FIC: Un-Break My Heart #4b
Título: Un Break My Heart #4b
Autor:
duare
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #004 Interiores, por el viaje interno de los personajes hacia sus motivaciones.
Rating: PG
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor:Dedicado a
gaia_naturae, por su 22 cumpleaños. Beteado a por
aviss. Lo he terminado de escribir más de un año después de publicar las tres primeras partes, colgado en internet por primera vez para
fanfic100_es, así que es inédito hasta el momento. Sólo lo habían leído la chica del cumpleaños, aunque en una versión más chapucera, y la beta (obviamente)
Total Palabras: 15.838 entre parte y b del capítulo 4
Anteriores: Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4a
UN-BREAK MY HEART
4. Life is so cruel without you
Desde entonces habían pasado tres días, y Harry aún no había encontrado una excusa plausible para ir a visitar a Draco. Porque una cosa era morirse de ganas por verlo y otra muy diferente era dejar que Draco se diera cuenta de ello.
Al final fue Lee quien le dio la idea servida en bandeja de plata. Su representante había estado mirado con atención el nuevo contrato con el Puddlemere, los que tenía con diferentes marcas publicitarias y el resto de sus inversiones y negocios en los que tenía participación.
-La verdad Harry, me satura el volumen de tus finanzas. Hasta ahora lo había ido llevando con ayuda de los goblins de Gringotts y Bill, siempre pidiendo consejos a Fred y George, pero ahora... Creo que necesitas que un profesional centralice todos tus asuntos, yo sólo soy un representante. Se me da bien hablar con la gente, hacer contactos y lo básico del papeleo -reconoció con una sonrisa-. Tú lo sabes, lo mío es moverme entre la gente del deporte y explicarles lo jodidamente bueno que eres, lo demás me supera. Hace ya tiempo que lo venía pensando, pero después de ver trabajar a Draco y Eduard... Creo que deberíamos buscarte una gestoría o algo parecido para que se encarguen de ensuciarse las manos con la mierda de la burocracia.
Harry casi parecía escuchar campanas sonando en el cielo, no cabía en sí de felicidad, y antes de que Lee pudiera sugerir a alguien se apresuró en contestarle que conocía a alguien perfecto para el trabajo, justo lo que buscaban. Aunque de sobras sabía que era justo lo que "él" buscaba.
Y como no es bueno dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, enviaron una notificación vía lechuza a Gringotts para que les preparan toda la documentación sobre propiedades, inversiones, finanzas, contratos y demás cosas necesarias, que pasarían a buscar sin falta el día siguiente a primera hora de la mañana.
Se miró en uno de los espejos de Gringotts, perdida ya la cuenta de las veces que había repetido ese gesto en lo que llevaba de mañana, y se evaluó con ojo crítico. Tejanos azul oscuro, con los bajos rotos por el desgaste de rozar el suelo, camisa azul marino de cánem. Todo rematado con unas chanclas negras, gafas de sol Armani, reloj de titanio y una cadena de mithril que relucía aún más sobre su piel morena y su, terriblemente sexy, barba de dos días, o al menos eso había escrito una periodista en el último número de PlayWitch.
Sonrió ante su reflejo, estaba estupendo, ¿para que negarlo? Aunque no reconocería nunca que había pasado una hora decidiendo que ponerse. No, para nada. Al fin y al cabo, ¿por qué debería acicalarse como si fuera una ocasión especial? Para nada.
Total, sólo iba a ser un día de negocios, se iba a reunir con un abogado economista, nada más. Que dicho abogado respondiera al nombre de Draco Malfoy era una simple coincidencia.
No tiene nada que ver, para nada, de verdad, se iba diciendo Harry a medida que salía de Gringotts con un maletín lleno de documentos.
Que en su rostro se dibujara una sonrisa de satisfacción y seguridad y una mirada depredadora tampoco tenía nada que ver, obviamente: “para nada”
La mañana estaba siendo tranquila, algo de esperar para ser principios de agosto, y hacía un calor de mil demonios.
Afortunadamente los hechizos aclimatadotes regulaban la temperatura, pero aún así se notaba un ambiente sofocante.
¿Dónde está el Londres frío y gris que tanto amo? Se preguntó Draco contrariado. El calor le solía poner de mal humor, y trabajar en esas condiciones no ayudaba demasiado en ese aspecto.
Desabrochó un par de botones de la camisa blanca de lino y se aflojó el nudo de de la corbata, color camel a conjunto con su impecable pantalón de alpaca con pinzas.
Debería estar ya de vacaciones, se dijo de mala gana. Pero tenía una vista en dos días para el Château des Pins de Malfeau en Narbona, así que prefería estar hasta el momento en el buffet repasando documentación del caso, y ya de paso aprovechaba y dejaba listos los informes de sus últimos casos.
Se levantó y se acercó a la ventana. Londres rezumaba humanidad por doquier, era insoportable. Siempre le habían agobiado las grandes acumulaciones de gente, y el calor sólo agravaba ese hecho.
El té con limón y hielo estaba a la orden del día, así que sirviéndose uno se sentó de nuevo dispuesto a avisar a su secretaria para que nadie lo molestara cuando el intercomunicador se abrió de golpe mostrando la agitada cabeza de Sígrid.
-¡Oh Draco! No lo he podido detener, es que no me ha hecho caso y... –la bruja seguía hablando pero Draco no le prestaba la menor atención.
La puerta de su despacho acababa de abrirse de par en par dejando pasar a un muy sonriente Harry Potter.
Un muy sonriente y muy impresionante Harry Potter. Si Draco no hubiera sido quien era, es decir sino hubiera tenido años de enseñanzas Malfoy para mantener la compostura en cualquier situación hubiera sido el vivo reflejo de la sorpresa, la estupefacción y el deseo. Pero era un Malfoy de principio a fin, y que lo llevara el diablo si le iba a mostrar a Harry lo mucho que lo trastornaba su presencia.
Así que con un esfuerzo supremo para bloquear los recuerdos de la última vez que vio a Harry, le indicó a Sígrid que todo estaba bien y se dispuso a encarar a Harry y a despacharlo con la máxima presteza posible.
-¡Qué sorpresa Harry! ¿Qué te trae por aquí? –preguntó tranquilamente tomando un sorbo de té.
Harry mantenía la sonrisa en el rostro, no porque quisiera sino porque había perdido momentáneamente todo control sobre sus músculos faciales, la boca aunque seca, corría el peligro de de llenarse de saliva. Y no era para menos, ante él tenía una imagen que podría haber sido sacada perfectamente de alguno de sus sueños eróticos. Draco Malfoy con todo su atractivo, sentado cómodamente en una butaca de piel, con la corbata suelta y los suficientes botones desabrochados de la camisa para mostrar un cuello elegante y una marcada clavícula de cremosa piel.
¡Oh Merlin bendito! La de cosas que podría hacer con esa corbata y Draco, pensó lujurioso.
Se sentó rápidamente en una de las sillas al otro lado del escritorio para ocultar su incipiente excitación ante esa idea.
Mal Harry, muy mal, cálmate de una vez. ¡Por todos los demonios del averno! ¿Por qué Draco me convierte en un adolescente hormonal con sólo mirarme? Venga di algo, se increpó nervioso, no te quedes ahí callado.
-¿Siempre recibes a los clientes así? Es poco... ortodoxo, por decirlo de alguna manera, aunque supongo que hace las delicias de todas las señoras. –consiguió decir con la misma sonrisa en el rostro.
Bien Harry, bien, así se hace, se animó a sí mismo por su gran capacidad de improvisación.
-La mayoría de los clientes se esperan a que mi secretaria les indique que ya pueden pasar. Pero claro, no me acordaba que tú y las reglas no os lleváis bien. –respondió con una sonrisa- Pero pasa, pasa y siéntate, como si estuvieras en tu casa –añadió divertido, con un cierto punto de burla que Harry captó sin problemas-. ¿Te apetece algo para beber?
-¡Oh muchas gracias! –y ensanchando su sonrisa, continuó- Ese té fresquito que estás tomando tiene buena pinta...
Draco sólo le sonrió y con un par de movimientos de varita le sirvió un vaso de té.
-Y ahora que ya estás servido, ¿piensas decirme de una vez a que debo el placer de tu visita? – le preguntó finalmente cansado de ver como Harry miraba casi embelesado todo su despacho.
-Oh sí, perdona. Estaba mirando tu oficina, muy bonita.- Y viendo la mirada interrogante y algo exasperada de Draco, añadió- He venido por negocios, claro. Mira todo lo que traigo- y tal como lo decía ponía sobre la mesa un enorme maletín de piel.
Draco lo miró sin comprender. Su mirada de la maleta a Harry y de vuelta a la maleta. Puso su mejor cara de pocker y enarcó una ceja interrogante.
-Serías tan amable de explicarme que quieres decir con eso –interpuso con énfasis en la última palabra, señalando a la maleta como si fuera el ingrediente más repugnante de alguna rara poción.
-Por supuesto. Esto, - dijo señalando a su vez la susodicha maleta- es todo lo que vas a necesitar para encargarte de mis finanzas. Veras, Lee dice que le supera el asunto, sobretodo después del maravilloso contrato que me consiguió un portentoso abogado, –remarcó con un guiño- y cree que seria conveniente que centralice todos mis asuntos legales en algún sitio. Así que viendo lo bien que llevasteis el contrato con el Puddlemere y con el resto de marcas publicitarias, y teniendo en cuentas que ya conocéis de primera mano algunos de mis asuntos... Sería perfecto que se encargara tu buffet, Draco.- Y abriendo el maletín y sacando varias carpetas continuó- Mira, esto es el listado de empresas donde tengo acciones, con archivos para cada una de ellas con un historial exhaustivo, esto otro son los diferentes contratos publicitarios, tanto los deportivos como los que no. Aquí está el nuevo contrato que me redactaste, he traído una copia aunque supongo que a tienes una, pero por si acaso... ¿Qué más? Ah sí, los contratos de los empelados que tengo a mi servicio y...
-Espera, espera un momento Harry... – Interrumpió Draco una vez recuperado de la sorpresa de lo que Harry le estaba proponiendo, pero el otro mago parecía no haberle escuchado porque seguía vaciando el maletín enunciando el contenido de cada una de las nuevas carpetas que sacando-. ¡Por Merlín, Harry! Para un momento por favor y escúchame. –terminó exclamando cansado de que Harry lo ignorara, esto pareció captarle la atención, se calló y lo miró esperando ver que le tenía que decir.- Mira, nosotros no solemos llevar este tipo de trabajos que suelen ser más indicados para un gestor.
-Si no quieres encargarte, dilo y yo y mi maletín nos iremos a otro buffet, gestoría o donde sea. Pero si he venido aquí Draco, a¬¬¬¬ MacFiel & Asociados Legalitas, es porque os conozco y confío en vosotros. –el tono de Harry no dejaba lugar a dudas de que esta vez estaba hablando muy en serio, y con total sinceridad-. Confío lo suficiente como para dejar que os encarguéis libremente de mis finanzas y de dejaros poner la comisión que creáis oportuna. Claro que si no te interesa... Ya te he dicho que yo y mis cosas nos iremos a otro sitio y no nos volverás a ver.
Harry sabía que había dicho las palabras mágicas, y que quisiera Draco o no el buffet del que era socio no podía pasar por alto una oferta como la suya. Y también sabía que Draco era consciente de ello. A veces las cosas salen simplemente como uno espera, hubiera sonreído satisfecho de buena gana si no fuera porque tenía la sensación que Draco le soltaría un zarpazo cual gato salvaje.
Draco por su parte se sabía en un callejón sin salida, por más que quisiera deshacerse de Harry lo antes posibles, a pesar de que una pequeña parte de él deseara todo lo contrario, sabía que no podía perder esta oportunidad. El buffet no se lo podía permitir por más bien que les fueran las cosas.
Si Eduard se enteraba que había dejado escapar una oferta como esa dejaba huérfana a Elora, no le cabía la menor duda. Harry lo tenía bien cogido de las pelotas, como se solía decir vulgarmente entre los letrados.
-No es que no quiera Harry, pero no depende sólo de mí, ¿entiendes? –explicó lo más calmado posible, tratando de no exponer su turbación- Si te esperas aquí iré a hablar con Eduard. Supongo que con los arreglos necesarios no habrá ningún problema, alguno de nuestros abogados se podrá encargar por entero a tus negocios si desplazamos algunos casos...
-No Draco, creo que no los has entendido.- le interrumpió Harry mirándolo con firmeza- No quiero a ningún jovencito brillante recién salido de la universidad para que lleve mis finanzas. Si he venido aquí es porque os conozco, a ti y a Eduard, en especial a ti Draco, confío ciegamente en tu buen juicio, así que quiero que seas tú Draco. Quiero que te encargues de llevar mis asuntos legales. Oh, puedes derivar algunas cosas a quien te parezca mejor, -añadió con un gesto lánguido de mano, como si realmente el asunto no fuera con él- pero quiero que seas tú quien me tenga al tanto de todo y quien tome las decisiones importante. No aceptaré otra cosa. Ya sabes lo que dicen, “el mejor para el mejor”. –concluyó con un guiño.- Tómalo o déjalo, pero es mi última palabra.
