugnante, considerándolo como una barbarie. Y en un arrebato de ira agarró la mano de uno de los aurores apuntó a Pansy con la varita de este, las manos aún entrelazadas, gritando con lágrimas en los ojos.
-¡Vamos, mátala! ¿No es lo que todos queréis? Mátala y acaba con todo, mátala y vuelve a casa esta noche y abraza a tu mujer y tus hijos y mírales a la cara sin cargos de conciencia.
Por su parte Neville trabajaba a marchas forzadas en sanar las heridas internas de la mujer.
-Maldita sea, se nos va, se nos va... Vamos Pansy, reacciona, no te mueras, no te mueras... –una mano se posó sobra las suyas manchadas de la sangre de Pansy. Alzó la mirada para ver a Hermione negando con la cabeza y un reguero de lágrimas por sus mejillas.
-Déjala ir Neville, déjala morir como miles de mujeres han muerto, en los dolores del parto, deja que algún día su hija sepa que su madre no murió ejecutada por un verdugo que le lanzó un Avada... Déjala morir en paz....
Pansy murió a los pocos minutos por hemorragia interna, ante los ojos de cinco aurores, varias enfermeras, Neville Longbottom, Hermione Granger, y desde la otra habitación Draco y su hija.
-Descansa en paz Pansy –susurró Draco mientras lo dirigían a la sala dónde se efectuaría la transferencia mágica. De nuevo fue Neville quien atendió la operación, un complicado ritual en el que toda la sangre de la criatura sería substituida por la de Draco, traspasándole su magia, de manera que la niña obtuviera la huella mágica de Draco. Las ventajas del ritual eran numerosas, e impedirían que nunca nadie le reclamara la custodia de la criatura, pues había sido entregada por voluntad de la madre y había recibido la sangre y poder de su padre, traspasándole así algunos caracteres que se mezclarían con los de sus padres biológicos.
El proceso duró horas, en las que Neville se encargó de vigilar las constantes de ambos, mientras Hermione preparaba a Draco para recitar en el momento adecuados los diferentes fragmentos del elaborado encantamiento. Finalmente sólo quedaba nombrar a la niña bajo su nombre y decir el de los padres. Draco sonrió, sabia que nombre ponerle, lo había pensado mucho, y a pesar a de las quejas de Hermione a él le encantaba, porque para él la pequeña había sido como una rayo de esperanza arrojada a su vida, había venido para salvarlo, como a su vez salvó a todo un mundo la niña a la que le debía el nombre.
-Yo te nombro Elora Danan, hija de Draco – pronunció con voz clara, sin decir el apellido que le había sido negado pero que pensaba recuperar, pronto, muy pronto... Al instante la criatura fue envuelta en una luz blanca que poco a poco fue remitiendo hasta quedar de nuevo estirada en la cunita.
La piel sonrosada tenía una tonalidad más cremosa, marfileña, como la del propio Draco, el cabello rubio también se había aclarado hasta observarse en los ralos mechones el característico rubio platino de los Malfoy, y los ojos habían adquirido una profundidad grisácea confiriéndoles la tonalidad tormentosa típica de la familia Black.
A partir de ese día la vida de Draco dio un giro de 360 grados. Sacar a Elora adelante fue más difícil de los que había pensado, y sin Hermione en casa para ayudarlo ya que se había casado dos meses antes, sus estudios y su trabajo, la vida era un caos. Pero era vida después de todo. Y cada nuevo día tenía una razón para seguir adelante. De todas maneras, al final tuvo que capitular y aceptar que necesitaba ayuda. Lo primero fue contratar a un elfo doméstico, de lo cual se encargó Hermione diciendo que conocía a la elfina ideal. Y así, Winky, la antigua elfina del fallecido Bartemius Crouch pasó a estar al servicio de Draco. Jamás una elfa había sido tan feliz de estar de nuevo al servicio de una familia, y a pesar de su reticencia a aceptar el sueldo, acabó cediendo. Lo segundo fue buscar a alguien que se encargara de Elora mientras Draco estudiaba, tarea para la que se ofrecieron los abuelos de Hermione, aludiendo que a falta de bisnietos propios, la ahijada de su nieta les haría la función. Por las tardes en cambio, Elora se quedaba con la mujer del jefe de Draco, y padrino de la niña. Y entre unos y otros, Elora Danan creció siendo una niña feliz, mimada y consentida por todos aquellos abuelos, y bisabuelos postizos.