Draco respiró hondo y observó a Harry. Se podía ver una férrea voluntad en los ojos verdes de sus ex-pareja y seguridad, estaba escrito en ellos que no pensaba aceptar un no como respuesta.
-De acuerdo... –contestó finalmente con un asentimiento de cabeza- Espera aquí un momento, iré a hablar con Eduard y veremos como concretamos el trato.
-Perfecto. –le respondió Harry con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro.
Necesitaba salir de ese despacho, necesitaba escapar de la intoxicante presencia de Harry, y sobretodo necesitaba hablar con Eduard.
Se levantó de su asiento y tras sonreírle en respuesta e indicarle a Harry que se sirviera más té si quería, cerró la puerta tras de sí y se apoyó de espaldas en ella.
-¿Qué tal ha ido?- le preguntó divertida Sígrid.
-Debería despedirte por esto, me podrías haber avisado con un poco más de tiempo al menos- le respondió a la sonriente secretaria que hacía verdaderos esfuerzos por no reírse a carcajadas mientras Draco se abrochaba la camisa y se ajustaba al corbata.
-Es Harry Potter, Draco. ¡Por todos los dioses! ¿Crees realmente que había algo que yo pudiera haber hecho para detenerlo? El hombre estaba decidido a verte en ese momento. Y no parece ser un mago que acepte un no por respuesta o que se atenga a lo establecido.
-Lo sé, lo sé... Te aseguro que soy consciente de ello. Pero eso no quita que seas una desconsiderada empleada que se ríe de su jefe. ¡Oh vamos! No te atrevas a negarlo –añadió justo cuando Sígrid se disponía a protestar- Y como castigo vas a entrar en el despacho y te vas a encargar de que el gran hombre tenga todo lo que desea, ¿de acuerdo? Si te dice que quiere canapés de caviar, tú le respondes si los quieres acompañados de salmón, si te dice que saltes tú sólo le preguntas hasta donde de alto, ¿entendido?
-Perfectamente, pero se me permite preguntar desde cuando somos tan serviciales con nuestros clientes, ¿o esto es sólo porque es el famoso Harry Potter? –preguntó la joven con un guiño.
-No Sígrid, no te equivoques, no me importa en absoluto que sea Harry Potter –mentiroso, añadió para sus adentros- Pero cualquier persona que se presente aquí ofreciendo una comisión en blanco va a ser bien tratada, y si dicha persona tiene una finanzas como las de Harry Potter... Ya sabes lo que significa.-concluyó con una mirada cómplice.
-Oh... ¡Oh!-exclamó finalmente al entender las implicaciones- Vamos a aceptar, ¿no?
-No, Eduard y yo vamos a aceptar tú vas a saltar hasta dónde te diga el Sr. Potter. Y nada de hacerte amiga de toda la vida de él ni flirtear, que te conozco...
-¿Por quien me tomas? –exclamó la joven haciéndose la ofendida- Soy una joven felizmente emparejada y Leire es muy posesiva, ya lo sabes.
-Claro que lo sé, pero también sé que te encanta tertuliar con la clientela y tontear con ellos aunque sólo sea por diversión. Abstente en esta ocasión, ¿entendido? Sabré si no lo has hecho.-advirtió, y con eso se dirigió hacia el despacho de Eduard enfadado consigo mismo.
¿Por qué diablos le había tenido que decir a Sígrid que se mantuviera a parte?
¿Celos retroactivos, Draco? ¿Hasta este punto hemos llegado? Se preguntó molesto consigo mismo.
Aún así, la simple idea de Harry, un increíblemente atractivo Harry Potter que parecía emanar un aura sexo por cada poro del cuerpo, y Sígrid en su plan más cómplice, charlando animadamente y en su despacho... No, no podía con ello.
No eran celos, de verdad, trató de convencerse a él mismo. Al fin y al cabo conocía a Sígrid desde hacía tres años, cuando comenzó a trabajar en el buffet después de graduarse en Hogwarts, confiaba en ella, ¡demonios, incluso eran amigos! Sabía de sobra que sólo charlaba con los clientes, por más que a veces rozara el flirteo, nunca se liaría con un cliente, y menos con un hombre por más que este fuera Harry Potter.
Pero Harry... Harry jugaba para ambos equipos, y... No, simplemente no quería pensar en Harry y otra persona, fuera quien fuera.
¡Y muchos menos en mi propio despacho, maldita sea!
Entró como un vendaval en el despacho de Eduard, se sentó en la silla frente a su socio, mentor y amigo, y al tiempo que dejaba caer la cabeza sobre la mesa, dijo:
-Tenemos un problema.
Eduard dejó los documentos que había estado leyendo y miró perplejo a su joven socio.
-Cuando mi socio y mejor abogado del buffet entra en mi despacho sin llamar a la puerta y se golpea la cabeza contra mi escritorio, sí, considero que tenemos un problema.-respondió todo lo seriamente que fue capaz. No todos los día se tenía a Draco Malfoy golpeándose la frente contra la mesa murmurando uno vaya a saber qué.
-No, perdona. Sería mejor decir que yo tengo un problema, uno muy grande... Como de metro ochenta y algo, y tú tienes mucho dinero a punto de caer en las arcas. –corrigió Draco aún golpeándose ligeramente la frente.
-Dime Draco, toda esta especie de... ¿Conversación? Tiene algún tipo de sentido, ¿verdad? Di que sí y olvidaré la idea de encerrarte en St. Mungo por exceso de estrés. ¡Y deja de golpearte la frente, por lo que más quieras!
-Harry. –fue lo único que respondió Draco irguiéndose y sentándose correctamente, mirando a Eduard.
-Ahhh...- Un mudo asentimiento por parte de Eduard mostrándole que ahora lo entendía todo, y de hecho lo hacía.
-¿¡Cómo que aaahh...!? Te preocupas por mi salud mental como si estuviera a punto de necesitar se hospitalizado por demencia y sólo te digo el nombre de Harry, ¿y la cosa ya deja de tener importancia?
-No Draco, no deja de preocuparme. Pero conociéndote como te conozco, y conociendo la historia entre vosotros dos, que Harry tenga algo que ver en todo este asunto realmente explica la falta de coherencia que parece haberte atacado. Por alguna razón Harry es la única persona capaz de desmontarte por completo. –y con una sonrisa comprensiva añadió- Y ahora que ya hemos llegado al meollo del asunto, ¿serías tan amable de explicarte mejor?
-De acuerdo, empecemos por el principio. Ha venido Harry, puto Harry Potter como si fuera el amo del mundo, –añadió más para él mismo que para Eduard, quien lo miró reprobatoriamente- con una enorme maleta llena de documentos porque ha tenido la genial idea de que nos encarguemos nosotros de sus asuntos legales. ¡De todos! Contratos, propiedades, inversiones, etc. –y antes de que Eduard añadiera el clásico “pero nosotros no nos encargamos de eso”, continuó.- No, espera porque ahora viene lo mejor. No te haces a la idea del volumen de sus finanzas, en serio Eduard, Harry es asquerosamente rico y sino lo he entendido mal, nos ofrece comisión en blanco por cada transacción. –dejó ir la bomba y esperó ver la reacción que esta tenía. No tuvo que espera mucho, Eduard era un hombre inteligente, muy avispado en cuanto a negocios.
-¡Merlín bendito! –exclamó levantándose de golpe- Pues claro que vamos a aceptar, aunque tengamos que contratar a alguien más sólo para que se encargue de este asunto, esta es una oportunidad que no podemos dejar escapar. Recuerda la prima que tuvimos con su contrato a principios de verano.
-Lo sé Ed, lo sé... Por eso te he dicho que vas a ganar un montón de dinero, y de fama. Harry es un boleto ganador y lo sabes.
-¡Oh Draco! Vamos, no lo olvides, los dos vamos a ganar un montón de dinero. Esto es genial Draco, pero ¿por qué has dicho que...?
-Quiera que sea yo.- respondió con tono fatalista, sintiéndose culpable de de cortar las alas a la alegría de su mentor.
-¿Perdón?
-Quiere que me encargue yo de ser su asesor, gestor, abogado... Su chico para todo. –añadió con acidez- Y si esto no acaba conmigo, como mínimo me producirá una úlcera que ninguna poción digestiva podrá mitigar. Lo ha planteado así, soy yo o nada.
-Vaya... –la alegría del momento totalmente olvidada- Bueno, si lo pensamos bien quizás es demasiado jaleo por algo que tampoco vale tanto la pena, ¿verdad? Y realmente no necesitamos el dinero, ¿eh Draco? Las cosas marchan bien. ¡Que digo bien! ¡Marchan mejor que nunca!
-No te esfuerces Eduard, gracias por el intento de todas formas. –dijo con una sonrisa cansada- Pero sabes que tenemos que aceptar. Y realmente no puede ser tan malo, ¿cierto? Si llevamos su contrato y sobreviví también puedo hacer esto, ¿no? –Aunque mentalmente se recordó el fiasco de finales de temporada de Quidditch, cuando estuvo a punto de dejarse llevar en aquel maldito despacho. Meneó la cabeza contrariado, Harry tenía algo que le hacía perder la visión del mundo.- Sólo prométeme que no vamos a acceder a todos sus caprichos por más suculenta que sea la prima. Por favor, si empieza a pedir cosas fuera de lugar como que lleve zapatos de tacón y falda, –ante lo cual Eduard alzó una ceja y soltó una risita- o cosas por el estilo dime que le daremos la patada a él y a todo su dinero –concluyó él mismo riendo, levantando un poco el ánimo.
-Tranquilo, que si intenta añadir en el trato algún tipo de fetichismo raro o algún tipo de favor sexual por parte de alguno de de nuestros empleados, –Draco gruñó ante esas palabras- sin el consentimiento de este, lo mandaremos a paseo.
-Bien...-Draco levitó una botella de brandy y un vaso del gabinete privado de Eduard, se sirvió un vaso y lo tomó apurándolo todo en un solo trago.- Pues vamos, –continuó, levantándose de la silla- tengo al gran hombre en mi despacho con Sígrid y me da miedo sólo de pensarlo.
Lo que siguió fue una animada conversación, sobretodo por parte de Eduard y Harry. Bonitas palabras, promesas de grandes expectativas y esperanza de provechosos negocios en común con beneficio mutuo fueron compartidas. Draco por su parte de mantuvo lo más al margen posible. Bastante tendría que lidiar con Harry a partir de ese momento.
Cómo iba a mantener una fachada de indiferencia ante el hombre al que aún quería, a pesar del dolor y del tiempo transcurrido, era algo que ignoraba. Lo único que tenía por seguro era que a partir de ese día Hermione iba a estar mucho más solicitada que de costumbre. Ella fue uno de los pilares en los que se apoyó diez años atrás, así que esta vez suponía que tendría que volver a hacerle de paño de lágrimas.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que ni tan siquiera notó que Eduard se había marchado, dejándolo a solas de nuevo con Harry. Y si no hubiera sido por la voz de Harry que lo devolvió de golpe a la realidad, así hubiera podido continuar durante horas.
-Te habías quedado totalmente ausente, ¿verdad? -le preguntó sonriente - Siempre me ha impresionado esa capacidad tuya de abstraerte de todo, pero te agradecería que volvieras al mundo de los vivos y me prestaras atención.
-Sí, sí perdona. No me había dado cuenta, -medió murmuró tratando de ocultar su azoramiento- ¿ de qué me estabas hablando? ¿Qué más necesitas? –preguntó ya mucho más seguro con una amable sonrisa.
-Pues realmente nada,- contestó Harry soltando una sonora carcajada- ¡Oh Draco! Realmente te habías quedado totalmente fuera, ¿eh? Eduard ha dicho que deberíamos repasar la documentación que he traído, para ver si hace falta algo más.
-De acuerdo, disculpa, no sé en que debía estar yo pensando. – A pesar de saber perfectamente en que estaba pensando.
-No pasa nada, no es como si te viera por primera vez así.- la sonrisa volvía a estar ahí, esa sonrisa tan, tan... Harry, que le hacía estremecer. ¡Maldito, mil veces maldito! Cada vez tenía más claro que esto no había sido una buena idea, pero ya no había marcha atrás, no por su parte al menos. Ignoró el comentario, como pensaba ignorara cualquier alusión a la vida de ambos en común y empezó repasar la documentación.
El silencio en la habitación era roto de vez en cuando por algún comentario, más por la necesidad de no mantener un incomodo silencio demasiado largo que por el hecho de comunicar alguna cosa. Aún así, Draco estaba sorprendido de verdad, sabía que Harry era rico y tenía influencias pero no había imaginado hasta que punto. Desde la empresa Weasley’s Wizarding Wheezes, de la cual era el benefactor, pasando por la compañía Magic Brooms Inc. Hasta llegar al mundo de las magi-comunicaciones, dónde era propietario de Todo Quidditch: la nueva revista para los amantes del Quidditch, e incluso poseía el 51% de las acciones de El Profeta, por poner algunos ejemplos.
-No me lo puedo creer, ¿para que tienes las acciones de El Profeta? –Preguntó con genuina curiosidad- No sabía que tenía interés en controlar a la prensa y a la opinión pública...
-Y no lo tengo, excepto cuando se refiere a mí. En esos casos Lee se encarga de controlar que no sean calumnias o medias verdades, o simplemente cosas que son de mi vida privada y no le importan a nadie. Por lo demás son libres de publicar lo que les apetezca.- explicó quitándole importancia al asunto. Draco no sabía si reírse o tratar de meterle algo de sentido común a esa cabeza hueca que tenía delante, Harry era sin duda uno de los hombres más ricos, más poderosos y con más influencia de la comunidad mágica y simplemente le daba lo mismo.
-¿Por qué no compras Corazón de Bruja? –preguntó, riéndose al ver la cara de Harry- La mujer de Eduard está suscrita y dice que suelen estar repletas de noticias sobre ti, y deben de ser muy jugosas por las conversaciones que tiene con Sígrid, asegura que son mucho más atrevidas que la Playwitch o la Witch Weekly.
-Esas malditas brujas... –masculló Harry entre dientes- No creas que no lo he intentado, pero las muy zorras se resisten. Les sale más rentable seguir vendiendo basura sobre mí, y tienen la cara de decir que lo hacen por el interés del publico en general. ¡Como si fueran rigurosas! Se inventan cosas, las sacan de contexto, exageran, ¡son un infierno de mujeres! De verdad, no creas todo lo que dicen... –Por alguna razón la idea de que Draco hubiera leído esos horribles artículos, que a pesar de ser ciertos en muchas ocasiones lo pintaban como un frívolo gigoló, lo mortificaba.
Sabía que no era ningún santo, y era consciente de que nada debía estar más lejos de la mente de Draco, pero tampoco quería que pensara que después de separarse había ido pasando de cama, aunque fuese en parte cierto. Simplemente no... Con sinceridad, Harry era incapaz de entenderse a sí mismo.
¿Por qué le importaba tanto lo que Draco pensara de él? ¿Por qué no soportaba la idea de que Draco estuviera en el mundo, fuera donde fuera, pensando mal de él?
No lo sabía, pero ese era el efecto que Draco tenía en sobre él, lo convertía en un amasijo de dudas.
-¡Oh, no te preocupes por eso! No es como si las leyera, no tengo tiempo para esas cosas, pero es bastante difícil vivir totalmente ignorante de la vida y milagros del famoso Harry Potter. –una sonrisa ausente surcaba su rostro, no le gustaba pensar en la turbulenta vida de Harry, con sólo imaginar a Harry en algunas de las situaciones que eran descritas en esos artículos se le congelaba la sangre y la garganta se le contraía como si un puño fuera cerrándose con fuerza sobre ella. La diferencia era, que en su caso sí que conocía la razón de dicha reacción. – Veo que tienes una propiedad en Montrose, otra en Puddletown... Supongo que te mudarás allí, ¿no?
- Eh... Pues no lo sé, -respondió Harry aún algo perdido en sus pensamientos- la verdad es que estoy muy bien en Montrose, puede que me quede allí. Me gusta el lugar. Es tranquilo, alejado de todo, sobre un acantilado... Es preciosa la zona.
- Suena bien. –Draco podía imaginar a Harry en su rústica casa del Norte de Escocia, paseando por la playa, con el rumor del mar y las aves de fondo. Que de pronto en la imagen apareciera Willow corriendo y ladrando y él mismo, con un grueso jersey de lana, caminando hacia Harry... Sacudió la cabeza molesto.
- Sí, es mi refugio. Creo que me quedaré allí, al menos por el momento.- contestó Harry recostándose contra la silla aún con los ojos cerrados y una extraña expresión de paz.
- Ya... Bueno, a ver que más hay por aquí. Tienes las propiedades de los Black, un piso en Hogsmeade y otro en Londres... –Draco se quedó sin palabras ante la escritura que tenía en sus manos. Era de hacía once años y recordaba a la perfección el día que se había firmado. Él había estado ahí, después de mucho discutir Harry lo había convencido para comprar un piso aunque lo fuera a pagar íntegramente él en un principio. Algo se removió en el interior de Draco, algo que había enterrado durante la última década, algo que ni la súbita aparición de Harry había despertado del todo.
Su piso, el piso de Harry y de él, donde habían convivido durante algo más de medio año. Allí se habían reído juntos, habían discutido por la decoración, habían compartido sueños...
Cerró los ojos y recordó la primera vez que Harry y él entraron como dueños del piso. Harry lo había empujado contra una de las paredes del recibidor nada más cerrarse la puerta y le había susurrado al oído que pensaba hacerle el amor en cada uno de los 63 m2 del apartamento, y pensaba empezar en ese preciso instante.
También fue el lugar donde le partieron el alma en añicos, donde Harry decidió que sólo el amor no era suficiente para él y rompió la realción que habían mantenido durante más de tres años.
El lugar donde se creyó morir...
Harry observaba a Draco con atención. No entendía porqué el otro mago se había callado de repente y toda la sangre parecía haberle desaparecido del rostro, dejándolo aún más pálido de lo habitual.
-¿Te encuentras bien? –preguntó Harry con preocupación.
Draco lo miró como si no lo hubiera escuchado, la mirada cargada de dolor. Dolor tan visible que Harry lo sintió como un golpe físico. Esos ojos grises cargados de sufrimiento y reproche, otra vez... Como aquella última vez, de la que tanto había tratado de escapar.
-¿Draco...? –volvió a preguntar tentativo.
-¿Por qué, Harry?- le preguntó a su vez con la voz rota- ¿Por qué lo sigues teniendo? –añadió tendiéndole un documento.
Harry lo cogió de las temblorosas manos de Draco. Era una escritura de hacía unos cuantos años, y al reconocerla sintió un piedra caerle en el fondo del estómago.
¡Oh joder! Me había olvidado por completo, pensó furioso golpeándose mentalmente por no haber caído en la cuenta de que entre sus propiedades aún estaba el piso en el que ambos habían vivido.
¿Qué le voy a decir? ¿Que no he sido capaz de poner los pies en el que fue nuestro piso desde aquel día? ¿Qué no he tenido valor para enfrentarme a lo que representa? ¿Qué me daba miedo encarar los recuerdos, miedo de darme cuenta de que quizás cometí un error?
- Yo... –empezó a decir. El silencio en el despacho era tan ensordecedor que le embotaba los oídos- Supongo que no se me ocurrió venderlo, la verdad es que no sé que decirte...
Draco parecía que poco a poco recuperaba la compostura, guardando para él lo que sentía.
-¿Lo tienes alquilado? –preguntó lo más causalmente que pudo. La simple idea de alguien viviendo en su antigua casa, durmiendo en su cama, la cama de él y Harry, tumbado en su salón, trasteando en su cocina...
¡Merlín! Me dan arcadas con sólo imaginarlo, se sorprendió pensando.
-No... No hay nadie viviendo en el piso. El único que va debe de ser Dobby para mantenerlo limpio, lo hace con todas mis fincas –respondió algo indeciso, no seguro de que decirle a Draco y aún menos seguro de querer hablar con él sobre este tema.
Draco por su parte sólo asintió y permaneció en silencio, perdido en sus propios pensamientos. La máscara de indiferencia colocada convenientemente en su rostro, ocultando todo rastro de emociones desbocadas, mostrando una falsa apariencia de tranquilidad, confianza y bienestar. Y como si nada hubiera pasado, continuó repasando el resto de documentos que Harry le había traído.
Internamente sin embargo, el tumulto de emociones era tal que hasta lo sentía como un dolor pulsante en las sienes.
Harry observaba como Draco iba examinando cada documento con fría profesionalidad clínica. La brecha que aquel simple trozo de papel había reabierto quedaba totalmente clara.
Y no por primera vez, no pudo más que admirar al hombre sentado frente a él. A pesar de todo por lo que Draco había pasado, su familia y sus antiguos amigos, la perdida de ambos, su relación con él mismo y lo que le supuso su ruptura, la perdida de su legado familiar y la lucha por recuperarlo, etc. A pesar de todo eso Draco había sido capaz de recomponer y juntar los pedazos de su desmadejada vida y salir adelante. Había dejado atrás al crío consentido, al adolescente que se revelaba contra todo y todos, al joven idealista que amaba con locura y se había convertido en un hombre maduro, con un dominio perfecto de sus emociones, en un padre cariñoso, en un fiel amigo, un gran abogado y seguramente, también en un magnifico amante para algún afortunado mago.
Era consciente del daño que le había causado, no necesitaba a Hermione para darse cuenta de ello, simplemente mirando a Draco a los ojos podía ver todo el dolor que por su culpa éste había pasado. Y ahora él... Después de todo lo que había pasado entre ellos, después de lo mal que se había comportado, iba y se atrevía a encararlo como si nada hubiera pasado. Como si simplemente fueran viejos amigos, como si pudieran quedar para tomar algo y ponerse al día, como si...
Sintió asco de sí mismo.
¿Qué pretendía con todo esto?, se recriminó mentalmente, ¿En qué estaba yo pensando cuando se me ocurrió la genial idea de presentarme en el despacho de Draco con esta descabellada idea?
Sabía perfectamente porque había querido volver a ver a Draco, no tenía sentido negarlo, simplemente no había podido dejar de pensar en él y en lo bien que se había sentido su cuerpo contra el suyo en Puddletown. Pero Draco no era como el resto de sus conquistas, como los rollos o affaire que solía tener, Draco no era de usar y tirar.
Recordó el rostro serio de Hermione advirtiéndole de que no volviera a hacerle daño.
Demasiado tarde Hermione, pensó con pesar, mi sola presencia parece hacerle daño.
Pero no podía evitarlo, algo dentro de él lo empujaba a acercarse más a Draco, a acercarse todo cuanto pudiera y a partir de ahí esforzarse por llegar aún más cerca. Para qué o por qué, eran dos cosas que no acaba de tener claras.
La pregunta que había estado esquivando volvió a resonar en su mente como una solitaria nota: ¿qué es lo que quiero de Draco?
No lo sabía con certeza, pero si que podía asegurar que necesitaba aire.
Aire, necesitaba aire para aclararse las ideas y escapar de la fría presencia que Draco mostraba en esos momentos.
No lo soportaba, no soportaba que Draco se escondiera de él tras una máscara, le dolía saber que Draco no confiaba en él; no que lo culpara, Draco tenía todo el derecho a mostrar recelo y a distanciarse de él.
No lo había tratado de la mejor de las maneras, y no había hecho nada para recuperar esa confianza perdida. Al contrario, a la primera de cambio se había abalanzado sobre él como el mago desenfrenado y lujurioso que solían describir las brujas de Corazón de Bruja.
No entendía bien que le pasaba, no entendía lo que sentía ni porqué lo sentía, y siempre había odiado no entender algo. Estar cerca de Draco por otro lado, no hacía nada para mejorar su desasosiego mental.
Necesitaba marcharse de ese despacho, poner algo de distancia prudencial entre Draco y él, y tratar de aclararse las ideas para ver qué demonios quería hacer con su vida y qué papel jugaba Draco en todo eso. Porque obviamente algo tenía que ver si no conseguía sacárselo de la mente estuviera consciente o dormido.
Miró el reloj, era ya casi mediodía, así que tenía la excusa perfecta para marcharse sin que pareciera una huída forzada. Carraspeó un poco llamando la atención de Draco, éste le clavó una mirada interrogante.
- Lo siento Draco, pero me tengo que ir ya, tengo otro compromiso a mediodía y no lo puedo aplazar, lo que tengamos que hablar de más... Mira, mañana no puedo venir, me toca concentración de pretemporada... ¿Qué tal si me paso pasado mañana con Lee y terminamos de arreglar las cosas? Si necesitas alguna cosa más, lo que sea, coméntaselo a Lee, ¿tienes su dirección de red flú, verdad?
-Sí, no te preocupes, –le respondió Draco con una leve sonrisa en el rostro. Era divertido ver al famoso Harry Potter nervioso- creo que está todo en orden y sólo necesitaremos preparar los permisos oficiales para operar en tu nombre, pero si no fuera el caso ya se lo diría a Lee.
-Perfecto... –Harry sonrió nervioso, no sabía que más decir, ni siquiera sabía si tenía que decir algo más o no, no sabía nada y odiaba sentirse inseguro. Finalmente se decidió por abrir una pequeña puerta que quizás le sirviera en el futuro y una vez ya de pie sacó de la una tarjeta. –Mi dirección flú de Montrose, por si no encuentras a Lee y espera que por si no me encuentras a mi allí te apunto mi numero de wiz-phone. – Garabateó rápidamente su número y le tendió la tarjeta a Draco. –Así me tendrás localizable siempre que necesites comentarme algo.
Draco miró perplejo la tarjeta, ¿acaba Harry de darle no sólo la dirección de su casa sino también su wiz-phone personal? ¿Por qué todo era tan complicado con Harry Potter? El resto de sus clientes, los que eran famosos o estaban en una posición importante simplemente se ponían en contacto con él a través de sus representantes, pero no. Harry tenía que llevar las cosas un paso más lejos y rozar el ámbito personal.
Sacudió todas esas ideas de su mente y se dispuso a despedir a Harry, tenía razón al decir que se estaba haciendo tarde. Tenía que volver a casa y comer con Elora, y tal como le había ido la mañana casi mejor que se quedara en casa, se recompusiera de su encuentro con Harry y avanzara algo de faena desde allí.