Pero desde el día del nacimiento de Elora algo había arraigado con fuerza en el corazón de Draco. Ahora tenía una hija, y pensaba darle todo lo que se merecía, incluyendo un apellido, su apellido, el cual su padre le había negado para después mancharlo y deshonrarlo con sus crímenes de guerra. Aún así él era un Malfoy, se sentía un Malfoy y aunque tardara el resto de su vida tenía la intención de recuperar su apellido, su fortuna, su mansión y limpiar de toda tacha su nombre. Ese era el regalo que pensaba hacerle a su hija, la niña que merecía todo eso y más por haberlo salvado de su caída a la depresión.
Así empezó lo que el Profeta y el resto de periódicos mágicos del mundo bautizaron como “Las guerras de Draco”. En los que cada juicio, cada sentencia, cada terreno que Draco conquistaba quedaba registrado en los anales de la historia del derecho mágico en los “juicios de Draco contra el ministerio de Magia”. Unos juicios largos, de interminables batallas legales, en las que Draco se destapo ante el mundo como un letrado habilidoso, con un talento natural para interpretar leyes, usarlas a su favor, y confundir a la oposición.
El primer juicio se prolongó durante dos años, hasta conseguir invalidar las acciones legales de Lucius Malfoy en las fechas posteriores al inicio de la guerra. Pero aún así, eso sólo le permitió recuperar su apellido puesto que todas las posesiones de los Malfoy habían sido embargadas por el ministerio, así que a partir de ahí se sucedieron un sinfín de casos “Draco Malfoy contra el Ministerio de magia” por cada propiedad, cada acción, cada galeón que hubiera pertenecido a los Malfoy y a su madre por parte de la familia Back.
El tiempo pasó, y la vida de Draco alcanzó una pacífica calma en la que se sentía totalmente a gusto. Acabó sus estudios de derecho con la calificación más alta junto con Hermione. Empezó a trabajar a jornada completa en el buffet dónde había hecho las prácticas y trabajaba a media jornada desde hacia años; el MacField Legalitas que con el tiempo se convirtió en MacField y asociados Legalitas. A medida que Draco recuperó parte de su patrimonio Eduard le ofreció que se asociaran; al fin y al cabo, era el buffet más cotizado de toda Gran Bretaña y uno de los mejores de Europa, todo gracias a la fama y la pericia de Draco en su cruzada personal. Magos y brujas veían una garantía al poner sus asuntos legales en manos del buffet dónde trabajaba el mago que estaba plantándole cara al Ministerio y barriendo uno tras otro a todos los letrados del gobierno.
Se compró una bonita casa unifamiliar con un amplio jardín en el que Elora pudiera jugar, a las afueras de Londres y disfrutaba de su hija, sus amigos y su perro, un Golden Retriever al que llamó, no sin un punto irónico, Willow. Y durante todo ese tiempo agradeció a todos los dioses habidos y por haber por haber hecho que en su vida se cruzaran dos personas tan maravillosas como Hermione Granger y Neville Longbottom, el médico oficial de la familia desde el nacimiento de Elora.
Amigos... siempre había pensado que desde que lo dejo todo atrás no tenía amigos propios, simplemente los amigos de Harry. Se equivocó, Hermione era una fiel amiga, una constante en su vida, y aunque sabía que alguna vez veía a Harry también sabía que una de las causas que propició la separación del grupo de amigos Gryffinfors fue la ruptura de él y Harry, y el posterior comportamiento de Harry que parecía huir de Draco a toda costa. Y a partir del nacimiento de Elora, Neville y con él su marido Dean Tomas también entraron en su vida, junto con Terry, Víctor Krum, amigo de Hermione, y varios magos y brujas que Draco había ido conociendo a lo largo de los años tanto en la universidad como en el trabajo. Sí, amigos... tenía amigos con los que cenar cada jueves, amigos con los que celebrar su cumpleaños, el de Elora, las fiestas importantes, amigos y familia prestada con la que pasar los domingos.
Y si el amor no picaba a su puerta no le preocupaba. Había amado más profundamente de lo era capaz de imaginar, y muy en el fondo sabía que aún seguía queriendo a esa persona, así que salvo por los ocasionales affaire de no más de una par o tres de semanas, y un par de relaciones algo más largas, su vida sentimental era de lo más tranquila. Era en definitiva una vida hogareña, acomodada y pacifica, en la que el día a día giraba en torno a su hija, su trabajo, su cada, quedar con los amigos y pelearse con el Ministerio de Magia.
Por que caminos tan diferentes transcurrió la vida de Harry.
Para el Héroe del mundo Mágico su carrera se convirtió en lo más importante, trabajó ardua y duramente hasta conseguir ser nombrado el mejor jugador de Quidditch del mundo. Y durante sus tres primeros años en el Puddlemere United consiguió tres ligas inglesas, ligas que siguió ganando a pesar de cambiar de equipo. Harry Potter era como el talismán ganador, daba igual con quien jugara, o contra quien, el siempre atrapaba la snitch.
Esa fama ganadora hizo que a diferencia de la mayoría de jugadores que solían jugar de por vida para una franquicia Harry cambiara varias veces de equipo. Jugó tres años en el Puddlemere, dos años con los Falmouth Falcons, y llevaba cinco años jugando con los Montrose Magpies.
En todos estos años el juego de Harry había mejorado hasta convertirse en algo digno de ver, miles de magos y brujas seguían sus partidos ya fuera en directo o por radio, o incluso por la nueva magitelevisión.
Pero así como su fama por su buen juego subía como la espuma, también lo hacía su fama en otros ámbitos más personales.
Desde que se convirtiera en jugador profesional y dejara a Draco Malfoy, la vida personal de Harry Potter se había convertido en un trepidante torbellino de ir y venir a fiestas exclusivas, codeándose con la “creme de la creme” de la sociedad mágica, y viviendo affaires tormentosos con deportistas, cantantes, modelos, actores y cuanto mago o bruja atractivo se cruzara en su camino.
Harry era el soltero más deseado del mundo mágico, votado tanto entre magos como brujas, considerado el hombre más atractivo en varios años por las revistas Corazón de Bruja y Witch Weekly. Revistas que se dedicaban a seguir con todo detalle la turbulenta y promiscua vida del Chico de Oro, como fue bautizado en sus días de colegio.
Una de las campanadas más sonadas la dio a los 24 años, cuando tras ganar el primer mundial de Quidditch con la selección inglesa se casó en una boda relámpago con una jugadora francesa con sangre veela, la cual se divorció de él a los siete meses por sus repetidas infidelidades. O cuando mantuvo un tormentoso romance con Kirley, el cantante de las Brujas de Macbeth; o cuando en pleno partido contra el Puddlemere el primer año de jugar con los Falcons se peleó a voz en grito con Oliver Wood, ex compañero de equipo, y por lo que se pudo entender de la discusión, también ex amante.
Semana tras semanas la prensa amarilla y del corazón de la comunidad mágica de todo el mundo se hacía eco de la vida del famoso jugador, publicando fotografías de su nueva pareja o entrevistas de sus ex amantes.
Sólo había una parte de la vida de Harry Potter que se mantenía vetada al público, y eran sus amigos, los pocos que le quedaban de su época de estudiante, aquellos que eran como su familia, y por supuesto todo lo referente a los tiempos de la guerra.