- Gracias, - contestó dejando la tarjeta sobre la mesa- ha sido un placer hacer negocios contigo Harry, como siempre... –le dijo dándole la mano y sonriendo satisfecho al ver el nerviosismo que sus palabras y sus gestos causaban en Harry. Ese pequeño agridulce placer de saber que aún tenía cierto poder sobre Harry era algo que aún no acaba de entender. Por un lado sentía la necesidad de alejarse de él y refugiarse en su casa hecho una bola sobre sí mismo, por otro en cambio, disfrutaba atormentando a Harry sabiendo que efecto tenía sobre él y la capacidad que tenía de leerlo como si se tratara de un libro de instrucciones. Harry no había cambiado nada en algunos aspectos, seguía siendo igual de alterable por cierto tono de voz, por determinadas palabras dichas con un énfasis adecuado, ciertas miradas, ciertos movimientos de mano efectuados lánguidamente. Uno esperaría que después de todo el bagaje de relaciones que Harry acarreaba desde los pasados diez, ya no fuera tan impresionable como cuando sólo había tenido a Draco como experiencia sexual.
Quizás, pensó Draco con cierta satisfacción, se debe a que soy yo, lo quiera Harry o no fui su primer amante, su primera relación, su primer amor, su primer todo… Y también la persona con la que ha estado más tiempo. Es normal que sepa más de él que ninguna de sus posteriores relaciones. Aún así… Esto es sólo trabajo, no debería disfrutar tentando a Harry, no cuando no nos lleva a ningún lado porque no hay ningún lugar al que debamos llegar, y aún menos juntos.
Draco se justificaba como mejor podía, sabía y se había prometido a él mismo que su trabajo con Harry iba a ser sólo eso: trabajo. Sólo en horas de oficina, sólo pensaría en Harry cuando tuviera documentación referente a él delante, ningún pensamiento fuera de lo profesional cruzaría su mente. Porque si cruzaba ese límite, si se dejaba vencer y sobrepasaba sus normas… ¡Que los dioses lo ayudaran! Pero no habría fuerza humana que lo sacara del pozo que sería el volver a caer por Harry como ya hizo en su pasado.
- Nos vemos pasado mañana, ¿entonces? –escuchó decir a Harry.
- Perfecto, -y acompañándolo hacia la puerta añadió- llama al despacho cuando sepas a que hora os irá bien y Sígrid hará un hueco para vuestra visita.
Harry sólo le sonrió, una de esas sonrisas suyas que hacían que las piernas de Draco aflojaran, y salió del despacho. Tan pronto entró en la sala el recibidor del buffet se apareció en su casa de Montrose y se estiró cual largo era en la cama.
Necesitaba pensar mucho en este día y medio, antes de volver encarar a Draco, sobre lo que realmente quería, en su vida y más concretamente en Draco. Porque si había algo que tenía claro es que no pensaba jugar con su ex-pareja, sabía del dañó que le causó en el pasado y no pensaba cometer el mismo error.
Se levantó de un saltó y en un impulso repentino cogió una toalla y una chanclas y salió por la terraza dirección a la playa. Bajó a grandes zancadas la escalerilla que descendía por el pequeño acantilado y tras dejar sus cosas en la arena, se desvistió y corrió tal como había venido al mundo hacia las aguas frías de A' Mhuir en Tuath.
El frío se clavó en cada milímetro de su piel, despertando todos sus sentidos, agudizando su percepción del entorno, haciendo que su corazón latiera de forma furiosa bombeando sangre a partes de su cuerpo que hasta el inicio de ese doloroso frío apenas tenía constancia de su existencia. Con fuertes brazadas se introdujo mar adentro, hasta que lo músculos de los brazos le dolieron ya no tanto por el frío sino de cansancio, y se dejó flotar allí, en las inmediaciones del mar, con la costa como una lejana línea en lontananza.
Y pensó... Y recordó... Cómo era todo cuando estaba con Draco, las personas a las que había dejado de ver para no estar cerca de Draco, como se había portado con sus propios amigos, casi prohibiéndoles continuar viendo a Draco y a aquellos con los que más se relacionaba su ex-amante. No había sido nada justo ni con Draco, no con sus amigos, ni con aquellos que alguna fueron sus amigos. Si pudo superar la guerra fue en parte por el fuerte grupo de jóvenes que se unieron y lucharon todos juntos por poder tener un futuro mejor, y de todos ellos sólo seguía viendo de forma habitual a Lee, Seamus, y los Weasley que era más bien una familia postiza que otra cosa.
Quizás el asunto de Draco requeriría más tiempo para entender del todo qué era lo que sentía y qué quería realmente, pero sobre los demás... Estaba claro, no tenía dudas al respecto.
Una expresión de férrea determinación se dibujó en su rostro.
Quiero volverlos a tener cerca, toda aquella gente maravillosa, todos aquellos con los que tantó pasé y en los que tan poco he pensado. No es justo que por mi culpa viejos amigos hayan prácticamente dejado de verse –pensó con pesar-. Mira Dean y Seamus, carne y uña durante más de diez años y cuando me separé de Draco prácticamente dejaron de verse, sobre todo a raíz de su relación con Neville. ¡Y Neville! Hacía tanto que no sabía nada de él, ha sido toda una sorpresa saber que es un medimago de St. Mungo. Y no sé, pero antes éramos tantos y lo pasábamos tan bien juntos... Al menos deberíamos probarlo. ¡Qué diablos! Si fue en parte culpa mía, debería bajar mi trasero por un rato de mi escoba y hacer el esfuerzo de intentarlo. Hacer de mis visitas a Hermione una rutina semanal, acordar una comida con Hermione y Ron, apuesto a que nos reiremos un buen rato de ella, se dijo con un guiño mental, claro que nos maldecirá los huevos como moneda de cambio.
-¡Ja ja ja ja ja!- La risa, como resultado de la visión de Ron y él huyendo de una oronda Hermione, resonó fuerte y clara. Cuando se calmó por fin, alzó la cabeza lo suficiente para observar la dirección de la costa y sin cambiar su posición de espaldas comenzó a desplazarse con el movimiento de los fuertes músculos de sus piernas.
Sí, haría eso, iba ya siendo hora de que el famoso Trío Dorado se reuniera de nuevo, pensó satisfecho. Y una visita a Neville también estaría bien, nunca está de más tener un amigo médico, ¿no? Le podría incluso llevar mi expediente, así siempre podría tener una segunda opinión fuera de la de los medimagos de los equipos.
Satisfecho sobre las decisiones tomadas dio un giro sobre sí mismo quedando boca abajó, cogió aire e impulsándose con el abdomen se hundió en el agua. La visión del mundo submarino verde azulado era fascinante. La costa este escocesa era rica en fauna tanto mágica como no mágica, focas, numerosos cetáceos, lobalugs, varios tipos de kelpies, y algunas especies de selkies norteñas
Brazos y piernas trabajaban para avanzar a pesar de las corrientes, del frío y de las algas. Y suerte tenía que la pequeña comunidad de grindylows de agua salada ya no le molestaban su rutina diaria de nadar en el mar frente a su casa. Porque al principio de mudarse era adentrarse un poco y ahí tenía a los pequeños bichejos agarrándosele de las piernas. Nada que unos cuantos “relashio” no pudieran solucionar.
Cuando la necesidad de respirar se sintió acuciante salió a la superficie y sacudió la cabeza para sacarse el exceso de agua, escupió el sabor a mar de su boca y continuó nadando.
Más centrado ahora que iba encaminando un poco por donde quería su vida, sobretodo después de los desastrosos días previos a su cumpleaños apenas dos semanas antes en los que se había sentido tan vacío, dejó que su mente se sumergiera en un mar de meditaciones y recuerdos Era triste pensar que a sus treinta años recién cumplidos aún se sentía como a los veinte, sin saber muy bien por dónde tirar. La única diferencia es que ahora al menos ya no tenía miedo a dar un paso al frente, de decidir cosas y afrontar todo aquello que parecía remover emociones enterradas dentro de él.
Ciertamente ya no sentía miedo de afrontar a Draco, aunque tampoco tuviera claro lo qué quería.
Pensó en todas sus relaciones previas, incluyendo su primera y más duradera con Draco, sopesó lo que tenían en común y en lo que les faltaba en comparación con otras relaciones de gente que conocía.
Se sorprendió al ver que siempre entraba en una relación por la vía física. Incluso con Draco, al que llegó a querer más que a nadie, quizás en parte, se remarcó mentalmente, porque es el único al que he querido de verdad. Siempre había pasado primero por la cama antes de asentar unas bases, antes de conocer de verdad a la otra persona. Supuso, y no sin razón, que quizás no era la mejor manera de iniciar algo serio y duradero con otra persona.
No es de extrañar que haya cambiado de novio/a con la misma facilidad con la que cambio de calzoncillos, pensó divertido. Visto de esta manera me duran más las escobas que las parejas, y con ese punto de cinismo que con los años había ido ganado añadió: total, se montan igual y al menos mientras les pases una mano de aceite a la semana no te dan ningún problema a diferencia de otros y otras...
Pero estaba cansado de tanto ir y venir, si algo había descubierto en estas últimas semanas es que envidiaba esa vida hogareña que parecía tener todo el mundo menos él. En el caso de sus amigos íntimos no era tan consciente porque los veía a menudo, pero Hermione, Terry y su futuro hijo, o Neville, Dean y su hijo Kabul, o porque negarlo, no podía dejar de sentir envidia de Draco y de la relación que tenía con su hija, una niña de la que el podría ser padre si no hubiera... Pero de nada servía lamentarse, era consciente de ello. Y pensando en sus amigos, quizás se vieran de forma regular, pero llevaban vidas tan diferentes... Ron y Lavander se habían reencontrado después de la guerra, ambos obviamente muy cambiados, en especial Ron después del fiasco de su relación con Hermione. Casi sin que nadie se diera cuenta habían empezado a verse, primero sólo como amigos, siguieron un par de citas y al poco ya eran pareja establecida. O George y Kathy, y Fred y Lee, todos amigos desde hacía tiempo antes de iniciar una relación más íntima.
¡Y Seamus!, Pensó soltando una risotada, y escupiendo el agua que ésta le había hecho tragar, se cruzó con Susan en Hogsmeade hace seis años, se fueron a Las Tres escobas a tomar algo y contarse que era de sus vidas y encontraron un apoyo para terminar de superar la perdida de familiares y amigos durante la guerra, al año salían juntos y dos años después Seamus abandonaba las filas de los solteros con cara de susto.
No era tan difícil de ver, se dijo algo sorprendido. lo raro es que haya necesitado un baño en agua helada para darme cuenta.
Todos habían sido amigos antes de empezar a salir juntos, y por lo que sabía había sido igual en el caso de Terry y Hermione, o de Dean y Neville. Todos se habían ido conociendo poco a poco, viendo como era la otra persona antes de lanzarse a matar sobre la superficie plana más cercana. Suponía que era el movimiento más adecuado, primero conocer al otro y si se congeniaba dar un paso más, si no... Pues se quedaba como amigos y no se hacía daño a nadie. No que a él le hubieran hecho daño... Pero había perdido la cuenta de las personas a las que el famoso Harry Potter había hecho añicos el corazón.
Soy un poco zorra descorazonada, pensó con amargura, aunque he de reconocer que sólo me pesa haberle hecho daño a una persona. La única persona que pudo haberme hecho daño si hubiera querido...
No era una conclusión agradable de llegar, sabía que se había portado mal con muchas personas, a las que había hecho mucho daño ya fuera por su desinterés, su infidelidad, o su rechazo al compromiso. Y era por esas mismas razones por las que no podía acercarse a Draco de nuevo hasta no tener claro lo que sentía, al menos no acercarse con intenciones más íntimas y personales. Nada le impedía sin embargo, hacer negocios con Draco, e incluso darse el lujo de conocer más de este nuevo Draco.
¡Qué demonios! Si mantengo mi “libido” dentro de mi bragueta quizás hasta podamos a ser amigos... Lo demás ya vendrá solo si se da el caso.
Sonrió, se sentía relajado como hacía tiempo que no lo estaba. El ejercicio, el agua del mar fría y limpia, y su resolución sobre el camino a seguir habían obrado milagros en él. Era extraño lo voluble que últimamente se sentía, casi tan manejable y cambiante como el agua por la que en esos momentos nadaba. Pero lejos de preocuparle lo asumió como un hecho del proceso de cambio en el que se encontraba. Sabía que si quería coger las riendas de su vida y darle un nuevo matiz necesitaba cambiar y esos cambios no siempre iban a ser fáciles. En especial todo lo relacionado con ese “no sé qué” que Draco le hacía sentir.
Llegó por fin a la orilla, las olas rompían a su espalda y el tacto de la arena en las plantas de sus pies pasaba casi desapercibido debido al frío que tenía en todas las extremidades de su cuerpo.
-¡Joder! ¡Hasta los huevos se me han encogido del frío que hace! –murmuró de camino a su ropa, donde tras secarse vigorosamente hasta renovar la circulación por todo su cuerpo, se enrolló la toalla a la cintura, se puso la camisa por encima e inició el camino de regreso hacia su casa con la sonrisa aún en el rostro.