Para Harry sus amigos eran su refugio, el lastre que mantenía su vida anclada en buen puerto, si no fuera por los Weasley, Seamus, Lee Jordan y toda la “trouppe” como él los solía llamar hacía años que ya habría perdido la cabeza.
Los viernes por la noche era la noche de las cervezas en casa de los gemelos, dónde se ponían al día, se reían de él y su vida de soltero alocado. A veces, sólo a veces, echaba de menos los sermones de Hermione a la que veía tan de tanto en tanto que hasta vergüenza le daba. Pero sabía que la joven bruja nunca le había perdonado su forma de actuar con Draco después de que lo dejaran y Draco era un tema del que evitaba hablar a toda costa, de hecho entre sus amigos había la consigna de “nunca jamás, bajo ninguna circunstancia nombrar a Draco”. No es que le doliera aún esa herida, se decía a sí mismo, pero durante el tiempo que si le molestó huyó de él como del diablo, y sus amigos simplemente habían seguido evitando el tema a pesar de los años pasados.
De los diez largos años que habían pasado desde aquella mañana de domingo en la que despertó por última vez con la única persona a la que seguramente había querido de verdad.
El sol de la mañana entraba por la ventana de la la casa de Harry, una lujosa casa de una planta junto al mar en la bahía de Lunan, a las afueras de Montrose. Harry escondió la cabeza bajo la almohada y gruñó ante la molesta luz. Seguramente había llegado a altas horas de la noche, sin notar las persianas subidas.
Genial... Pensó con resignación. Así no hay quien duerma, quien me mandaba a mí venirme a vivir tan al norte, con lo pronto que sale aquí el sol.
Abrió los ojos e intentó recordar como había llegado a casa la noche anterior. Recordaba haber ido al piso del chico que había conocido en el bar dónde había ido con el resto del equipo para celebrar la victoria.
-Ahora recuerdo... –murmuró tapándose los ojos con el antebrazo –No me apetecía despertarme y encontrarme en una cama ajena con un desconocido.
Se levantó y se fue hacia la ducha a ver si se despejaba. Además necesitaba quitarse el olor a alcohol, tabaco y sexo de la noche anterior. Por el camino recordó que tendría visita en poco rato.
-¡Dobby! –dijo alzando la voz, escuchando el característico plop con el que se aparecían los elfos domésticos, el pequeño elfo lo miró con rostro expectante pero sin decir palabra. Había aprendido con los años que cuando El Harry Potter, señor, tenía esa cara era mejor no hablar, puesto que según El Harry Potter, Señor, le daba dolor de cabeza.-Prepara un buen desayuno para dos, tiene que venir Lee y ya que me he despertado pronto... –el elfo sólo asintió y desapareció con un nuevo plop.
Para cuando llegó Lee, Harry estaba ya en la mesa de la cocina con una café bien cargado y ojeando El Profeta. Sólo ojeándolo, nada de leerlo, y sobretodo saltándose las partes de política, economía y demás tostones.
-Vaya sorpresa, ¿qué haces levantado tan temprano? –preguntó el mago de piel oscura y rastas hasta los hombros- Yo que pensaba que tendría que sacarte a rastras de la cama.
-Muy gracioso Lee... ¡¡Ja, ja, ja!! Me parto... Dios, que dolor de cabeza... –murmuró entre dientes- Sírvete lo que quieras, ya sabes que estás en tu casa.
Desayunaron tranquilamente, hablando sobre temas sin importancia como el último invento de los gemelos, la última pelea de Ron y Lavender, y Lee se rió a gusto con el “rollete” de la noche anterior de Harry.
Lo típico de siempre, pensó Harry acabándose el café, y espero que siga siendo así. Son la constante en torno a la que gira mi vida.
-Bien, ahora que te veo más despejado entremos en materia. ¿Ya has decidido algo? La temporada está a punto de acabar y si vas a renovar tendremos que hacerlo ya, y si no, razón de más para apresurarse, tenemos que conseguirte el mejor contrato posible.
-No quiero renovar –dijo mirando la taza vacía de café, se levantó y se sirvió una nueva taza, esta vez con leche-, quiero volver al Puddlermore, es el equipo que me vio crecer y quiero retirarme allí.
-¿Retirarte? Pero si eres joven, estás en plena cúspide de tu carrera. No te entiendo, de verdad...
-Mira, firmaré este contrato, serán cinco temporadas más o cuatro, y como tu bien has dicho me retiraré en la cúspide de mi carrera, antes de que la edad me haga bajar el nivel, o de que aparezca algún novato terriblemente bueno y me desbanque. Quiero irme en plena gloria Lee, quiero que se me recuerde en mi época dorada. –concluyó removiendo el café con leche.
-Visto así... Supongo que tienes parte de razón, y es tu decisión al fin y al cabo- respondió Lee pensativo- ¿Pero estas seguro? Bueno, de todas formas siempre estás a tiempo de cambiar de opinión, y no es como si necesitaras el dinero.
-No, no necesito el dinero, tengo suficiente para vivir cinco vidas bien holgadas, y sigo teniendo mis otros negocios, así que no me preocupa nada. Sólo que me apetece descansar- dijo al tiempo que se estiraba en la silla y ponía los pies en un taburete- y cambiar un poco el ajetreo que llevo actualmente, para cuando me retire tendré unos 35 años, una buena edad para asentarme, ¿no crees?
-Sí, ¿por qué no? Pero entonces será mejor que te negocie el mejor contrato posible, lo que me recuerda que me han comentado que pida ayuda. Se ve que todos los equipos tienen ahora alguna asesora legal detrás y yo no estoy preparado para eso. ¿Te parece bien que contrate algún abogado?
-Como tu digas Lee, sabes que lo dejo todo en tus manos –le respondió sonriente- Y ahora que te parece si vamos a dar una vuelta, tengo que comprar algunas cosas.
-Te acompaño un rato, que luego quiero hablar con un amigo mío para que me recomiende algún abogado- le respondió Lee al tiempo que se levantaba.
-Ok, pero que sea el mejor tío, ya sabes como se pone la gente conmigo, además que si no es bueno se lo comerán vivo, harán lo que sea para poder sacar la mejor tajada posible de mi contrato –comentó con resignación.
A veces se hace difícil mantener la compostura cuando ves a todo el mundo queriendo aprovecharse de ti, pensó resignado, pero supongo que después de tantos años ya uno se acostumbra, o al menos soy capaz de girar las tornas y sacar el mayor provecho.
-Tranquilo compañero –le respondió sonriente Lee –ya verás como tendrás el mejor abogado del mundo, al fin y al cabo, no podemos permitir que el mejor jugador del mundo se conforme con menos, ¿no? –añadió con guiño.
Lee Jordan pasó el resto de la mañana como un calvario, en su mente no paraba de dar vueltas y vueltas al asunto del abogado. Harry quería el mejor, ¿cómo lo había dicho? “El mejor para el mejor”, pero claro, Harry desconocía por entero quien era el mejor abogado del Reino Unido. ¿Y como iba a saberlo? Si se pasa el día montando cosas, ya sea una escoba, un mago o una bruja, pensó divertido. Y ni modo de que se haya leído la sección de política del Profeta.
En resumidas cuentas, Lee Jordan tenía un grave problema, necesitaba contratar los servicios del mejor abogado para que se encargara de los asuntos legales del nuevo contrato de Harry, y este no era otro que Draco Malfoy. ¿Aceptaría Draco llevar el caso de Harry? Esperaba que sí, de los dos Draco siempre había sido el más sensato, así que esperaba que fuera capaz de separar el trabajo del pasado, pero Harry... Eso era ya otro cantar. Lo único que se le ocurría era ocultarle a Harry el nombre del buffet, y no creía que fuera a resultar difícil.
Total, se dijo sonriente de camino a MacField & Asociados Legalitas, Harry nunca se preocupa por estas cosas, no lo ha hecho en diez años, ¿por qué tendría que hacerlo ahora?
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