Lo que haya de venir, bienvenido será, pensó mirando hacia el futuro con expectación.
Siguiente
Autor:
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pairing: Harry/Draco
Prompt: #004 Interiores, por el viaje interno de los personajes hacia sus motivaciones.
Rating: PG
Resumen: Alguien me dijo una vez que no había nada más grande en el mundo que amar y ser corrspondido. Yo le repondí que quizás recuperar un amor perdido.
Advertencias:
Notas de Autor:Dedicado a
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-userinfo.gif)
![[livejournal.com profile]](https://www.dreamwidth.org/img/external/lj-community.gif)
Total Palabras: 15.838 entre parte y b del capítulo 4
Anteriores: Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4a
Desde entonces habían pasado tres días, y Harry aún no había encontrado una excusa plausible para ir a visitar a Draco. Porque una cosa era morirse de ganas por verlo y otra muy diferente era dejar que Draco se diera cuenta de ello.
Al final fue Lee quien le dio la idea servida en bandeja de plata. Su representante había estado mirado con atención el nuevo contrato con el Puddlemere, los que tenía con diferentes marcas publicitarias y el resto de sus inversiones y negocios en los que tenía participación.
-La verdad Harry, me satura el volumen de tus finanzas. Hasta ahora lo había ido llevando con ayuda de los goblins de Gringotts y Bill, siempre pidiendo consejos a Fred y George, pero ahora... Creo que necesitas que un profesional centralice todos tus asuntos, yo sólo soy un representante. Se me da bien hablar con la gente, hacer contactos y lo básico del papeleo -reconoció con una sonrisa-. Tú lo sabes, lo mío es moverme entre la gente del deporte y explicarles lo jodidamente bueno que eres, lo demás me supera. Hace ya tiempo que lo venía pensando, pero después de ver trabajar a Draco y Eduard... Creo que deberíamos buscarte una gestoría o algo parecido para que se encarguen de ensuciarse las manos con la mierda de la burocracia.
Harry casi parecía escuchar campanas sonando en el cielo, no cabía en sí de felicidad, y antes de que Lee pudiera sugerir a alguien se apresuró en contestarle que conocía a alguien perfecto para el trabajo, justo lo que buscaban. Aunque de sobras sabía que era justo lo que "él" buscaba.
Y como no es bueno dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, enviaron una notificación vía lechuza a Gringotts para que les preparan toda la documentación sobre propiedades, inversiones, finanzas, contratos y demás cosas necesarias, que pasarían a buscar sin falta el día siguiente a primera hora de la mañana.
Se miró en uno de los espejos de Gringotts, perdida ya la cuenta de las veces que había repetido ese gesto en lo que llevaba de mañana, y se evaluó con ojo crítico. Tejanos azul oscuro, con los bajos rotos por el desgaste de rozar el suelo, camisa azul marino de cánem. Todo rematado con unas chanclas negras, gafas de sol Armani, reloj de titanio y una cadena de mithril que relucía aún más sobre su piel morena y su, terriblemente sexy, barba de dos días, o al menos eso había escrito una periodista en el último número de PlayWitch.
Sonrió ante su reflejo, estaba estupendo, ¿para que negarlo? Aunque no reconocería nunca que había pasado una hora decidiendo que ponerse. No, para nada. Al fin y al cabo, ¿por qué debería acicalarse como si fuera una ocasión especial? Para nada.
Total, sólo iba a ser un día de negocios, se iba a reunir con un abogado economista, nada más. Que dicho abogado respondiera al nombre de Draco Malfoy era una simple coincidencia.
No tiene nada que ver, para nada, de verdad, se iba diciendo Harry a medida que salía de Gringotts con un maletín lleno de documentos.
Que en su rostro se dibujara una sonrisa de satisfacción y seguridad y una mirada depredadora tampoco tenía nada que ver, obviamente: “para nada”
La mañana estaba siendo tranquila, algo de esperar para ser principios de agosto, y hacía un calor de mil demonios.
Afortunadamente los hechizos aclimatadotes regulaban la temperatura, pero aún así se notaba un ambiente sofocante.
¿Dónde está el Londres frío y gris que tanto amo? Se preguntó Draco contrariado. El calor le solía poner de mal humor, y trabajar en esas condiciones no ayudaba demasiado en ese aspecto.
Desabrochó un par de botones de la camisa blanca de lino y se aflojó el nudo de de la corbata, color camel a conjunto con su impecable pantalón de alpaca con pinzas.
Debería estar ya de vacaciones, se dijo de mala gana. Pero tenía una vista en dos días para el Château des Pins de Malfeau en Narbona, así que prefería estar hasta el momento en el buffet repasando documentación del caso, y ya de paso aprovechaba y dejaba listos los informes de sus últimos casos.
Se levantó y se acercó a la ventana. Londres rezumaba humanidad por doquier, era insoportable. Siempre le habían agobiado las grandes acumulaciones de gente, y el calor sólo agravaba ese hecho.
El té con limón y hielo estaba a la orden del día, así que sirviéndose uno se sentó de nuevo dispuesto a avisar a su secretaria para que nadie lo molestara cuando el intercomunicador se abrió de golpe mostrando la agitada cabeza de Sígrid.
-¡Oh Draco! No lo he podido detener, es que no me ha hecho caso y... –la bruja seguía hablando pero Draco no le prestaba la menor atención.
La puerta de su despacho acababa de abrirse de par en par dejando pasar a un muy sonriente Harry Potter.
Un muy sonriente y muy impresionante Harry Potter. Si Draco no hubiera sido quien era, es decir sino hubiera tenido años de enseñanzas Malfoy para mantener la compostura en cualquier situación hubiera sido el vivo reflejo de la sorpresa, la estupefacción y el deseo. Pero era un Malfoy de principio a fin, y que lo llevara el diablo si le iba a mostrar a Harry lo mucho que lo trastornaba su presencia.
Así que con un esfuerzo supremo para bloquear los recuerdos de la última vez que vio a Harry, le indicó a Sígrid que todo estaba bien y se dispuso a encarar a Harry y a despacharlo con la máxima presteza posible.
-¡Qué sorpresa Harry! ¿Qué te trae por aquí? –preguntó tranquilamente tomando un sorbo de té.
Harry mantenía la sonrisa en el rostro, no porque quisiera sino porque había perdido momentáneamente todo control sobre sus músculos faciales, la boca aunque seca, corría el peligro de de llenarse de saliva. Y no era para menos, ante él tenía una imagen que podría haber sido sacada perfectamente de alguno de sus sueños eróticos. Draco Malfoy con todo su atractivo, sentado cómodamente en una butaca de piel, con la corbata suelta y los suficientes botones desabrochados de la camisa para mostrar un cuello elegante y una marcada clavícula de cremosa piel.
¡Oh Merlin bendito! La de cosas que podría hacer con esa corbata y Draco, pensó lujurioso.
Se sentó rápidamente en una de las sillas al otro lado del escritorio para ocultar su incipiente excitación ante esa idea.
Mal Harry, muy mal, cálmate de una vez. ¡Por todos los demonios del averno! ¿Por qué Draco me convierte en un adolescente hormonal con sólo mirarme? Venga di algo, se increpó nervioso, no te quedes ahí callado.
-¿Siempre recibes a los clientes así? Es poco... ortodoxo, por decirlo de alguna manera, aunque supongo que hace las delicias de todas las señoras. –consiguió decir con la misma sonrisa en el rostro.
Bien Harry, bien, así se hace, se animó a sí mismo por su gran capacidad de improvisación.
-La mayoría de los clientes se esperan a que mi secretaria les indique que ya pueden pasar. Pero claro, no me acordaba que tú y las reglas no os lleváis bien. –respondió con una sonrisa- Pero pasa, pasa y siéntate, como si estuvieras en tu casa –añadió divertido, con un cierto punto de burla que Harry captó sin problemas-. ¿Te apetece algo para beber?
-¡Oh muchas gracias! –y ensanchando su sonrisa, continuó- Ese té fresquito que estás tomando tiene buena pinta...
Draco sólo le sonrió y con un par de movimientos de varita le sirvió un vaso de té.
-Y ahora que ya estás servido, ¿piensas decirme de una vez a que debo el placer de tu visita? – le preguntó finalmente cansado de ver como Harry miraba casi embelesado todo su despacho.
-Oh sí, perdona. Estaba mirando tu oficina, muy bonita.- Y viendo la mirada interrogante y algo exasperada de Draco, añadió- He venido por negocios, claro. Mira todo lo que traigo- y tal como lo decía ponía sobre la mesa un enorme maletín de piel.
Draco lo miró sin comprender. Su mirada de la maleta a Harry y de vuelta a la maleta. Puso su mejor cara de pocker y enarcó una ceja interrogante.
-Serías tan amable de explicarme que quieres decir con eso –interpuso con énfasis en la última palabra, señalando a la maleta como si fuera el ingrediente más repugnante de alguna rara poción.
-Por supuesto. Esto, - dijo señalando a su vez la susodicha maleta- es todo lo que vas a necesitar para encargarte de mis finanzas. Veras, Lee dice que le supera el asunto, sobretodo después del maravilloso contrato que me consiguió un portentoso abogado, –remarcó con un guiño- y cree que seria conveniente que centralice todos mis asuntos legales en algún sitio. Así que viendo lo bien que llevasteis el contrato con el Puddlemere y con el resto de marcas publicitarias, y teniendo en cuentas que ya conocéis de primera mano algunos de mis asuntos... Sería perfecto que se encargara tu buffet, Draco.- Y abriendo el maletín y sacando varias carpetas continuó- Mira, esto es el listado de empresas donde tengo acciones, con archivos para cada una de ellas con un historial exhaustivo, esto otro son los diferentes contratos publicitarios, tanto los deportivos como los que no. Aquí está el nuevo contrato que me redactaste, he traído una copia aunque supongo que a tienes una, pero por si acaso... ¿Qué más? Ah sí, los contratos de los empelados que tengo a mi servicio y...
-Espera, espera un momento Harry... – Interrumpió Draco una vez recuperado de la sorpresa de lo que Harry le estaba proponiendo, pero el otro mago parecía no haberle escuchado porque seguía vaciando el maletín enunciando el contenido de cada una de las nuevas carpetas que sacando-. ¡Por Merlín, Harry! Para un momento por favor y escúchame. –terminó exclamando cansado de que Harry lo ignorara, esto pareció captarle la atención, se calló y lo miró esperando ver que le tenía que decir.- Mira, nosotros no solemos llevar este tipo de trabajos que suelen ser más indicados para un gestor.
-Si no quieres encargarte, dilo y yo y mi maletín nos iremos a otro buffet, gestoría o donde sea. Pero si he venido aquí Draco, a¬¬¬¬ MacFiel & Asociados Legalitas, es porque os conozco y confío en vosotros. –el tono de Harry no dejaba lugar a dudas de que esta vez estaba hablando muy en serio, y con total sinceridad-. Confío lo suficiente como para dejar que os encarguéis libremente de mis finanzas y de dejaros poner la comisión que creáis oportuna. Claro que si no te interesa... Ya te he dicho que yo y mis cosas nos iremos a otro sitio y no nos volverás a ver.
Harry sabía que había dicho las palabras mágicas, y que quisiera Draco o no el buffet del que era socio no podía pasar por alto una oferta como la suya. Y también sabía que Draco era consciente de ello. A veces las cosas salen simplemente como uno espera, hubiera sonreído satisfecho de buena gana si no fuera porque tenía la sensación que Draco le soltaría un zarpazo cual gato salvaje.
Draco por su parte se sabía en un callejón sin salida, por más que quisiera deshacerse de Harry lo antes posibles, a pesar de que una pequeña parte de él deseara todo lo contrario, sabía que no podía perder esta oportunidad. El buffet no se lo podía permitir por más bien que les fueran las cosas.
Si Eduard se enteraba que había dejado escapar una oferta como esa dejaba huérfana a Elora, no le cabía la menor duda. Harry lo tenía bien cogido de las pelotas, como se solía decir vulgarmente entre los letrados.
-No es que no quiera Harry, pero no depende sólo de mí, ¿entiendes? –explicó lo más calmado posible, tratando de no exponer su turbación- Si te esperas aquí iré a hablar con Eduard. Supongo que con los arreglos necesarios no habrá ningún problema, alguno de nuestros abogados se podrá encargar por entero a tus negocios si desplazamos algunos casos...
-No Draco, creo que no los has entendido.- le interrumpió Harry mirándolo con firmeza- No quiero a ningún jovencito brillante recién salido de la universidad para que lleve mis finanzas. Si he venido aquí es porque os conozco, a ti y a Eduard, en especial a ti Draco, confío ciegamente en tu buen juicio, así que quiero que seas tú Draco. Quiero que te encargues de llevar mis asuntos legales. Oh, puedes derivar algunas cosas a quien te parezca mejor, -añadió con un gesto lánguido de mano, como si realmente el asunto no fuera con él- pero quiero que seas tú quien me tenga al tanto de todo y quien tome las decisiones importante. No aceptaré otra cosa. Ya sabes lo que dicen, “el mejor para el mejor”. –concluyó con un guiño.- Tómalo o déjalo, pero es mi última palabra.
Draco respiró hondo y observó a Harry. Se podía ver una férrea voluntad en los ojos verdes de sus ex-pareja y seguridad, estaba escrito en ellos que no pensaba aceptar un no como respuesta.
-De acuerdo... –contestó finalmente con un asentimiento de cabeza- Espera aquí un momento, iré a hablar con Eduard y veremos como concretamos el trato.
-Perfecto. –le respondió Harry con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro.
Necesitaba salir de ese despacho, necesitaba escapar de la intoxicante presencia de Harry, y sobretodo necesitaba hablar con Eduard.
Se levantó de su asiento y tras sonreírle en respuesta e indicarle a Harry que se sirviera más té si quería, cerró la puerta tras de sí y se apoyó de espaldas en ella.
-¿Qué tal ha ido?- le preguntó divertida Sígrid.
-Debería despedirte por esto, me podrías haber avisado con un poco más de tiempo al menos- le respondió a la sonriente secretaria que hacía verdaderos esfuerzos por no reírse a carcajadas mientras Draco se abrochaba la camisa y se ajustaba al corbata.
-Es Harry Potter, Draco. ¡Por todos los dioses! ¿Crees realmente que había algo que yo pudiera haber hecho para detenerlo? El hombre estaba decidido a verte en ese momento. Y no parece ser un mago que acepte un no por respuesta o que se atenga a lo establecido.
-Lo sé, lo sé... Te aseguro que soy consciente de ello. Pero eso no quita que seas una desconsiderada empleada que se ríe de su jefe. ¡Oh vamos! No te atrevas a negarlo –añadió justo cuando Sígrid se disponía a protestar- Y como castigo vas a entrar en el despacho y te vas a encargar de que el gran hombre tenga todo lo que desea, ¿de acuerdo? Si te dice que quiere canapés de caviar, tú le respondes si los quieres acompañados de salmón, si te dice que saltes tú sólo le preguntas hasta donde de alto, ¿entendido?
-Perfectamente, pero se me permite preguntar desde cuando somos tan serviciales con nuestros clientes, ¿o esto es sólo porque es el famoso Harry Potter? –preguntó la joven con un guiño.
-No Sígrid, no te equivoques, no me importa en absoluto que sea Harry Potter –mentiroso, añadió para sus adentros- Pero cualquier persona que se presente aquí ofreciendo una comisión en blanco va a ser bien tratada, y si dicha persona tiene una finanzas como las de Harry Potter... Ya sabes lo que significa.-concluyó con una mirada cómplice.
-Oh... ¡Oh!-exclamó finalmente al entender las implicaciones- Vamos a aceptar, ¿no?
-No, Eduard y yo vamos a aceptar tú vas a saltar hasta dónde te diga el Sr. Potter. Y nada de hacerte amiga de toda la vida de él ni flirtear, que te conozco...
-¿Por quien me tomas? –exclamó la joven haciéndose la ofendida- Soy una joven felizmente emparejada y Leire es muy posesiva, ya lo sabes.
-Claro que lo sé, pero también sé que te encanta tertuliar con la clientela y tontear con ellos aunque sólo sea por diversión. Abstente en esta ocasión, ¿entendido? Sabré si no lo has hecho.-advirtió, y con eso se dirigió hacia el despacho de Eduard enfadado consigo mismo.
¿Por qué diablos le había tenido que decir a Sígrid que se mantuviera a parte?
¿Celos retroactivos, Draco? ¿Hasta este punto hemos llegado? Se preguntó molesto consigo mismo.
Aún así, la simple idea de Harry, un increíblemente atractivo Harry Potter que parecía emanar un aura sexo por cada poro del cuerpo, y Sígrid en su plan más cómplice, charlando animadamente y en su despacho... No, no podía con ello.
No eran celos, de verdad, trató de convencerse a él mismo. Al fin y al cabo conocía a Sígrid desde hacía tres años, cuando comenzó a trabajar en el buffet después de graduarse en Hogwarts, confiaba en ella, ¡demonios, incluso eran amigos! Sabía de sobra que sólo charlaba con los clientes, por más que a veces rozara el flirteo, nunca se liaría con un cliente, y menos con un hombre por más que este fuera Harry Potter.
Pero Harry... Harry jugaba para ambos equipos, y... No, simplemente no quería pensar en Harry y otra persona, fuera quien fuera.
¡Y muchos menos en mi propio despacho, maldita sea!
Entró como un vendaval en el despacho de Eduard, se sentó en la silla frente a su socio, mentor y amigo, y al tiempo que dejaba caer la cabeza sobre la mesa, dijo:
-Tenemos un problema.
Eduard dejó los documentos que había estado leyendo y miró perplejo a su joven socio.
-Cuando mi socio y mejor abogado del buffet entra en mi despacho sin llamar a la puerta y se golpea la cabeza contra mi escritorio, sí, considero que tenemos un problema.-respondió todo lo seriamente que fue capaz. No todos los día se tenía a Draco Malfoy golpeándose la frente contra la mesa murmurando uno vaya a saber qué.
-No, perdona. Sería mejor decir que yo tengo un problema, uno muy grande... Como de metro ochenta y algo, y tú tienes mucho dinero a punto de caer en las arcas. –corrigió Draco aún golpeándose ligeramente la frente.
-Dime Draco, toda esta especie de... ¿Conversación? Tiene algún tipo de sentido, ¿verdad? Di que sí y olvidaré la idea de encerrarte en St. Mungo por exceso de estrés. ¡Y deja de golpearte la frente, por lo que más quieras!
-Harry. –fue lo único que respondió Draco irguiéndose y sentándose correctamente, mirando a Eduard.
-Ahhh...- Un mudo asentimiento por parte de Eduard mostrándole que ahora lo entendía todo, y de hecho lo hacía.
-¿¡Cómo que aaahh...!? Te preocupas por mi salud mental como si estuviera a punto de necesitar se hospitalizado por demencia y sólo te digo el nombre de Harry, ¿y la cosa ya deja de tener importancia?
-No Draco, no deja de preocuparme. Pero conociéndote como te conozco, y conociendo la historia entre vosotros dos, que Harry tenga algo que ver en todo este asunto realmente explica la falta de coherencia que parece haberte atacado. Por alguna razón Harry es la única persona capaz de desmontarte por completo. –y con una sonrisa comprensiva añadió- Y ahora que ya hemos llegado al meollo del asunto, ¿serías tan amable de explicarte mejor?
-De acuerdo, empecemos por el principio. Ha venido Harry, puto Harry Potter como si fuera el amo del mundo, –añadió más para él mismo que para Eduard, quien lo miró reprobatoriamente- con una enorme maleta llena de documentos porque ha tenido la genial idea de que nos encarguemos nosotros de sus asuntos legales. ¡De todos! Contratos, propiedades, inversiones, etc. –y antes de que Eduard añadiera el clásico “pero nosotros no nos encargamos de eso”, continuó.- No, espera porque ahora viene lo mejor. No te haces a la idea del volumen de sus finanzas, en serio Eduard, Harry es asquerosamente rico y sino lo he entendido mal, nos ofrece comisión en blanco por cada transacción. –dejó ir la bomba y esperó ver la reacción que esta tenía. No tuvo que espera mucho, Eduard era un hombre inteligente, muy avispado en cuanto a negocios.
-¡Merlín bendito! –exclamó levantándose de golpe- Pues claro que vamos a aceptar, aunque tengamos que contratar a alguien más sólo para que se encargue de este asunto, esta es una oportunidad que no podemos dejar escapar. Recuerda la prima que tuvimos con su contrato a principios de verano.
-Lo sé Ed, lo sé... Por eso te he dicho que vas a ganar un montón de dinero, y de fama. Harry es un boleto ganador y lo sabes.
-¡Oh Draco! Vamos, no lo olvides, los dos vamos a ganar un montón de dinero. Esto es genial Draco, pero ¿por qué has dicho que...?
-Quiera que sea yo.- respondió con tono fatalista, sintiéndose culpable de de cortar las alas a la alegría de su mentor.
-¿Perdón?
-Quiere que me encargue yo de ser su asesor, gestor, abogado... Su chico para todo. –añadió con acidez- Y si esto no acaba conmigo, como mínimo me producirá una úlcera que ninguna poción digestiva podrá mitigar. Lo ha planteado así, soy yo o nada.
-Vaya... –la alegría del momento totalmente olvidada- Bueno, si lo pensamos bien quizás es demasiado jaleo por algo que tampoco vale tanto la pena, ¿verdad? Y realmente no necesitamos el dinero, ¿eh Draco? Las cosas marchan bien. ¡Que digo bien! ¡Marchan mejor que nunca!
-No te esfuerces Eduard, gracias por el intento de todas formas. –dijo con una sonrisa cansada- Pero sabes que tenemos que aceptar. Y realmente no puede ser tan malo, ¿cierto? Si llevamos su contrato y sobreviví también puedo hacer esto, ¿no? –Aunque mentalmente se recordó el fiasco de finales de temporada de Quidditch, cuando estuvo a punto de dejarse llevar en aquel maldito despacho. Meneó la cabeza contrariado, Harry tenía algo que le hacía perder la visión del mundo.- Sólo prométeme que no vamos a acceder a todos sus caprichos por más suculenta que sea la prima. Por favor, si empieza a pedir cosas fuera de lugar como que lleve zapatos de tacón y falda, –ante lo cual Eduard alzó una ceja y soltó una risita- o cosas por el estilo dime que le daremos la patada a él y a todo su dinero –concluyó él mismo riendo, levantando un poco el ánimo.
-Tranquilo, que si intenta añadir en el trato algún tipo de fetichismo raro o algún tipo de favor sexual por parte de alguno de de nuestros empleados, –Draco gruñó ante esas palabras- sin el consentimiento de este, lo mandaremos a paseo.
-Bien...-Draco levitó una botella de brandy y un vaso del gabinete privado de Eduard, se sirvió un vaso y lo tomó apurándolo todo en un solo trago.- Pues vamos, –continuó, levantándose de la silla- tengo al gran hombre en mi despacho con Sígrid y me da miedo sólo de pensarlo.
Lo que siguió fue una animada conversación, sobretodo por parte de Eduard y Harry. Bonitas palabras, promesas de grandes expectativas y esperanza de provechosos negocios en común con beneficio mutuo fueron compartidas. Draco por su parte de mantuvo lo más al margen posible. Bastante tendría que lidiar con Harry a partir de ese momento.
Cómo iba a mantener una fachada de indiferencia ante el hombre al que aún quería, a pesar del dolor y del tiempo transcurrido, era algo que ignoraba. Lo único que tenía por seguro era que a partir de ese día Hermione iba a estar mucho más solicitada que de costumbre. Ella fue uno de los pilares en los que se apoyó diez años atrás, así que esta vez suponía que tendría que volver a hacerle de paño de lágrimas.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que ni tan siquiera notó que Eduard se había marchado, dejándolo a solas de nuevo con Harry. Y si no hubiera sido por la voz de Harry que lo devolvió de golpe a la realidad, así hubiera podido continuar durante horas.
-Te habías quedado totalmente ausente, ¿verdad? -le preguntó sonriente - Siempre me ha impresionado esa capacidad tuya de abstraerte de todo, pero te agradecería que volvieras al mundo de los vivos y me prestaras atención.
-Sí, sí perdona. No me había dado cuenta, -medió murmuró tratando de ocultar su azoramiento- ¿ de qué me estabas hablando? ¿Qué más necesitas? –preguntó ya mucho más seguro con una amable sonrisa.
-Pues realmente nada,- contestó Harry soltando una sonora carcajada- ¡Oh Draco! Realmente te habías quedado totalmente fuera, ¿eh? Eduard ha dicho que deberíamos repasar la documentación que he traído, para ver si hace falta algo más.
-De acuerdo, disculpa, no sé en que debía estar yo pensando. – A pesar de saber perfectamente en que estaba pensando.
-No pasa nada, no es como si te viera por primera vez así.- la sonrisa volvía a estar ahí, esa sonrisa tan, tan... Harry, que le hacía estremecer. ¡Maldito, mil veces maldito! Cada vez tenía más claro que esto no había sido una buena idea, pero ya no había marcha atrás, no por su parte al menos. Ignoró el comentario, como pensaba ignorara cualquier alusión a la vida de ambos en común y empezó repasar la documentación.
El silencio en la habitación era roto de vez en cuando por algún comentario, más por la necesidad de no mantener un incomodo silencio demasiado largo que por el hecho de comunicar alguna cosa. Aún así, Draco estaba sorprendido de verdad, sabía que Harry era rico y tenía influencias pero no había imaginado hasta que punto. Desde la empresa Weasley’s Wizarding Wheezes, de la cual era el benefactor, pasando por la compañía Magic Brooms Inc. Hasta llegar al mundo de las magi-comunicaciones, dónde era propietario de Todo Quidditch: la nueva revista para los amantes del Quidditch, e incluso poseía el 51% de las acciones de El Profeta, por poner algunos ejemplos.
-No me lo puedo creer, ¿para que tienes las acciones de El Profeta? –Preguntó con genuina curiosidad- No sabía que tenía interés en controlar a la prensa y a la opinión pública...
-Y no lo tengo, excepto cuando se refiere a mí. En esos casos Lee se encarga de controlar que no sean calumnias o medias verdades, o simplemente cosas que son de mi vida privada y no le importan a nadie. Por lo demás son libres de publicar lo que les apetezca.- explicó quitándole importancia al asunto. Draco no sabía si reírse o tratar de meterle algo de sentido común a esa cabeza hueca que tenía delante, Harry era sin duda uno de los hombres más ricos, más poderosos y con más influencia de la comunidad mágica y simplemente le daba lo mismo.
-¿Por qué no compras Corazón de Bruja? –preguntó, riéndose al ver la cara de Harry- La mujer de Eduard está suscrita y dice que suelen estar repletas de noticias sobre ti, y deben de ser muy jugosas por las conversaciones que tiene con Sígrid, asegura que son mucho más atrevidas que la Playwitch o la Witch Weekly.
-Esas malditas brujas... –masculló Harry entre dientes- No creas que no lo he intentado, pero las muy zorras se resisten. Les sale más rentable seguir vendiendo basura sobre mí, y tienen la cara de decir que lo hacen por el interés del publico en general. ¡Como si fueran rigurosas! Se inventan cosas, las sacan de contexto, exageran, ¡son un infierno de mujeres! De verdad, no creas todo lo que dicen... –Por alguna razón la idea de que Draco hubiera leído esos horribles artículos, que a pesar de ser ciertos en muchas ocasiones lo pintaban como un frívolo gigoló, lo mortificaba.
Sabía que no era ningún santo, y era consciente de que nada debía estar más lejos de la mente de Draco, pero tampoco quería que pensara que después de separarse había ido pasando de cama, aunque fuese en parte cierto. Simplemente no... Con sinceridad, Harry era incapaz de entenderse a sí mismo.
¿Por qué le importaba tanto lo que Draco pensara de él? ¿Por qué no soportaba la idea de que Draco estuviera en el mundo, fuera donde fuera, pensando mal de él?
No lo sabía, pero ese era el efecto que Draco tenía en sobre él, lo convertía en un amasijo de dudas.
-¡Oh, no te preocupes por eso! No es como si las leyera, no tengo tiempo para esas cosas, pero es bastante difícil vivir totalmente ignorante de la vida y milagros del famoso Harry Potter. –una sonrisa ausente surcaba su rostro, no le gustaba pensar en la turbulenta vida de Harry, con sólo imaginar a Harry en algunas de las situaciones que eran descritas en esos artículos se le congelaba la sangre y la garganta se le contraía como si un puño fuera cerrándose con fuerza sobre ella. La diferencia era, que en su caso sí que conocía la razón de dicha reacción. – Veo que tienes una propiedad en Montrose, otra en Puddletown... Supongo que te mudarás allí, ¿no?
- Eh... Pues no lo sé, -respondió Harry aún algo perdido en sus pensamientos- la verdad es que estoy muy bien en Montrose, puede que me quede allí. Me gusta el lugar. Es tranquilo, alejado de todo, sobre un acantilado... Es preciosa la zona.
- Suena bien. –Draco podía imaginar a Harry en su rústica casa del Norte de Escocia, paseando por la playa, con el rumor del mar y las aves de fondo. Que de pronto en la imagen apareciera Willow corriendo y ladrando y él mismo, con un grueso jersey de lana, caminando hacia Harry... Sacudió la cabeza molesto.
- Sí, es mi refugio. Creo que me quedaré allí, al menos por el momento.- contestó Harry recostándose contra la silla aún con los ojos cerrados y una extraña expresión de paz.
- Ya... Bueno, a ver que más hay por aquí. Tienes las propiedades de los Black, un piso en Hogsmeade y otro en Londres... –Draco se quedó sin palabras ante la escritura que tenía en sus manos. Era de hacía once años y recordaba a la perfección el día que se había firmado. Él había estado ahí, después de mucho discutir Harry lo había convencido para comprar un piso aunque lo fuera a pagar íntegramente él en un principio. Algo se removió en el interior de Draco, algo que había enterrado durante la última década, algo que ni la súbita aparición de Harry había despertado del todo.
Su piso, el piso de Harry y de él, donde habían convivido durante algo más de medio año. Allí se habían reído juntos, habían discutido por la decoración, habían compartido sueños...
Cerró los ojos y recordó la primera vez que Harry y él entraron como dueños del piso. Harry lo había empujado contra una de las paredes del recibidor nada más cerrarse la puerta y le había susurrado al oído que pensaba hacerle el amor en cada uno de los 63 m2 del apartamento, y pensaba empezar en ese preciso instante.
También fue el lugar donde le partieron el alma en añicos, donde Harry decidió que sólo el amor no era suficiente para él y rompió la realción que habían mantenido durante más de tres años.
El lugar donde se creyó morir...
Harry observaba a Draco con atención. No entendía porqué el otro mago se había callado de repente y toda la sangre parecía haberle desaparecido del rostro, dejándolo aún más pálido de lo habitual.
-¿Te encuentras bien? –preguntó Harry con preocupación.
Draco lo miró como si no lo hubiera escuchado, la mirada cargada de dolor. Dolor tan visible que Harry lo sintió como un golpe físico. Esos ojos grises cargados de sufrimiento y reproche, otra vez... Como aquella última vez, de la que tanto había tratado de escapar.
-¿Draco...? –volvió a preguntar tentativo.
-¿Por qué, Harry?- le preguntó a su vez con la voz rota- ¿Por qué lo sigues teniendo? –añadió tendiéndole un documento.
Harry lo cogió de las temblorosas manos de Draco. Era una escritura de hacía unos cuantos años, y al reconocerla sintió un piedra caerle en el fondo del estómago.
¡Oh joder! Me había olvidado por completo, pensó furioso golpeándose mentalmente por no haber caído en la cuenta de que entre sus propiedades aún estaba el piso en el que ambos habían vivido.
¿Qué le voy a decir? ¿Que no he sido capaz de poner los pies en el que fue nuestro piso desde aquel día? ¿Qué no he tenido valor para enfrentarme a lo que representa? ¿Qué me daba miedo encarar los recuerdos, miedo de darme cuenta de que quizás cometí un error?
- Yo... –empezó a decir. El silencio en el despacho era tan ensordecedor que le embotaba los oídos- Supongo que no se me ocurrió venderlo, la verdad es que no sé que decirte...
Draco parecía que poco a poco recuperaba la compostura, guardando para él lo que sentía.
-¿Lo tienes alquilado? –preguntó lo más causalmente que pudo. La simple idea de alguien viviendo en su antigua casa, durmiendo en su cama, la cama de él y Harry, tumbado en su salón, trasteando en su cocina...
¡Merlín! Me dan arcadas con sólo imaginarlo, se sorprendió pensando.
-No... No hay nadie viviendo en el piso. El único que va debe de ser Dobby para mantenerlo limpio, lo hace con todas mis fincas –respondió algo indeciso, no seguro de que decirle a Draco y aún menos seguro de querer hablar con él sobre este tema.
Draco por su parte sólo asintió y permaneció en silencio, perdido en sus propios pensamientos. La máscara de indiferencia colocada convenientemente en su rostro, ocultando todo rastro de emociones desbocadas, mostrando una falsa apariencia de tranquilidad, confianza y bienestar. Y como si nada hubiera pasado, continuó repasando el resto de documentos que Harry le había traído.
Internamente sin embargo, el tumulto de emociones era tal que hasta lo sentía como un dolor pulsante en las sienes.
Harry observaba como Draco iba examinando cada documento con fría profesionalidad clínica. La brecha que aquel simple trozo de papel había reabierto quedaba totalmente clara.
Y no por primera vez, no pudo más que admirar al hombre sentado frente a él. A pesar de todo por lo que Draco había pasado, su familia y sus antiguos amigos, la perdida de ambos, su relación con él mismo y lo que le supuso su ruptura, la perdida de su legado familiar y la lucha por recuperarlo, etc. A pesar de todo eso Draco había sido capaz de recomponer y juntar los pedazos de su desmadejada vida y salir adelante. Había dejado atrás al crío consentido, al adolescente que se revelaba contra todo y todos, al joven idealista que amaba con locura y se había convertido en un hombre maduro, con un dominio perfecto de sus emociones, en un padre cariñoso, en un fiel amigo, un gran abogado y seguramente, también en un magnifico amante para algún afortunado mago.
Era consciente del daño que le había causado, no necesitaba a Hermione para darse cuenta de ello, simplemente mirando a Draco a los ojos podía ver todo el dolor que por su culpa éste había pasado. Y ahora él... Después de todo lo que había pasado entre ellos, después de lo mal que se había comportado, iba y se atrevía a encararlo como si nada hubiera pasado. Como si simplemente fueran viejos amigos, como si pudieran quedar para tomar algo y ponerse al día, como si...
Sintió asco de sí mismo.
¿Qué pretendía con todo esto?, se recriminó mentalmente, ¿En qué estaba yo pensando cuando se me ocurrió la genial idea de presentarme en el despacho de Draco con esta descabellada idea?
Sabía perfectamente porque había querido volver a ver a Draco, no tenía sentido negarlo, simplemente no había podido dejar de pensar en él y en lo bien que se había sentido su cuerpo contra el suyo en Puddletown. Pero Draco no era como el resto de sus conquistas, como los rollos o affaire que solía tener, Draco no era de usar y tirar.
Recordó el rostro serio de Hermione advirtiéndole de que no volviera a hacerle daño.
Demasiado tarde Hermione, pensó con pesar, mi sola presencia parece hacerle daño.
Pero no podía evitarlo, algo dentro de él lo empujaba a acercarse más a Draco, a acercarse todo cuanto pudiera y a partir de ahí esforzarse por llegar aún más cerca. Para qué o por qué, eran dos cosas que no acaba de tener claras.
La pregunta que había estado esquivando volvió a resonar en su mente como una solitaria nota: ¿qué es lo que quiero de Draco?
No lo sabía con certeza, pero si que podía asegurar que necesitaba aire.
Aire, necesitaba aire para aclararse las ideas y escapar de la fría presencia que Draco mostraba en esos momentos.
No lo soportaba, no soportaba que Draco se escondiera de él tras una máscara, le dolía saber que Draco no confiaba en él; no que lo culpara, Draco tenía todo el derecho a mostrar recelo y a distanciarse de él.
No lo había tratado de la mejor de las maneras, y no había hecho nada para recuperar esa confianza perdida. Al contrario, a la primera de cambio se había abalanzado sobre él como el mago desenfrenado y lujurioso que solían describir las brujas de Corazón de Bruja.
No entendía bien que le pasaba, no entendía lo que sentía ni porqué lo sentía, y siempre había odiado no entender algo. Estar cerca de Draco por otro lado, no hacía nada para mejorar su desasosiego mental.
Necesitaba marcharse de ese despacho, poner algo de distancia prudencial entre Draco y él, y tratar de aclararse las ideas para ver qué demonios quería hacer con su vida y qué papel jugaba Draco en todo eso. Porque obviamente algo tenía que ver si no conseguía sacárselo de la mente estuviera consciente o dormido.
Miró el reloj, era ya casi mediodía, así que tenía la excusa perfecta para marcharse sin que pareciera una huída forzada. Carraspeó un poco llamando la atención de Draco, éste le clavó una mirada interrogante.
- Lo siento Draco, pero me tengo que ir ya, tengo otro compromiso a mediodía y no lo puedo aplazar, lo que tengamos que hablar de más... Mira, mañana no puedo venir, me toca concentración de pretemporada... ¿Qué tal si me paso pasado mañana con Lee y terminamos de arreglar las cosas? Si necesitas alguna cosa más, lo que sea, coméntaselo a Lee, ¿tienes su dirección de red flú, verdad?
-Sí, no te preocupes, –le respondió Draco con una leve sonrisa en el rostro. Era divertido ver al famoso Harry Potter nervioso- creo que está todo en orden y sólo necesitaremos preparar los permisos oficiales para operar en tu nombre, pero si no fuera el caso ya se lo diría a Lee.
-Perfecto... –Harry sonrió nervioso, no sabía que más decir, ni siquiera sabía si tenía que decir algo más o no, no sabía nada y odiaba sentirse inseguro. Finalmente se decidió por abrir una pequeña puerta que quizás le sirviera en el futuro y una vez ya de pie sacó de la una tarjeta. –Mi dirección flú de Montrose, por si no encuentras a Lee y espera que por si no me encuentras a mi allí te apunto mi numero de wiz-phone. – Garabateó rápidamente su número y le tendió la tarjeta a Draco. –Así me tendrás localizable siempre que necesites comentarme algo.
Draco miró perplejo la tarjeta, ¿acaba Harry de darle no sólo la dirección de su casa sino también su wiz-phone personal? ¿Por qué todo era tan complicado con Harry Potter? El resto de sus clientes, los que eran famosos o estaban en una posición importante simplemente se ponían en contacto con él a través de sus representantes, pero no. Harry tenía que llevar las cosas un paso más lejos y rozar el ámbito personal.
Sacudió todas esas ideas de su mente y se dispuso a despedir a Harry, tenía razón al decir que se estaba haciendo tarde. Tenía que volver a casa y comer con Elora, y tal como le había ido la mañana casi mejor que se quedara en casa, se recompusiera de su encuentro con Harry y avanzara algo de faena desde allí.
- Gracias, - contestó dejando la tarjeta sobre la mesa- ha sido un placer hacer negocios contigo Harry, como siempre... –le dijo dándole la mano y sonriendo satisfecho al ver el nerviosismo que sus palabras y sus gestos causaban en Harry. Ese pequeño agridulce placer de saber que aún tenía cierto poder sobre Harry era algo que aún no acaba de entender. Por un lado sentía la necesidad de alejarse de él y refugiarse en su casa hecho una bola sobre sí mismo, por otro en cambio, disfrutaba atormentando a Harry sabiendo que efecto tenía sobre él y la capacidad que tenía de leerlo como si se tratara de un libro de instrucciones. Harry no había cambiado nada en algunos aspectos, seguía siendo igual de alterable por cierto tono de voz, por determinadas palabras dichas con un énfasis adecuado, ciertas miradas, ciertos movimientos de mano efectuados lánguidamente. Uno esperaría que después de todo el bagaje de relaciones que Harry acarreaba desde los pasados diez, ya no fuera tan impresionable como cuando sólo había tenido a Draco como experiencia sexual.
Quizás, pensó Draco con cierta satisfacción, se debe a que soy yo, lo quiera Harry o no fui su primer amante, su primera relación, su primer amor, su primer todo… Y también la persona con la que ha estado más tiempo. Es normal que sepa más de él que ninguna de sus posteriores relaciones. Aún así… Esto es sólo trabajo, no debería disfrutar tentando a Harry, no cuando no nos lleva a ningún lado porque no hay ningún lugar al que debamos llegar, y aún menos juntos.
Draco se justificaba como mejor podía, sabía y se había prometido a él mismo que su trabajo con Harry iba a ser sólo eso: trabajo. Sólo en horas de oficina, sólo pensaría en Harry cuando tuviera documentación referente a él delante, ningún pensamiento fuera de lo profesional cruzaría su mente. Porque si cruzaba ese límite, si se dejaba vencer y sobrepasaba sus normas… ¡Que los dioses lo ayudaran! Pero no habría fuerza humana que lo sacara del pozo que sería el volver a caer por Harry como ya hizo en su pasado.
- Nos vemos pasado mañana, ¿entonces? –escuchó decir a Harry.
- Perfecto, -y acompañándolo hacia la puerta añadió- llama al despacho cuando sepas a que hora os irá bien y Sígrid hará un hueco para vuestra visita.
Harry sólo le sonrió, una de esas sonrisas suyas que hacían que las piernas de Draco aflojaran, y salió del despacho. Tan pronto entró en la sala el recibidor del buffet se apareció en su casa de Montrose y se estiró cual largo era en la cama.
Necesitaba pensar mucho en este día y medio, antes de volver encarar a Draco, sobre lo que realmente quería, en su vida y más concretamente en Draco. Porque si había algo que tenía claro es que no pensaba jugar con su ex-pareja, sabía del dañó que le causó en el pasado y no pensaba cometer el mismo error.
Se levantó de un saltó y en un impulso repentino cogió una toalla y una chanclas y salió por la terraza dirección a la playa. Bajó a grandes zancadas la escalerilla que descendía por el pequeño acantilado y tras dejar sus cosas en la arena, se desvistió y corrió tal como había venido al mundo hacia las aguas frías de A' Mhuir en Tuath.
El frío se clavó en cada milímetro de su piel, despertando todos sus sentidos, agudizando su percepción del entorno, haciendo que su corazón latiera de forma furiosa bombeando sangre a partes de su cuerpo que hasta el inicio de ese doloroso frío apenas tenía constancia de su existencia. Con fuertes brazadas se introdujo mar adentro, hasta que lo músculos de los brazos le dolieron ya no tanto por el frío sino de cansancio, y se dejó flotar allí, en las inmediaciones del mar, con la costa como una lejana línea en lontananza.
Y pensó... Y recordó... Cómo era todo cuando estaba con Draco, las personas a las que había dejado de ver para no estar cerca de Draco, como se había portado con sus propios amigos, casi prohibiéndoles continuar viendo a Draco y a aquellos con los que más se relacionaba su ex-amante. No había sido nada justo ni con Draco, no con sus amigos, ni con aquellos que alguna fueron sus amigos. Si pudo superar la guerra fue en parte por el fuerte grupo de jóvenes que se unieron y lucharon todos juntos por poder tener un futuro mejor, y de todos ellos sólo seguía viendo de forma habitual a Lee, Seamus, y los Weasley que era más bien una familia postiza que otra cosa.
Quizás el asunto de Draco requeriría más tiempo para entender del todo qué era lo que sentía y qué quería realmente, pero sobre los demás... Estaba claro, no tenía dudas al respecto.
Una expresión de férrea determinación se dibujó en su rostro.
Quiero volverlos a tener cerca, toda aquella gente maravillosa, todos aquellos con los que tantó pasé y en los que tan poco he pensado. No es justo que por mi culpa viejos amigos hayan prácticamente dejado de verse –pensó con pesar-. Mira Dean y Seamus, carne y uña durante más de diez años y cuando me separé de Draco prácticamente dejaron de verse, sobre todo a raíz de su relación con Neville. ¡Y Neville! Hacía tanto que no sabía nada de él, ha sido toda una sorpresa saber que es un medimago de St. Mungo. Y no sé, pero antes éramos tantos y lo pasábamos tan bien juntos... Al menos deberíamos probarlo. ¡Qué diablos! Si fue en parte culpa mía, debería bajar mi trasero por un rato de mi escoba y hacer el esfuerzo de intentarlo. Hacer de mis visitas a Hermione una rutina semanal, acordar una comida con Hermione y Ron, apuesto a que nos reiremos un buen rato de ella, se dijo con un guiño mental, claro que nos maldecirá los huevos como moneda de cambio.
-¡Ja ja ja ja ja!- La risa, como resultado de la visión de Ron y él huyendo de una oronda Hermione, resonó fuerte y clara. Cuando se calmó por fin, alzó la cabeza lo suficiente para observar la dirección de la costa y sin cambiar su posición de espaldas comenzó a desplazarse con el movimiento de los fuertes músculos de sus piernas.
Sí, haría eso, iba ya siendo hora de que el famoso Trío Dorado se reuniera de nuevo, pensó satisfecho. Y una visita a Neville también estaría bien, nunca está de más tener un amigo médico, ¿no? Le podría incluso llevar mi expediente, así siempre podría tener una segunda opinión fuera de la de los medimagos de los equipos.
Satisfecho sobre las decisiones tomadas dio un giro sobre sí mismo quedando boca abajó, cogió aire e impulsándose con el abdomen se hundió en el agua. La visión del mundo submarino verde azulado era fascinante. La costa este escocesa era rica en fauna tanto mágica como no mágica, focas, numerosos cetáceos, lobalugs, varios tipos de kelpies, y algunas especies de selkies norteñas
Brazos y piernas trabajaban para avanzar a pesar de las corrientes, del frío y de las algas. Y suerte tenía que la pequeña comunidad de grindylows de agua salada ya no le molestaban su rutina diaria de nadar en el mar frente a su casa. Porque al principio de mudarse era adentrarse un poco y ahí tenía a los pequeños bichejos agarrándosele de las piernas. Nada que unos cuantos “relashio” no pudieran solucionar.
Cuando la necesidad de respirar se sintió acuciante salió a la superficie y sacudió la cabeza para sacarse el exceso de agua, escupió el sabor a mar de su boca y continuó nadando.
Más centrado ahora que iba encaminando un poco por donde quería su vida, sobretodo después de los desastrosos días previos a su cumpleaños apenas dos semanas antes en los que se había sentido tan vacío, dejó que su mente se sumergiera en un mar de meditaciones y recuerdos Era triste pensar que a sus treinta años recién cumplidos aún se sentía como a los veinte, sin saber muy bien por dónde tirar. La única diferencia es que ahora al menos ya no tenía miedo a dar un paso al frente, de decidir cosas y afrontar todo aquello que parecía remover emociones enterradas dentro de él.
Ciertamente ya no sentía miedo de afrontar a Draco, aunque tampoco tuviera claro lo qué quería.
Pensó en todas sus relaciones previas, incluyendo su primera y más duradera con Draco, sopesó lo que tenían en común y en lo que les faltaba en comparación con otras relaciones de gente que conocía.
Se sorprendió al ver que siempre entraba en una relación por la vía física. Incluso con Draco, al que llegó a querer más que a nadie, quizás en parte, se remarcó mentalmente, porque es el único al que he querido de verdad. Siempre había pasado primero por la cama antes de asentar unas bases, antes de conocer de verdad a la otra persona. Supuso, y no sin razón, que quizás no era la mejor manera de iniciar algo serio y duradero con otra persona.
No es de extrañar que haya cambiado de novio/a con la misma facilidad con la que cambio de calzoncillos, pensó divertido. Visto de esta manera me duran más las escobas que las parejas, y con ese punto de cinismo que con los años había ido ganado añadió: total, se montan igual y al menos mientras les pases una mano de aceite a la semana no te dan ningún problema a diferencia de otros y otras...
Pero estaba cansado de tanto ir y venir, si algo había descubierto en estas últimas semanas es que envidiaba esa vida hogareña que parecía tener todo el mundo menos él. En el caso de sus amigos íntimos no era tan consciente porque los veía a menudo, pero Hermione, Terry y su futuro hijo, o Neville, Dean y su hijo Kabul, o porque negarlo, no podía dejar de sentir envidia de Draco y de la relación que tenía con su hija, una niña de la que el podría ser padre si no hubiera... Pero de nada servía lamentarse, era consciente de ello. Y pensando en sus amigos, quizás se vieran de forma regular, pero llevaban vidas tan diferentes... Ron y Lavander se habían reencontrado después de la guerra, ambos obviamente muy cambiados, en especial Ron después del fiasco de su relación con Hermione. Casi sin que nadie se diera cuenta habían empezado a verse, primero sólo como amigos, siguieron un par de citas y al poco ya eran pareja establecida. O George y Kathy, y Fred y Lee, todos amigos desde hacía tiempo antes de iniciar una relación más íntima.
¡Y Seamus!, Pensó soltando una risotada, y escupiendo el agua que ésta le había hecho tragar, se cruzó con Susan en Hogsmeade hace seis años, se fueron a Las Tres escobas a tomar algo y contarse que era de sus vidas y encontraron un apoyo para terminar de superar la perdida de familiares y amigos durante la guerra, al año salían juntos y dos años después Seamus abandonaba las filas de los solteros con cara de susto.
No era tan difícil de ver, se dijo algo sorprendido. lo raro es que haya necesitado un baño en agua helada para darme cuenta.
Todos habían sido amigos antes de empezar a salir juntos, y por lo que sabía había sido igual en el caso de Terry y Hermione, o de Dean y Neville. Todos se habían ido conociendo poco a poco, viendo como era la otra persona antes de lanzarse a matar sobre la superficie plana más cercana. Suponía que era el movimiento más adecuado, primero conocer al otro y si se congeniaba dar un paso más, si no... Pues se quedaba como amigos y no se hacía daño a nadie. No que a él le hubieran hecho daño... Pero había perdido la cuenta de las personas a las que el famoso Harry Potter había hecho añicos el corazón.
Soy un poco zorra descorazonada, pensó con amargura, aunque he de reconocer que sólo me pesa haberle hecho daño a una persona. La única persona que pudo haberme hecho daño si hubiera querido...
No era una conclusión agradable de llegar, sabía que se había portado mal con muchas personas, a las que había hecho mucho daño ya fuera por su desinterés, su infidelidad, o su rechazo al compromiso. Y era por esas mismas razones por las que no podía acercarse a Draco de nuevo hasta no tener claro lo que sentía, al menos no acercarse con intenciones más íntimas y personales. Nada le impedía sin embargo, hacer negocios con Draco, e incluso darse el lujo de conocer más de este nuevo Draco.
¡Qué demonios! Si mantengo mi “libido” dentro de mi bragueta quizás hasta podamos a ser amigos... Lo demás ya vendrá solo si se da el caso.
Sonrió, se sentía relajado como hacía tiempo que no lo estaba. El ejercicio, el agua del mar fría y limpia, y su resolución sobre el camino a seguir habían obrado milagros en él. Era extraño lo voluble que últimamente se sentía, casi tan manejable y cambiante como el agua por la que en esos momentos nadaba. Pero lejos de preocuparle lo asumió como un hecho del proceso de cambio en el que se encontraba. Sabía que si quería coger las riendas de su vida y darle un nuevo matiz necesitaba cambiar y esos cambios no siempre iban a ser fáciles. En especial todo lo relacionado con ese “no sé qué” que Draco le hacía sentir.
Llegó por fin a la orilla, las olas rompían a su espalda y el tacto de la arena en las plantas de sus pies pasaba casi desapercibido debido al frío que tenía en todas las extremidades de su cuerpo.
-¡Joder! ¡Hasta los huevos se me han encogido del frío que hace! –murmuró de camino a su ropa, donde tras secarse vigorosamente hasta renovar la circulación por todo su cuerpo, se enrolló la toalla a la cintura, se puso la camisa por encima e inició el camino de regreso hacia su casa con la sonrisa aún en el rostro.
Lo que haya de venir, bienvenido será, pensó mirando hacia el futuro con expectación.
Siguiente